El
pasado 5 de enero, lo que solía ser un acto protocolar rutinario de cualquier
democracia estable, se convirtió en un evento histórico para Venezuela. La juramentación de las nuevas autoridades de la Asamblea
Nacional (AN) para el año en curso, hizo visible la llegada de una
nueva generación política a la única institución democrática que le queda al
país. El diputado Juan Guaidó, que presidirá el Parlamento, no sólo es joven,
tiene apenas 35 años, sino que también es el primer militante del partido
Voluntad Popular en ocupar tan alta responsabilidad. Su partido tiene apenas
diez años de fundado. El segundo vicepresidente, juramentado para este período,
Stalin González, del partido Un Nuevo Tiempo, también es un joven de 38 años.
Ambos forman parte de un liderazgo que se ha forjado en las duras condiciones socioeconómicas
y políticas de la era chavista.
Con
la llegada de Guaidó y sus compañeros de generación comienza una era de
dirigentes con novedosas formas de comprender la realidad, de expresarlas en el
discurso político, de escoger estrategias y formas de lucha para alcanzar el
cambio. Vienen provistos de sus particulares relaciones con la sociedad civil y
la ciudadanía y, como todo relevo, traerán sorpresas, pero sobre todo portan
una renovada energía política para continuar abriendo la ardua senda de la transición.
Orígenes
políticos de Juan Guaidó y sus compañeros
Como
suele ser tradición histórica en Venezuela frente al poder autoritario,
particularmente en momentos de debilidad institucional, Juan Guaidó y sus
compañeros comenzaron su carrera como dirigentes del movimiento estudiantil
universitario. Fue en 2007, durante las protestas que se desarrollaron a partir
del 27 de mayo motivadas por el cierre del canal Radio Caracas Televisión por
parte del gobierno de Hugo Chávez, cuando despertó de nuevo el movimiento de
los estudiantes. Durante la primera gestión de Hugo Chávez (1999-2007) ese
movimiento fue poco visible.
La
causa de tal inactividad parece explicarse en el proceso de ruptura populista
ocurrida en las elecciones presidenciales de 1998 que trajo a Hugo Chávez Frías
al poder y con él, a una nueva élite política, originada en los cuarteles, pero
también en organizaciones sociales y políticas, la mayoría de ubicación
ideológica izquierdista. El movimiento de Chávez, con la propuesta de una democracia
participativa y protagónica, atrajo a muchos activistas que habían sido
particularmente dinámicos en los años ochenta y noventa, cuando entró en crisis
el modelo de desarrollo rentístico petrolero de Venezuela y la democracia de
partidos. La transformación de estos activistas, incluidos los del movimiento
estudiantil en funcionarios públicos de aquel régimen populista y progresista,
debilitó a la sociedad civil, muy protagónica en las décadas previas. En los
años anteriores a Chávez, movimientos sociales como el estudiantil, ambiental,
indígena, feminista, vecinal, sindical y de derechos humanos, habían sido muy
relevantes en medio de la crisis de representación que sufrió la sociedad. Al
escindirse y polarizarse estos actores, como fruto de la política ejercida
desde el poder, perdieron relevancia dentro del juego democrático.
Pero
en 2007, inaugurándose un segundo período presidencial de Chávez, la situación
habría de cambiar. Inesperadamente y con motivo del cese de transmisión del
canal Radio Caracas Televisión, se activaron los universitarios. Bajo la nueva
propuesta del socialismo del siglo XXI, el presidente ordenó no renovar la
concesión que poseía ese medio privado para transmitir en señal abierta. Hasta
entonces, este canal era el más antiguo y de mayor cobertura en la geografía
del país. La personalísima decisión de Chávez, aunque sustentada luego en
alegatos y procedimientos legales, puso de relieve la vocación autoritaria
hacia la que tendía de manera creciente el líder carismático.
