martes, 20 de abril de 2021

Día Internacional de la Madre Tierra 22 de abril

 

Celebramos el Día Internacional de la Madre Tierra para recordar que el planeta y sus ecosistemas nos dan la vida y el sustento.
Con esta celebración admitimos la responsabilidad colectiva, como nos recordaba la Declaración de Río de 1992, de fomentar la harmonía con la naturaleza y la Madre Tierra para alcanzar el equilibrio justo entre las necesidades económicas, sociales y medioambientales de las generaciones presentes y futuras.
Este día nos brinda la oportunidad de concienciar a todos los habitantes del planeta acerca de los problemas que afectan a la Tierra y a las diferentes formas de vida que en él se desarrollan.
En 2017, la campaña se denomina «Alfabetización medioambiental y climática».
La educación constituye los cimientos del progreso. Necesitamos que la ciudadanía mundial conozca los conceptos sobre el cambio climático y sea consciente de la amenaza sin precedentes para el planeta. El conocimiento nos empoderará a todos y nos llevará a tomar medidas para defender el medio ambiente.
La alfabetización medioambiental y climática no es solo el motor que genera votantes concienciados por las cuestiones ecológicas y promueve legislación en este ámbito, sino que también acelera el desarrollo de tecnologías y empleos respetuosos con el medio ambiente.
Foto: Una mujer con un paraguas camina bajo la lluvia en un campo, al fondo se ve un arco iris. Foto OMM


Soluciones nuevas y comunes
El 22 de abril es el Día de la Tierra. Una jornada en la que pesarán más las reivindicaciones que los festejos porque el planeta está dañado



Una bandada de pájaros sobrevuela una favela en la ciudad de Río de Janeiro, Brasil, el 10 de abril de 2015. YASUYOSHI CHIBA AFP

El 22 de abril es el Día de la Tierra. Un día en el que pesarán más las reivindicaciones que los festejos. La Tierra está dañada; como dañados están los derechos de las personas que la habitan. Vivimos la peor crisis humanitaria en los últimos 70 años. Casi 130 millones de personas se encuentran en una situación de extrema inseguridad alimentaria; 65 millones se han visto obligadas a abandonar sus hogares. Un 1% de la población tiene el mismo patrimonio que el 99%, y el 70% de la población pobre son mujeres. La presión humana y la lucha por los recursos, todo ello agravado por el cambio climático, está llevando al planeta al límite y no solo está hiriendo a la Tierra, sino que además está causando la muerte de quien la defiende: 185 personas fueron asesinadas en 2015.

En España el panorama no es más amable. Una de cada tres niñas y niños está en riesgo de exclusión, un porcentaje que se dispara al 60% en el caso de la población inmigrante. Casi cuatro millones de mujeres y hombres siguen desempleados. En 2016, se produjeron 166 desahucios por día. Y en lo que va de 2017, han sido asesinadas por sus parejas o ex parejas 21 mujeres y 3 menores.

Sumando fuerzas

Los retos que tal realidad pone sobre la mesa son múltiples y complejos. Por eso, abordarlos de forma eficaz pasa necesariamente por enfoques colectivos donde se compartan las propuestas de distintos sectores. Ese es precisamente el objetivo de Futuro en Común, un proceso en el que están implicadas organizaciones y movimientos sociales de diverso tipo que apuestan por un futuro sin pobreza ni desigualdad y en el que se respeten los límites del planeta.

Este día 22, el día de la Tierra, tenemos nuestro segundo encuentro, en Madrid. Es un momento importante porque los problemas a los que nos enfrentamos desde distintos espacios tienen causas comunes y para acabar con ellos es imprescindible trabajar en la búsqueda de soluciones comunes.

Reclamamos la universalización del trabajo decente y la protección social para superar la pobreza
Otra manera de abordar los retos

Sabemos que los problemas no se resolverán con fórmulas anticuadas y por ello es imprescindible una manera nueva de abordar los retos de manera conjunta, desde distintos enfoques y en la misma dirección. No existen recetas cerradas para proteger el planeta y garantizar los derechos humanos; pero sí hay elementos esenciales sin los que no podrá avanzarse en esa dirección.

