Las revoluciones democráticas de fin del siglo XX
comenzaron con la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989. Continuaron
con la unificación de Alemania, en octubre de 1990, y la disolución de la Unión
Soviética, en diciembre de 1991. Son los tres hitos que señalan el fin del
régimen del Estado-partido.
Por cierto que no fue el fin de la historia, pero sí
fue el final de una particular lectura de la misma: el de la teleología
marxista. El materialismo histórico se entiende como la evolución de un modo de
producción a otro: comunista primitivo, asiático, esclavista, feudal y
capitalista. Agudizadas las contradicciones entre el desarrollo de las fuerzas
productivas y las relaciones sociales de producción bajo el capitalismo, la
historia concluiría en una última fase: la sociedad socialista.
Así es para Marx y Engels: determinista e inexorable.
Y de ahí el significado que Fukuyama le dio a la expresión el “fin de la
historia”, con frecuencia criticado de manera superficial. Parafraseaba sobre
el determinismo con ironía, pues bajo dicho marco analítico la transición hacia
el capitalismo democrático era una involución inconcebible. La historia estaba
yendo a contramano de la historia.
Permítame el lector cambiar de dirección un momento,
ya regresaré al tema. Es que tengo en mis manos una demanda judicial radicada
en el estado de Florida. Los demandantes son cuatro profesionales médicos
cubanos. Los demandados son la Organización Panamericana de la Salud, OPS
(PAHO, son sus siglas en inglés), en la figura de dos funcionarios nombrados y
otros funcionarios anónimos.
Los cargos son por violación de leyes y convenciones
internacionales contra el tráfico de personas y el trabajo forzoso. El alegato
sostiene que la OPS firmó un contrato de tipo comercial con una tal “Sociedad
Mercantil Comercializadora de Servicios Médicos Cubanos”, CSMC. Ello a efectos
de instrumentar un programa de cooperación—“Mais Médicos”, en portugués—entre
el Ministerio de Salud Publica de Cuba y la OPS para la provisión de atención
en Brasil por parte de profesionales cubanos.
Las autoridades brasileñas efectuaban los pagos de dichos
servicios a la OPS, quien a su vez canalizaba los mismos a Cuba, ya sea a la
CSMC o al propio Ministerio de Salud. Dice la demanda que la OPS cobró una
comisión de 5% (75 millones de dólares) como intermediario y administrador del
programa entre 2013 y 2018, lo cual sería ilegal, abonando a los profesionales
cubanos alrededor de 10% del total como salario, una parte en mano y otra
depositada en cuentas en Cuba.
Al mismo tiempo, el programa incurrió en el delito de
discriminación por pagar menos que la compensación habitual en Brasil por el
mismo trabajo, es decir, promoviendo la explotación de dicho personal. El
restante 85% del contrato se giró al gobierno cubano, 1.275 millones de
dólares.
Se trata de las conocidas misiones cubanas,
instrumentos de política exterior y de captación de divisas al mismo tiempo.
Brasil es solo un caso, las misiones tienen lugar en muchas latitudes. Se
calcula que, con ellas, el gobierno de La Habana se hace de 8,000 millones de
dólares cada año.
Además de posibles prácticas corruptas, la demanda
judicial también describe el sistema represivo que sostiene la supuesta
solidaridad. El personal se recluta por medio de amenazas y presiones
políticas. Rechazar ser parte de dichas tareas en el exterior es considerado
una falta de compromiso revolucionario, con las consabidas consecuencias.
Quienes se unen al programa no son informados del destino, la duración del
mismo, ni la compensación que recibirán.
No pueden ser acompañados por todos los miembros de su
familia. No se les entrega su pasaporte y, una vez allí, deben realizar
funciones políticas si se les requiere, propaganda e inteligencia por lo
general. No hacerlo presenta riesgos para ellos y para sus familias en la Isla.
Y por supuesto agentes de la Seguridad del Estado son parte habitual de los
programas, espían de un lado y del otro.
El verdadero cinismo de la Revolución Cubana queda así
a la vista. Nótese, la misma nunca persiguió la libertad, ni los derechos
fundamentales de las personas, ni la democracia, todas ideas burguesas. Pero sí
se planteó la emancipación del proletariado, la terminación de la explotación
del trabajo por el capital. Es decir, el objetivo declarado de la sociedad
socialista era revertir la extracción de plusvalía, la diferencia entre el
salario percibido y el valor creado en el proceso de trabajo.
Regreso ahora al comienzo. Si el giro en U del
socialismo al modo de producción capitalista, como en la transición post-comunista
europea, había sido impensable para el pensamiento marxista, mucho más anómalo
habría sido una regresión hacia un modo de producción esclavista. Y esto son
las misiones médicas cubanas: tráfico de personas, trabajo forzoso y
explotación. En Cuba, el Estado-partido ha hecho que la historia marche a
contramano de la historia.
El País
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