miércoles, 17 de mayo de 2017

Centenario de Juan Rulfo. - artículos de Juan Villoro, Javier Rodríguez Marcos y David Marcial Pérez

Cara a cara con Juan Rulfo

JUAN VILLORO

Violenta y austera, la singular poética del genial Juan Rulfo disfruta de una segunda vida en su centenario. Su larga sombra toca a nuevos autores mexicanos


"Estoy sentado junto a la alcantarilla aguardando a que salgan las ranas”, así comienza el primer cuento de El llano en llamas (1953), de Juan Rulfo. De manera emblemática, un virtuoso del estilo se sirvió de una voz incierta para ese cuento inicial. Un muchacho con una deficiencia mental mira el mundo con inocente extrañeza. Macario, el protagonista, bebe la leche de una mujer y ella le asegura que esa dicha lo convertirá en un demonio. En los ruidos de la naturaleza, él busca una clave para los enigmas del bien y el mal; decide que, cuando se callen los grillos, saldrán las almas. Esa profecía anticipa la novela Pedro Páramo(1955), donde todos los personajes están muertos. ‘En la madrugada’, otro cuento de El llano en llamas, anuncia lo mismo: en un sitio donde los desposeídos no intervienen en los sucesos, las noticias salen de las tumbas: “Voces de mujeres cantaban en el semisueño de la noche: ‘Salgan, salgan, salgan, ánimas en pena”.

La ronda de los fantasmas rulfianos no ha dejado de suceder. Su larga sombra toca a nuevos autores mexicanos. La novela Las tierras arrasadas, de Emiliano Monge; la obra de teatro Mendoza, de Antonio Zúñiga y Juan Carrillo, y el cuento Una pura brasa, de Rodrigo Flores Sánchez, son piezas de indiscutible singularidad en las que resuena un eco inconfundible, una voz que ya es el nombre propio de la tradición.

En Pedro Páramo, quienes se han librado del dolor de vivir integran un coro de voces sueltas. No es casual que el título de trabajo de la novela fuera Los murmullos. Mucho antes de las desmesuradas redes sociales, Rulfo creó una ronda de personajes dispuestos a hablar sin encontrarse, confirmando la poderosa realidad virtual de la literatura.

Cristina Rivera Garza acaba de publicar Había mucha neblina o humo o no sé qué, bitácora que aborda los parajes, los libros, las fotografías, los trabajos, las fatigas, la vida concreta y dura del hombre que sería leyenda. Entre otros asombros, Rivera Garza destaca la función liberadora que Rulfo otorga al deseo femenino: “Es claro que las ánimas que se pasean por Comala purgando culpas y murmurando historias son ánimas sexuadas”; los cuerpos han desaparecido de los confines terrenales, pero el alma de Abundio Martínez aún siente a la mujer que “le raspaba la nariz con su nariz”.

Tras ‘El llano en llamas’ y ‘Pedro Páramo’, guardó silencio. Rehusó modificar una bibliografía perfecta

Rulfo se sirve de un lenguaje deliberadamente austero para recrear la pobreza del campo mexicano. La música de su idioma proviene del uso, tenso y reiterado, de pocos elementos. En esa poética de la escasez, las palabras percuten como piedras de un desierto donde “se le resbalan a uno los ojos al no encontrar cosa que los detenga”.
La renovada actualidad de Rulfo se manifiesta en su impronta en escritores contemporáneos, pero también en una realidad que no deja de parecérsele. La violencia, el ultraje, la traición y el sentido gratuito de la muerte determinan sus páginas con la misma gramática de la sangre con que determinan la hora mexicana.
“¿Qué país es éste?”, pregunta un personaje del cuento ‘Luvina’. Cada historia rulfiana tiene su modo de ser actual. ‘Paso del norte’ trata de los mexicanos acribillados en el río de la esperanza que lleva a Estados Unidos, el infierno que Trump desea perfeccionar con un muro.

Actriz principal de 'El Despojo' 1959. CORTESÍA FUNDACIÓN JUAN RULFO

En un entorno que se decide con el filo del machete, las aclaraciones son póstumas: un asesino le explica su suerte al cadáver de su enemigo. Ahí, la política y la religión no sirven de consuelo. Gente de mucha fe, los seres rulfianos rezan hasta morder el polvo. En ‘Nos han dado la tierra’, los campesinos reciben en recompensa por sus luchas agrarias un arenal incultivable. ¿Quién manda en ese territorio? En ‘Luvina’, cuando alguien se refiere al Gobierno y dice que su madre es la patria, otro responde: “El Gobierno no tiene madre”.

En una región sin más hegemonía que el abuso, Pedro Páramo se alza como cacique y patriarca, Señor de lo Público y lo Privado. Comala es su propiedad, pero algo se le resiste: Susana San Juan. El tirano ama a una mujer indómita, atravesada por la incontrolable fuerza de la locura y una sensualidad que no tiene que ver con él. En la novela de las almas en pena, nada está tan vivo como Susana.
Rulfo nació en 1917, año en el que se escribió la Constitución mexicana. Durante un siglo, la Carta Magna ha recibido 695 enmiendas según unos cálculos, 699 según otros. Ese palimpsesto no se concibió para ser leído, sino para que litiguen los abogados. En el centenario de Rulfo, nada es más elocuente que su prosa ni más oscuro que las leyes, que semejan las palabras herméticas de la religión: “Tú sabes cómo hablan raro allá arriba”, dice una voz en Pedro Páramo.