Reclamamos la universalización del trabajo decente y la protección social para superar la pobreza a través de los ingresos generados por un empleo digno. Consideramos que la situación de desigualdad de las mujeres merece una atención especial, prioritaria, diferenciada y transversal al conjunto de políticas. Las tareas de cuidados, realizadas fundamentalmente por mujeres, deben hacerse visible.
Para alcanzar una democracia real es necesaria una educación, una sanidad y unos servicios sociales de calidad —con financiación pública suficiente—, universales y accesibles para todas las personas, sin excepción. La persistencia de las desigualdades y su incremento, además de una injusticia social, amenaza nuestra cohesión social y es un indicador de la mala salud de nuestra democracia. Enfrentarlas, en sus distintas manifestaciones, debe ser un objetivo central de cualquier política pública.

La acumulación de la riqueza mundial en manos de unos pocos debe revertirse con políticas fiscales progresivas. De hecho, la fiscalidad es un elemento clave del contrato social para garantizar nuestros derechos, enfrentar la exclusión social y la falta de oportunidades. Debe ser también un instrumento para avanzar hacia la sostenibilidad ambiental, penalizando la contaminación y el consumo excesivo de recursos naturales.

La participación ciudadana ha de garantizarse y fomentarse; nunca perseguirse

La participación ciudadana ha de garantizarse y fomentarse; nunca perseguirse. De hecho, no solo es un síntoma de buena salud de la democracia, es una condición necesaria para solucionar los problemas sociales, ambientales y económicos que nos afectan. 

Y, por último, creemos que el Gobierno tiene la responsabilidad entender que, en un mundo como el actual, es urgente sabernos parte de un planeta y apostar por la mirada internacional. Acuerdos internacionales como los Objetivos de Desarrollo Sostenible y los compromisos del Acuerdo de París (COP21) son esenciales para construir políticas que apuesten de manera coherente por la justicia social y ecológica dentro y fuera de nuestras fronteras.

Esta es la base que da sentido a nuestra plataforma “Futuro en Común”. Un futuro que cuidará de nuestra madre Tierra y de quienes en ella vivimos o no será. El recorrido que hemos iniciado es fascinante; esperamos contar contigo.

La plataforma “Futuro en Común” es un espacio donde se integran los puntos de vista y las experiencias de más de 50 organizaciones de acción social, de derechos humanos, de desarrollo, ecologistas, feministas, movimientos ciudadanos, plataformas, redes, sindicatos, universidades y centros de investigación para avanzar hacia otro tipo de desarrollo. Nos une la convicción de que los derechos humanos, y su efectivo ejercicio, deben ser el marco fundamental que rija el modelo social, económico y ecológico. El único desarrollo que consideramos es el que pone en el centro a las personas y sus derechos, y que tiene en cuenta los límites planetarios, con un reparto justo y equitativo de los recursos.

Firmado por la Coordinadora de Organizaciones para el Desarrollo, la Red Europea contra la Pobreza y WWF, miembros de la plataforma Futuro en Común (www.futuroencomun.net).



El Día Internacional de la Tierra es cada año un llamado de alerta mayor para concientizar a la humanidad del peligro inminente que acecha a nuestro planeta.

Más que una bonita conmemoración, el 22 de abril es un llamado a la acción urgente ante la falta de soluciones que aseguren la viabilidad del planeta Tierra. Lamentablemente, la explotación de recursos por parte de los seres humanos no es sostenible a largo plazo y ha causado daños irreversibles en los ecosistemas.

Este año, la celebración liderada por la ONU se realizará alrededor de la campaña “Alfabetización medioambiental y climática”, para resaltar la importancia de educarse sobre el medioambiente y sus problemas. Un tema bastante pertinente, en especial cuando han tomado fuerza grupos que dudan del calentamiento global, a pesar del consenso casi universal de la comunidad científica de sus devastadores efectos.

Son varias las problemáticas que agobian a la Tierra actualmente. Aunque el deterioro de recursos viene desde el comienzo de la humanidad, hoy aumenta de forma exponencial, por más que es latente la conciencia sobre la necesidad de revertirlo. Se ha vuelto más que evidente que urge mitigar los efectos de los asentamientos humanos.

Cifras de The World Counts, que recoge datos sobre el consumo humano, estiman que un bebé recién nacido usará 360 kilos de plomo, 340 de zinc, 680 de cobre, 1.630 de aluminio, 14.800 de hierro y 560.000 de piedra, tierra y cemento. Para suplir estas necesidades y deshacerse de los desechos de la humanidad, se necesitan 1,5 planetas Tierra. Considerando el aumento poblacional estimado y si no hay cambios drásticos, para 2030 necesitaríamos 2 planetas. Nuestra vida en la Tierra es insostenible.