Chávez
estaba convencido que los dueños de esa emisora de televisión estuvieron
comprometidos con el golpe de Estado fallido de abril de 2002, que lo sacó del
poder por unas horas. Envalentonado ahora por la avalancha de votos que había
recibido para su reelección decidió tomar medidas contra el canal. Para su
sorpresa, al ejecutarse la decisión el 27 de mayo, se generalizó una protesta
en importantes urbes del país y en las semanas siguientes se reactivó el
movimiento estudiantil que, contrariando las posiciones de la izquierda de
aquel entonces y, a diferencia de sus alineamientos ideológicos en el pasado,
levantó la voz en contra de la violación del derecho a la libertad de
expresión, cercenada por la decisión del Ejecutivo. El movimiento estaba
polarizado entre grupos antichavistas y chavistas, como lo estaba toda la
sociedad, pero en este caso fue claro que la mayoría estudiantil de las
instituciones públicas y privadas estaban en contra de la medida de cierre. El
gobierno se apresuró a estimular un movimiento estudiantil pro oficialista,
pero éste fue débil, poco creativo y algo burocratizado.
Es
el debut de jóvenes líderes de diversos partidos como Guaidó, que hoy comienzan
a tomar posiciones de responsabilidad en la conducción de la lucha democrática
del pueblo venezolano. Y acompañándolos vienen otros nuevos dirigentes
fogueados en los ciclos de protesta recurrentes que ha tenido después la
sociedad, particularmente los de 2014 y 2017. Este relevo sabe de política de
calle y ha sufrido en carne propia la desproporcionada y violenta respuesta
represiva del gobierno de Nicolás Maduro.
Cuando
las protestas estudiantiles de 2007 tuvieron lugar, el presidente de la
Federación de Centros Universitarios de la Universidad Central de Venezuela
(FCU-UCV) era Stalin González, hoy segundo vicepresidente de la Asamblea
Nacional. También provienen de las protestas de ese año Freddy Guevara, hoy,
como Guaidó, del partido Voluntad Popular y diputado de la AN, pero se
encuentra desde hace más de un año asilado en la embajada de Chile en Caracas
por la persecución de la que fue objeto. Otros que se bautizaron políticamente
ese año fueron Gaby Arellano, Juan Requesens, Miguel Pizarro, Daniel Ceballos,
Yon Goicochea, Nixon Moreno, José Manuel Olivares, políticos reconocidos en la
actualidad. En 2008 muchos de ellos, ya en proceso de culminar estudios,
comenzaron a incorporarse a partidos políticos que los postularon para
distintos cargos públicos: concejales, alcaldes, gobernadores, diputados.
Pese
a que se inscribieron en diversos partidos, los integrantes de la generación de
2007 han permanecido cercanos entre sí y, a diferencia de los dirigentes de más
edad, muchas veces trabajan juntos y se llevan bien. Sus discursos son de
tolerancia y muchas veces de conciliación y unión. Tras Guaidó se encuentra
entonces toda una cohorte generacional de líderes que darán nuevos matices a la
política nacional.
¿Quién
es Juan Guaidó?
Un
ciudadano venezolano nacido en la Parroquia Caraballeda del estado Vargas, en
la costa caribeña central de Venezuela, un 28 de julio, como Chávez, pero de
1983. Ese es el año que muchos venezolanos ubican como el comienzo de la ya muy
larga decadencia de la república, pues ocurrió el llamado viernes negro.
Se trató de un día de febrero, cuando el gobierno de Luis Herrera Campins
devaluó por primera vez en más de dos décadas la moneda venezolana,
simbolizando el comienzo del fin de la prosperidad petrolera. Guaidó es más
bien de extracción humilde, estudió su bachillerato en un liceo de La Guaira y
vivía allí cuando ocurrió la tragedia de diciembre de 1999. Inesperadas,
masivas y continuadas lluvias sobre el cerro del Ávila produjeron un deslave de
piedras y aludes de tierra que arrasó con barrios, urbanizaciones y poblados al
pie de la montaña y junto al mar. Esos días murió un número indeterminado de
habitantes de la zona y la escuela de Guaidó quedó sepultada. El deslave cambió
la vida de su familia que fue auxiliada por un hermano de la mamá y, desde
entonces, se mudaron a Caracas. Guaidó es un político que crece en un contexto
socioeconómico crítico, que tiene poco que ver con los años dorados de las
décadas previas.
El
ahora presidente encargado de Venezuela ha enfatizado mucho sus ancestros
militares, sus dos abuelos, uno de la Marina y otro de la Guardia Nacional, gracias
a los cuales sabe manejar un discurso de respeto y comprensión hacia un sector
que hoy representa el principal obstáculo para alcanzar la transición
democrática. Son los militares, ideológicamente adoctrinados en el socialismo
cubano, con privilegios, prebendas, cuotas de poder, y gruesos expedientes por
corrupción y violación de derechos humanos a la población, quienes aún
mantienen en el Palacio de Miraflores a la cúpula cívico-militar que preside
Maduro. Como presidente de la AN y encargado de la Presidencia, Guaidó viene
dirigiendo mensajes a los militares invitándolos a retomar el hilo
constitucional y expresándoles que de hacerlo serán bien recibidos y
respetados. Un cambio, sin duda, con relación a los agresivos y
descalificadores mensajes de otros dirigentes opositores en el pasado.
