No es nuevo, pero siempre es
novedoso. Todo comenzó en la Francia revolucionaria con la pintura de
Delacroix: la libertad simbolizada en una deidad con las tetas al aire. La
hemos visto después en los movimientos estudiantiles de los sesenta, en las
rebeliones republicanas de Ucrania y hoy en Polonia. Las vemos cada cierto
tiempo en la Rusia de Putin. Y recientemente las vimos en Venezuela, coreando
desafiantes frente a la soldadesca armada: “no tenemos escopetas, nuestras
armas son las tetas”.
Las tetas no son un arma, pero sí son
el símbolo de un arma que se erige como alternativa frente a esa otra arma: el
falo, simbolizado en los fusiles, en las bayonetas y en las escopetas. Las
tetas han llegado a ser el anti-falo de la modernidad política.
¿Exhibicionismo? Sí, claro, pero del
bueno. Lo que se exhibe bajo la luz pública es lo que se de-muestra. Lo que se
de-muestra es lo que está oculto. Lo que está oculto es lo que ha sido
reprimido por y desde el poder. Lo que se de-muestra es el deseo prohibido. El
deseo de la teta aparece entonces como una exigencia de ser, la de ser mujer y
la de ser cuerpo en el espacio ciudadano frente a todo lo que no deja ser al
ser.
El ser no es el cuerpo pero sin cuerpo
no hay ser. El ser precede al cuerpo pero solo comienza a vivir cuando es
cuerpo. Esa es también la profunda proposición de la no santísima trinidad
lacaniana, traducida en las dimensiones de lo real, de lo simbólico y lo
imaginario.
A lo real no tenemos acceso real, por
eso lo expresamos simbólicamente a través de imágenes. Las tetas, así vistas,
representan la imagen del símbolo del ser oculto reprimido por el poder de una
dictadura brutal que impide al ser ex-presarse (es decir, salir de la o-presión).
Durante la revolución francesa las mujeres rompieron el corset. Hoy día rompen
la opresión simbolizada en el sostén. Lo que menos importa en este caso es el
sostén. Lo que más importa es el deseo de liberación del cuerpo-ser frente a
una dictadura que se siente dueña del cuerpo de sus ciudadanos.
Se trata, por cierto, de un símbolo
dual. Las tetas son para los hombres el símbolo de la sexualidad (de la
corporeidad) y a la vez, para todos los humanos, el símbolo de la maternidad
(de la vida). Lo soldados armados, escondidos detrás de sus escudos, aparecen,
por el contrario, como lo que son: los símbolos de la opresión, los mensajeros
de la muerte.
Todos los derechos humanos son
derechos corporales.
“No tenemos escopetas, nuestras armas
son las tetas”. ¡Cuánta verdad, cuánta vida, cuánta realidad se esconde detrás
de esa consigna!
LA REBELIÓN DE LAS TETAS
Fernando Mires
mayo 07, 2017
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