jueves, 9 de julio de 2020

El fin de la distopía*- Por Prof. Jorge Bastidas Faces ULA

                                       







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Yo Rector (I)

¿Cuál sería su reacción si un cristiano desconocido como yo le dice en
plena pandemia que desea ser Rector de la ilustre Universidad de los Andes?

Mi universidad ya no es tan ilustre como en otrora, pero merece que la quieran y que su comunidad anhele ocupar los espacios que ella brinda para su conducción. Sin embargo, hoy no sobran ni los espacios, ni las ganas, ni las personas que quieran hacerlo, sobre todo en las generaciones de relevo.



Este escrito no es para juzgar la gestión o comportamiento de alguien, ni tampoco para lanzar mi candidatura a algo, es sólo una demanda para que hagamos un ejercicio reflexivo colectivo. Lo hago para cuestionar nuestra interioridad universitaria, para que pensemos en el rol existencialista que debe tener la universidad venezolana y su comunidad de aquí en adelante.

Me preocupa el mundo ficticio e indeseable que se ha creado en nuestras universidades (distopía), por eso, si algún día puedo ayudar en la construcción de una universidad diferente a la que vivimos lo haría con todo gusto. Bien sea como un colaborador, voluntario o como Rector, yo quiero ser parte de la redefinición moral, ideológica, organizativa y funcional de la universidad que hoy heredo luego de diez años dando clases. No quiero más una universidad en disputa por un botín que no existe, quiero una universidad donde la grandeza de la fe, o de la incredulidad, esté al servicio de la audacia de la razón y no de la autodestrucción. Si para eso me toca ser Director, Decano, Consejero, Comisionado, Mensajero, Asesor, o hasta Rector, pues bienvenida la tarea. No es que desee protagonismo, es que mi generación fue olvidada por las élites de turno y eso generó apatía. Lamentablemente, no somos lo suficientemente expertos para acceder a los cargos de dirección, ni somos tan nóveles como para ignorar nuestras responsabilidades en la gestión de la educación universitaria. Somos una generación olvidada.

Sin embargo, no son las intenciones ni el objetivo de mi existencia, yo solo quiero investigar, escribir, enseñar, cantar y formar protagonistas del bien común, pero alguien en el futuro debe hacer el "mandao universitario", y debe hacerlo diferente y es obligante hacerlo bien. Por eso, una vez pase la pandemia, conmino a los que nos quedamos en la universidad a que nos involucremos más en los procesos internos de esta casa de estudio. Es una labor que otros agradecerán.

Mi sueño es trabajar bajo el enfoque de otro modelo de gestión educativa universitaria, uno que permita que se eduque para la vida, la solidaridad, la felicidad y para el contexto de incertidumbre que nos tocará vivir durante muchos años. Deseo un  modelo que permita a los seres humanos ser libre pensadores, servir al bien común y convivir inteligentemente entre su interioridad, su prójimo y su entorno. Necesitamos profesionales tecnológicos, pero que valoren más la convivencia que una red social. También necesitamos “humanidad” en el contexto productivo en el que estamos para que los estudiantes sean protagonistas del bien de la nación y, por el camino que vamos, pareciera que no lograremos ese noble propósito.

Sueño con la imberbe utopía en la que los grupos de poder no se peleen por gobernar las cenizas y se unan para crear algo útil y tangible para los que vienen detrás (como mi generación) Necesitamos trabajar más y pelear menos, la historia hablará por nosotros si decidimos dar un golpe de timón.

Para conseguir esto, anhelo el surgimiento de un movimiento reformista, trabajador, silencioso, sin protagonismo ni héroes salvadores, como el que formaron los monjes benedictinos que reconstruyeron toda Europa siglos atrás. Un movimiento reformista que se encargue de crear y producir con lo poco que tenemos hoy, sí, con las migajas que nos dejaron quiénes detentan el poder. Los reformistas sentarán las bases para que las generaciones futuras hagan de esta universidad una universidad de trascendencia en algunas décadas. Un movimiento que no se queje eternamente por lo que no tiene, sino que agradezca por lo que hay mientras pelea (con quien toque) y trabaja por más. Los reformistas estarán inspirados por la convivencia desprendida. Propongo que sea el sentido (nuevo) de la vida universitaria, "vivir, re-educar y servir".

El panorama es aterrador ya que no hemos formado al relevo universitario. La próxima generación de autoridades será la última con una vasta experiencia, luego nos tocará a los milenials dirigir una casa de estudio sin un ápice de experiencia y eso es preocupante. Yo no deseo ser Rector, y aunque quisiera, desde la práctica, tengo poca experiencia en la gestión de la educación universitaria pues, tanto el egoísmo, como *la inexistencia de elecciones, han impedido que las generaciones de relevo tengamos experiencia en los organismos de gobierno y cogobierno universitario*, *y eso debo denunciarlo*.

Para acabar con la distopía interna debemos administrar la realidad que tenemos y actuar en consecuencia. Por eso, propongo la creación de un *Programa de Formación para la Gestión de la Educación Universitaria*. Una especie de curso largo no conducente a grado académico en donde los profesores y empleados con menos de diez años en la institución sean formados para dirigir a la universidad en algún momento. El tiempo es superior al espacio, debemos pensar en el mañana por encima de los espacios de poder del presente.

No importa si hoy no disfrutamos de las mieles de una universidad próspera económicamente, dediquemonos a reconstruir con lo poco que tengamos. Seamos unos universitarios benedictinos y entendamos que el propósito existencialista de nuestra universidad durante los próximos diez o veinte años es crear una mejor universidad para todos los que vengan. Las universidades del mundo avanzan y al ver nuestras peleas internas me hace pensar que lo que hacemos es mirarnos el ombligo. Atrevámonos a construir una universidad en comunidad  y adaptada a la era de la incertidumbre.

Espero que surjan muchos reformistas ulandinos y que cese la distopía que se percibe en la universidad venezolana.

09 de Julio del 2020

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