En
Caracas prosiguió sus estudios en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB),
una universidad privada. Allí se graduó en 2007 de ingeniero industrial y fue
donde inició su activismo estudiantil. Sus profesores lo recuerdan como un
líder nato. Dice su reseña en la página web de Voluntad Popular que
“participó activamente como miembro directivo del Centro de Estudiantes de
Ingeniería y recibió el reconocimiento al Alumno Integral Ucabista por su
destacada trayectoria en el área académica y extracurricular durante la carrera
universitaria”. Al salir de esta casa de estudio se dedicó a continuar su
formación y obtuvo dos títulos de posgrado, ambos en gerencia pública, uno por
parte de la Universidad George Washington/UCAB y otro en el Instituto de
Estudios Superiores de Administración (IESA).
Las
nuevas caras y maneras de hacer política
Los
estudiantes que salieron de las protestas por el derecho a la libertad de
expresión en 2007 prosiguieron ese año su activismo político incorporándose a
la campaña contra la reforma constitucional propuesta por el presidente Chávez
para reconducir el proceso venezolano hacia un socialismo del siglo XXI.
Ese proceso transcurrió entre agosto y diciembre de 2007, cuando la propuesta
constitucional fue rechazada por el voto popular. La campaña electoral del NO,
propiciada por partidos políticos opositores, contó con la vitalidad de los
estudiantes que organizaron diversas actividades, entre ellas la marcha del
cierre de campaña en la avenida Bolívar de Caracas el 2 de diciembre. La
derrota política del referendo fue la única electoral y, por lo tanto, la más
importante que tuvo Chávez durante su carrera. Este revés, lo compeliría, en su
obstinación por imponer ese cambio de régimen político, hacia ya una franca
senda autoritaria.
Es
por estos años que comienzan también nuevas iniciativas que apuntan a
reconstruir una oposición política al régimen. Para entonces, ésta había sido
prácticamente arrasada luego de las fallidas estrategias del golpe de Estado de
abril de 2002, el paro petrolero de fines de ese año, las guarimbas, el
referendo revocatorio y las elecciones parlamentarias de 2005 donde los
partidos opositores se retiraron en bloque, dejando al chavismo en control
total del Parlamento. Uno de los dirigentes de esas luchas, Leopoldo López, hoy
preso por estar acusado de incitar la violencia desatada en las protestas de
2014, al dejar su cargo de alcalde de Chacao en 2008, tomó la decisión de
buscar alguna forma novedosa de constituir un movimiento político para
continuar la lucha opositora al proyecto socialista chavista. Primero impulsa
redes sociales en los barrios populares, capta líderes sociales para estas
formas organizativas y después empuja el proyecto de un partido político de
naturaleza movimiental: Voluntad Popular. Guaidó será uno de los miembros
fundadores de ese partido en 2009, y allí desempeñó cargos como el de
coordinador del estado Vargas y responsable nacional de organización.
Apoyado
por su partido, Guaidó concurre a las elecciones parlamentarias de 2010 en las
que fue electo diputado suplente de su estado Vargas. En 2012 el partido lo
presentó como precandidato para gobernador de Vargas en unas primarias
desarrolladas por la Mesa de Unidad Democrática (MUD); la plataforma de
partidos políticos opositores, y perdió frente a Roberto Smith. Sin embargo,
para 2015 la MUD lo postula como diputado principal del estado Vargas,
ganándose su escaño. En este periodo legislativo (2016-2021) se ha venido
desempeñado como vicepresidente de la Comisión de Política Interior, presidente
de la Comisión de Contraloría, jefe de la fracción opositora y ahora presidente.
Para
el venezolano común, sometido a la interminable y atroz crisis socioeconómica y
humanitaria, además de un cerco mediático que le impide tener acceso a
información sobre las actividades de los partidos opositores o de la AN, Guaidó
fue, el 5 de enero cuando asumió la presidencia de la Asamblea, una cara poco
conocida. Sin embargo, un vistazo a su itinerario político constata su
perseverancia sin haberse detenido desde que se iniciara en la UCAB en la
primera década del siglo XXI. Es un político con una historia relativamente
amplia, siempre desde su partido Voluntad Popular.
