Una
calle de la capital refleja cómo la hegemonía del chavismo ha retrocedido y da
paso a la coexistencia pacífica de otros colores políticos
Petare es la barriada más poblada de América Latina
y la calle San Miguel, la muestra diminuta de que Venezuela ya no se divide
solo entre chavistas y anti chavistas. Las preferencias políticas son tan
fluídas como la gama de colores en las fachadas de las casas. Cada puerta es
una historia, cada vecino un testimonio y recorrer la San Miguel es en un
entrar y salir relámpago por los anhelos y frustraciones de los venezolanos de
a pie. Si no consiguen los 15 bolívares que cuesta el puesto en una camioneta
Land Rover, los jóvenes que reparten propaganda electoral de la oposición deben
subir a pie la dura cuesta conocida como la “escalera del cielo” que lleva a lo
alto del barrio.
Donde empieza la calle, Nelly Larco, militante del
partido opositor Primero Justicia, se reúne con un grupo de 10 jóvenes que irán
con ellos a volantear —repartir propaganda— y a enseñarle a los vecinos cómo
votar por su partido en las elecciones del 6 de diciembre. "Abajo, a la
izquierda, en la esquina, la de la manito", es lo que repiten los chicos,
enseñando donde está ubicada la casilla de la Mesa de Unidad Democrática, que
aglomera todos los partidos de la oposición, y que se ha convertido ya en un
cántico recurrente.
Es mediodía y los jóvenes se visten con las
camisetas amarillas del partido y entregan las papeletas casa por casa.
Escanean con la mirada a cuáles acercarse. Algunas están recién pintadas de
verde limón, fucsia, azul turquesa, por la Misión Barrio Nuevo, Barrio Tricolor
del Gobierno. Varias de ellas tienen puertas nuevas y con seguros, lo que
asegura votos en un ambiente de altísima criminalidad como Petare.
“En esa casa son chavistas”, dicen dos de las
volanteras y pasan de largo. No van a gastar propaganda y tiempo tratando de
convencer a los que no van a cambiar su voto, rojo, rojito. Otros sí se
arriesgan a deslizar la papeleta por debajo de la puerta, porque quién sabe. La
duda y la inconformidad han aumentado en los últimos años, sobre todo a partir
de la muerte de Hugo Chávez. Las encuestas reflejan que hay un 20% del
electorado que constituye una nueva categoría y que podría inclinar los
resultados: los “chavistas no maduristas”.
Una calle de Caracas es la
muestra diminuta de que Venezuela ya no se divide solo entre chavistas y
antichavistas. Las preferencias políticas son tan fluidas como la gama de
colores de las casas
Óscar Pacheco es uno de ellos. Se define como un
obrero que siempre apoyó el “proceso revolucionario”. Lo era hasta hace unos
meses, cuando pidió apoyo a la Misión Barrio Nuevo Barrio Tricolor del Gobierno
para construir un baño adicional y una cocina. La Misión dijo que lo apoyaría,
enviaron a una ingeniera, quien prometió entregarle materiales para la obra.
Pero cada vez que Pacheco pregunta por los materiales le dicen que “no han
bajado los recursos”.
Desde la casa de Pacheco se ve el Mercal, la red de
distribución de alimentos subsidiados del Gobierno. “Las colas se hacen desde
las seis de la tarde para comprar al día siguiente. ¿Tú crees que eso es
justo?”, se queja Pacheco.
Ana de Fernández vive justo enfrente del Mercal. Se
identifica como miembro fiel del tradicional partido de oposición Copei. En San
Miguel había varios copeyanos, que usaban el color verde, y adecos (de Acción
Democrática) de color blanco, que luego se volvieron rojos chavistas, dice
Fernández. “La gente cambia como el tiempo”, comenta. Sus vecinas siguen siendo
chavistas, pero cuenta que otros en el barrio ya no lo son, aunque tampoco van
a votar por la oposición, cuyos partidos más fuertes son relativamente nuevos:
el amarillo de Primero Justicia, el del excandidato presidencial Henrique
Capriles y el naranja de Voluntad Popular, del líder preso Leopoldo López.
Cuando no hay Mercal, la gente compra en dos
pequeñas tiendas. Una de ella es de Joel Fernández, opositor, de mentalidad
empresarial, antisocialista. “La gente está molesta”, dice y cree que habrá un
voto de castigo. Unos metros más abajo, en la otra acera, está la de Luis
Fernández, revolucionario y convencido de que el Gobierno tendrá mayoría en la
Asamblea pese a la crisis. “La gente estaba acostumbrada a que le dieran todo.
Cuando lo recortas, eres criticado”, dice.
Criticar al chavismo era un problema por esas calles en años anteriores,
dice Larco. “Hubo familias que se pelearon porque había gente muy radical en
este sector”. Pero el tono de confrontación política ha bajado y hoy conviven
las casas con murales de Chávez y las que ondean desde la ventana la bandera
amarilla.
Foto: Un hombre camina por el barrio de Petare de Caracas, el 4 de noviembre / FEDERICO PARRA (AFP)
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