Estas cifras muestran que el impacto no es solo de grandes empresas, sino de cada ser humano, que es desde el primer día de su vida un consumidor. Un rótulo que viene con una responsabilidad que pocos asumen: entender de dónde viene lo que compramos diariamente. Es fácil juzgar desde casa la devastación de la minería, la sobreproducción de plástico o la deforestación. Lo que ignoramos es que se dan para suplir la demanda de productos ‘básicos’ para nuestra supervivencia. El problema es que los ‘esenciales’ se han expandido a objetos como celulares y televisores, de alto impacto ambiental y que cada día parecen acercarse más a ser desechables por la obsolescencia programada.

Sufrimos por el aire que respiramos, que cada vez disminuye más su calidad. Hasta en un país como Colombia con tanta riqueza natural, Medellín, una de sus principales ciudades, está en alerta máxima por la mala calidad del aire. Por esto es que el mundo entero, en un esfuerzo conjunto que pocas veces logra tal consenso, se comprometió hace dos años a reducir las emisiones de gases invernadero para evitar que la temperatura del planeta aumente más de 2ºC.

El documento, llamado Acuerdo de París, depende básicamente del compromiso de China y Estados Unidos, los dos países que más emisiones producen. De hecho, su ratificación fue la primera vez que ambas potencias aceptaron públicamente su papel en la creciente contaminación del aire y asumieron acciones concretas ante el mundo para mitigar sus daños. Sin embargo, la llegada de Donald Trump ha puesto en duda el papel que cumplirá Estados Unidos para cumplir con sus promesas, por su escepticismo ante el calentamiento global.

El presidente aseguró que sacaría a su país del tratado en campaña. Se espera que la próxima semana se reúna con sus asesores para tomar una decisión definitiva. El retiro de Estados Unidos del Acuerdo sería bastante problemático, pues el país ya ratificó su firma. De hecho, el mismo Secretario de Estado, Rex Tillerson, se opondría a la salida, ya que los pondría en contra de, básicamente, el mundo entero. Tanta es la preocupación que 360 empresas multinacionales, que en teoría se beneficiarían económicamente de no estar sujetos a regulaciones ambientales, enviaron una carta urgiendo a Trump que reconsiderara su intenciones. 

El problema de la contaminación del aire está también ligado a lo que produce la tierra. Idealmente, se debe buscar que el daño que la presencia humana causa en su entorno sea mitigado, lo cual se logra principalmente con las prácticas sostenibles. Estas afectan desde el ambiente de trabajo -ya sea con la rebaja de uso de papel o mejora en la eficiencia energética de la oficina- hasta la reparación a gran escala del impacto realizado -con programas sociales para poblaciones afectadas, reforestación y restauración de fuentes hídricas-. Toda actividad humana que tenga impacto ambiental debería retribuir a la tierra en la que se localiza.

Hablar de sostenibilidad ahora va mucho más allá de dar un par de iniciativas para mejorar las relaciones públicas y la imagen de la empresa. Es una meta universal, que compromete a los ciudadanos, a vivir de una manera que limite la destrucción de los recursos naturales. Las prácticas sostenibles han probado ser, además de buenas para el medio ambiente, más rentables a largo plazo para aquellos que las adoptan.

Este Día de la Tierra, más que admirar al planeta, hay que promover y realizar acciones para preservarlo. No solo dejar de usar pitillos y no usar bolsas plásticas, hay que comenzar a usar nuestro poder como ciudadanos. Estas medidas son un buen comienzo, pero la gravedad de la situación nos pone retos mucho más grandes. Hay que comenzar por una autoevaluación: ¿sabe exactamente qué tanto daño le hace al planeta?

Después de eso, se debe trabajar desde nuestros deberes, las personas podemos empezar a conocer sobre cómo trabajan las empresas a las que compramos y la forma en que los gobiernos permiten la explotación de los recursos naturales. Estos conocimientos nos permitirán alzar la voz si no están buscando vías sostenibles, no comprarles a ciertas compañías o no votar por representantes que no valoren al medioambiente. Solo así se podrá pasar de actos para no sentirse impotente a una ciudadanía activa que pueda cambiar el futuro de la Tierra.



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