Discurso
y retos
El
discurso del 5 de enero fue la campanada de un nuevo día para las fuerzas
democráticas del país. Guaidó asumió las riendas del único poder público
legítimo que queda de la democracia que alguna vez tuvo el país. Trae en su
rostro, figura y talante, la savia de una nueva generación. Su discurso parece
corroborar el arduo trabajo que en los meses y años anteriores han hecho
dirigentes, partidos y sociedad civil para elaborar una hoja de ruta más
sólida, compleja y viable. La apertura del nuevo año legislativo, la
juramentación de su nueva directiva y el discurso de Guaidó, mágicamente abrieron
de nuevo una ventana de oportunidades políticas para iniciar una vez más la
lucha por alcanzar la transición democrática en Venezuela.
El
discurso de Guaidó del 5 de enero fue inclusivo. Se dirigió al pueblo todo: al
que vive en el territorio y el errante por el mundo, a militares, policías,
funcionarios públicos aún aquellos que apoyan a Maduro, “el hombre en
Miraflores”. El cúmulo de irregularidades con los cuales se llevaron adelante
las elecciones presidenciales el 20 de mayo de 2018 hicieron que no fuesen reconocidas ni por la AN, ni por actores relevantes
de la comunidad nacional e internacional. De manera que Guaidó le endilgó a
Maduro el calificativo que de allí en adelante ha sido utilizado en el discurso
político: “usurpador”.
En
dicho discurso, Guaidó recordó su origen humilde y se identificó como un
sobreviviente del deslave de 1999. Reconoció la justeza de las críticas que los
venezolanos hemos hecho a las fuerzas políticas opositoras, sus fallas,
errores. Sin embargo, constató como un gran triunfo político la sobrevivencia
de la AN, gracias al esfuerzo de sus diputados, quienes han recibido toda
suerte de ofensas y represiones. Pese a reiteradas amenazas de cerrar la
Asamblea, de despojar a los diputados de sus posiciones e inmunidades y, a dos
años de no recibir salarios, estos han resistido.
Durante
su discurso aludió a la crisis humanitaria, al colapso económico, a la miseria
que ha conllevado la puesta en marcha de un socialismo que nunca tuvo respaldo
popular. Consideró que el chavismo traicionó sus propias banderas de “justicia
social, inclusión, igualdad y lucha contra la corrupción, con las cuales
llegaron al poder”.
Guaidó
enfatizó además que la crisis tiene un origen político y, por tanto, la
solución es política. Y presentó la nueva estrategia para recuperar la
democracia y volver a integrar a Venezuela en la comunidad internacional. Es
una estrategia con tres fases: a) cese de la usurpación; b) gobierno de
transición; c) elecciones libres. Esta hoja de ruta se ha constituido como un
mantra que se repite a diario en todos los espacios donde se discute la
política del país.
Guaidó
también hizo un explícito reconocimiento a la labor desarrollada recientemente,
no sólo por actores políticos, sino por la sociedad civil para elaborar
un Plan País; es decir, un plan mínimo de gobierno.
Sostuvo que, en esta etapa, la AN y sus autoridades se constituyen en el
espacio articulador del “encuentro y unificación de todas las fuerzas democráticas,
dentro y fuera de Venezuela, para que juntos logremos lo anteriormente
planteado. Y cuando digo unificación… no me refiero solamente a la Unidad de
los partidos, si no a de la Unidad Superior contra la dictadura: liderazgos
políticos y de la disidencia interna al régimen, de la sociedad civil,
venezolanos en el exterior y de los venezolanos en uniforme que sirven en
nuestra Fuerza Armada Nacional y demás instituciones del Estado”. El discurso
terminó dirigiéndose directamente a la Fuerza Armada, a la cual conminó a
sacudirse la tutela cubana e integrarse en el proceso de reconstrucción del
país: “La cadena de mando está rota. Hoy siguen más vigentes que nunca las
palabras de Rómulo Betancourt, el padre de la democracia: ‘Cuando Venezuela
necesitó libertadores, no los importó, los parió’ ”.
