La pretensión de dominio del déspota cada vez se
naturaliza tanto que una elección estudiantil, una práctica que era rutinaria y
prácticamente intrascendente para la conciencia política nacional y más para el
ciudadano común que no pertenecía a la universidad; y prácticamente sin ningún
tipo de significación para quien vivía en otra región. Hoy día ese hecho que
solo tenía significación para la comunidad universitaria de la institución
donde se realizaba, si acaso….
Hoy día, sin embargo, es noticia nacional e
internacional. La dominación nos ha conducido a tanto que evaluamos el
comportamiento político nacional a partir de ese hecho, por ejemplo… Pero es
comprensible lo que nos sucede. ¿Por qué se valora tanto? ¿Por qué ha sido
importante para nosotros?
Justamente, porque carecemos de espacios democráticos
y celebramos las pequeñísimas trincheras conquistadas con toda razón, por supuesto.
Pero y el pero es vital… tenemos que hacer conciencia de qué celebramos, de la
escala de valores invertida a la que nos estamos acostumbrando; como celebrar
la existencia del pan en la panadería o tener gas y agua al mismo tiempo y dar
gracias a Dios… Debemos detenerla, tenemos que sacudirnos a nosotros mismos.
Tenemos que despertarnos unos a otros.
Tenemos que hacer conciencia del proceso de dominación
de nuestros cuerpos para revertirlo. La primera lucha que debemos ganar está en
nuestro interior. En nuestra conciencia, en la manera cómo valoramos los
asuntos… Es urgente despertar. Lo que sucede en Venezuela no es una vivencia en
sociedad… cada vez entramos de forma más prístina a un campo de concentración
de nuevo cuño, donde se celebra un día sin tortura o que al déspota se le
ocurrió dar una hogaza de pan o se permitió, entre golpes y porrazos, que los
estudiantes realizaran una elección.
No permitamos que se naturalice ese estado de dominio… ¡No a la dominación del déspota!
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