La adicción a los
soportes digitales se parece cada vez más a la adicción a las sustancias
estupefacientes, hasta el punto de que podríamos acuñar el concepto de “droga
digital”.
Según un estudio de la Universidad de
Chicago, publicado por la revista Psychological Science, los impulsos a los que
más nos cuesta resistirnos tienen que ver con la necesidad de mirar el móvil,
tumbarse en el sofá, consultar el correo electrónico o echarle un vistazo a las
actualizaciones de las redes sociales. El deseo de acceder a la
Twiiter o Instagram se posicionaba como el deseo más difícil de resistir y
más fácil de satisfacer. El tabaco y el alcohol, a pesar de ser sustancias muy adictivas, generan un
deseo mucho más débil en comparación.
El exceso de internet,
pues, provoca alteraciones similares al abuso de otras drogas. Estar 18 horas
diarias conectado a la red tiene un efecto similar a fumar un cigarrillo de
marihuana o inyectarse cocaína, según otro estudio publicado en la revista
Plos One que fue dirigido por Hao Lei, de la Academia de Ciencias de
China. Para realizar el estudio, se basaron en neuroimágenes del cerebro
de doce adolescentes que sufrían Síndrome de Adicción a Internet.
Adicciones del
comportamiento
Si muchas apps,
sobre todo los lootbox de algunos videojuegos, resultan tan adictivas
es porque activan los mismos circuitos neuronales que despiertan las
máquinas tragaperras. Detrás de esta adicción está la dopamina,
uno de los neurotransmisores responsables del efecto adictivo que tienen en
nosotros varias drogas, y que también está relacionada con la adicción al
móvil, a internet, a las apps, a los videojuegos o incluso a las series de
televisión.
Pero, si bien es cierto
que las adicciones a las sustancias y las adicciones del
comportamiento son muy similares entre sí, pues activan las mismas regiones
cerebrales, las adiciones del comportamiento están compuestas de seis
rasgos distintivos, tal y como los describe Adam Alter en su
libro Irresistible: “objetivos atractivos que están justo fuera de nuestro
alcance; feedback positivo, irresistible e impredecible; un sentido
del progreso y mejora gradual; acciones cuya dificultad aumenta con el tiempo;
tensiones no resueltas que exigen ser solucionadas; y conexiones sociales
sólidas”.
Es decir, rasgos
que el entorno digital puede explotar particularmente. Así, por ejemplo,
los gamers o aficionados a los videojuegos pueden pasarse horas
jugando porque se explotan todos y cada uno de estos rasgos, incluso formándose
vínculos sociales sólidos que los unen a otros jugadores. Los “me gusta”
de Facebook o los
corazones de Instagram ofrecen
sensaciones similares.
Por ello, un estudio
reciente indicaba que hasta el 40 % de la población sufre adicciones
relacionadas con internet. Un 80 % de los adolescentes mira el teléfono
móvil al menos una vez cada hora. Si en 2008 dedicábamos una media de 18
minutos al día a este dispositivo, en 2015 ya invertíamos 2 horas y 48 minutos
al día.
Si algo positivo puede
extraerse de esta capacidad de persuasión y control que ejercen sobre nosotros
muchas aplicaciones en internet es que quizá podrán usarse para cosas más
positivas, tal y como concluye Alter: “Si los diseñadores de aplicaciones son
capaces de convencernos para que invirtamos más tiempo y dinero en un juego
para smartphone, tal vez los expertos en políticas puedan también
animarnos a ahorrar más para la jubilación o a que donemos más a instituciones
benéficas.”
Muy Interesante
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