Tras
la juramentación de Maduro para un segundo período presidencial, considerado inconstitucional por la AN y la mayoría de las
naciones democráticas del mundo, comenzaron a convocarse cabildos
abiertos en localidades de todo el territorio venezolano para
informar, organizar y movilizar a la población a pedido del Parlamento. Guaidó
llamó a una demostración de músculo político en todas las ciudades venezolanas
para el día 23 de enero, fecha icónica en Venezuela por conmemorarse la caída
de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez en 1958.
El 23 de enero la población venezolana salió masivamente a
ocupar los espacios públicos de las urbes nacionales en sincero y sólido apoyo
a Guaidó, la AN y el nuevo esfuerzo pro democrático. Se sobrepuso a los saldos
de represión, prisión, exilio y muerte de los intentos anteriores y expresó con
su presencia la voluntad colectiva de emprender este nuevo esfuerzo. Ese día en
decenas de ciudades del mundo también ondeó la bandera venezolana, levantada
por la diáspora. En medio de esta euforia y energía, Guaidó, quien había
expresado en su discurso anterior del 5 de enero estar dispuesto a asumir
la encargaduría de la Presidencia de la República cuando
contara con el claro y sólido apoyo popular, se juramentó como presidente encargado de Venezuela. Una
iniciativa audaz y temeraria. Sin embargo, galvanizó el momento y abrió con
ello un nuevo juego político de consecuencias irreversibles.
Después
del 23E
A
los pocos minutos de la juramentación de Guaidó como presidente encargado, el
gobierno de los EEUU lo reconoció como tal. En los días siguientes los países que conforman el Grupo de Lima, y gobiernos de la
Unión Europea, entre ellos Portugal, también han venido dándole su
respaldo. La rapidez de estos reconocimientos, sobre todo del gobierno de
Donald Trump, deja ver cómo la estrategia de las tres fases, así como las
tácticas diversas que desde entonces se han venido desarrollando, incluida la
juramentación, fueron seguramente consultadas antes con partidos nacionales y
actores internacionales. Siendo esto así, este nuevo esfuerzo es el más planificado,
consultado y coordinado de los varios hechos por las fuerzas democráticas para
conminar a Maduro a que permita la vuelta de la democracia en Venezuela.
Al
cierre de este artículo, continúan día a día diversas iniciativas nacionales e
internacionales acumulando presiones inauditas para que Maduro renuncie o
negocie una salida que permita la conformación de un gobierno de transición y
el llamado a elecciones libres. En las tres últimas semanas, EEUU ha impuesto sanciones muy severas y gobiernos
latinoamericanos y europeos, incluidos repúblicas que estuvieron tras la
cortina de hierro durante la Guerra Fría, han tomado diversas iniciativas,
desde rechazar la legitimidad de Maduro, hasta suspender relaciones
diplomáticas y/o relaciones económicas y comerciales. La situación para Maduro
pareciera aproximarse a su desenlace.
Sin
embargo, el futuro es difícil de pronosticar. Los altos mandos militares siguen
cohesionados alrededor del usurpador, y poderosos intereses económicos y
financieros se aferran a los privilegios de los que han disfrutado bajo un
régimen devenido mafioso y un Estado crecientemente colapsado. Adicionalmente,
al expandirse el conflicto a la esfera internacional, Maduro también ha
incorporado a los regímenes autoritarios del siglo XXI: Rusia, China, Turquía,
Irán y Corea del Norte como aliados, lo que introduce factores más complejos
aún a considerar y hacen difícil saber cuándo se dará el punto de quiebre.
2019
ha traído la mayor oportunidad para que los venezolanos recuperemos una
república y una democracia destruidas por el proceso sociopolítico chavista; un
proceso que se inició con grandes expectativas y terminó en un fracaso estruendoso
y una tragedia indescriptible. Pese a tantas dificultades, en enero asomó un
renovado liderazgo político curtido en batallas civiles de calle e
institucionales en los escasos espacios democráticos que aún quedan en
Venezuela. La Asamblea Nacional ha surgido como la nave que emprendió esta
nueva travesía, con sus renovadas autoridades y su líder Juan Guaidó, un
personaje civil, que dice querer ser un servidor público, que trabaja con sus
colegas, que tiene relaciones sólidas con la sociedad civil, y sobre todo, que
ha advertido que nunca cejará en el esfuerzo de recomponer un futuro civilista
y democrático para el país.
Foto: Juan Guaidó retratado por Roberto Mata
18/02/2019
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