En el México de 2016, cada mes 500 cadáveres fueron a dar a fosas comunes. Una necrópolis donde sólo las almas tienen oportunidad. Aprendemos geografía con los cambiantes nombres de las tragedias: Ayotzinapa, Tetelcingo, Acteal. Aprendemos que algo resiste con un solo nombre: Rulfo.

El autor se sirve de un lenguaje deliberadamente sobrio para recrear la pobreza del campo mexicano

Después de El llano en llamas y Pedro Páramo, el maestro guardó silencio. Dejó un puñado de cartas, textos excepcionales escritos para el cine, habló con pícara inventiva de historias futuras y rehusó modificar una bibliografía perfecta.

Una y otra vez sus páginas aluden al necesario reverso del sonido. El cuento ‘Talpa’ ofrece una moral al respecto: “Muy abajo el río corre mullendo sus aguas entre sabinos florecidos; meciendo su espesa corriente en silencio. Camina y da vueltas sobre sí mismo. Va y viene como una serpentina enroscada sobre la tierra verde. No hace ruido. Uno podría dormir allí, junto a él, y alguien oiría la respiración de uno, pero no la del río”. ¿Hay mejor retrato de una voz idéntica a la tierra?

El río de Juan Rulfo fluye “mullendo sus aguas”, “camina y da vueltas sobre sí mismo”. Ahí, la gente bebe sueños. Misteriosamente, el agua que trae tantas cosas no hace ruido, o trae el más fuerte de todos: el silencio.

Juan Rulfo retratado en México DF en1950. COLETTE URBAJTEL / ARCHIVO MANUEL ÁLVAREZ BRAVO, S.C

Ruidosas formas de estar callado

La escritora mexicana Cristina Rivera Garza propone en su nuevo ensayo narrativo una lectura del creador de Pedro Páramo alejada de la ortodoxia


 Juan Rulfo. JESÚS TOLEDO

Nacida en 1964 en Taumalipas, en la frontera de México con Estados Unidos, Cristina Rivera Garza dice que el norte no es un lugar sino una relación. También hay autores que son una relación, por ejemplo, Juan Rulfo, al que ha consagrado Había mucha neblina o humo o no sé qué (Literatura Random House), una mezcla de ensayo, narración y libro de viajes. La escritora pasó por Madrid para hablar de su particular lectura del autor de Pedro Páramo, uno de esos autores cuya obra, afirma, “no solo cruzan los géneros literarios sino que busca permanecer en el cruce”.

En silencio

“En Oaxaca me encontré con un alemán que conocía a Rulfo solo como fotógrafo. En la plática, de repente, se dio cuenta de que también escribió libros. Eso me dio que pensar. Si lo ves desde otra perspectiva, sus libros podrían ser el apéndice de sus fotografías y no al contrario. De la misma manera, podemos ver su trabajo como editor, sus incursiones en el cine, su trabajo como lector de obra antropológica como la continuación de una obra. Es decir, si nos movemos un poco de la idea de que lo literario es un mundo amurallado que se legitima y alimenta a sí mismo y vemos a Rulfo como un artista que utiliza distintos soportes, esa idea del escritor del no, del escritor que renuncia parece menos firme”.

En carretera

“No creo que haya una relación directa del tipo: tal persona vive tales cosas y escribe tales otras. Los pasadizos son más complejos. Por eso insisto en que este es mi Rulfo, no el Rulfo que tiene que ser. Hay, sin embargo, una materialidad que me parece inexcusable: hablamos de cuerpos específicos en contextos específicos. Cuando uno no viene de una familia digamos relajada económicamente o no forma parte de las clases culturales dirigentes, como era el caso de Rulfo, tiene que ganarse la vida. Era huérfano, trabajó en una fábrica de llantas —la Goodrich-Euzkadi—, luego fue vendedor de la misma firma en el momento en que se estaban desarrollando las carreteras y la industria turística mexicana, más tarde hizo informes —con fotos— para la Comisión del Papaloapan, que construyó embalses pero desplazó poblaciones enteras, finalmente ingresó en el Instituto Nacional Indigenista… Cada uno de sus empleos trajo consigo dilemas bien importantes. Si vas por el país manejando —no como el dandi que va de vacaciones, sino como alguien que tiene que poner atención y entregar un reporte—, surgen dilemas personales que al final son los dilemas de una nación: lo que el progreso tiene de construcción pero también de destrucción”.

En femenino

“En México te hacen leer a Rulfo en la Secundaria, y esa lectura te golpea. Te dicen que Pedro Páramo habla de las relaciones machistas, del jerarca, del patriarca… Esa lectura es válida, pero también hay en la obra una presencia carnal muy fuerte de las mujeres, un deseo explícitamente enunciado: hay cuerpos menstruando, machos emasculados y relaciones de eso que ahora llamaríamos sexualidad alternativa, presencias que, de repente, dicen ‘llámame Dorotea o Dorotea’… Es un mundo complejo. Las lecturas con las que yo crecí son válidas, pero parciales. Rulfo sigue vivo y transformándose”.

La escritor mexicana Cristina Rivera Garza, en Madrid. ÁLVARO GARCÍA

En Macondo

“El padre Rentería se acordaría muchos años después de la noche en que la dureza de la cama lo tuvo despierto y después lo obligó a salir. Fue la noche en que murió Miguel Páramo” (Juan Rulfo, Pedro Páramo. Fragmento 39). “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. (Gabriel García Márquez, Cien años de soledad. Página 1). “Generalmente pensamos que la influencia entre escritores siempre es abstracta o se basa en que un personaje nos recuerda a otro. Reparamos menos en la cocina de la escritura, en algo bien pequeñito pero fundamental como un tiempo verbal. ¿En este caso es consciente? García Márquez dijo en muchas entrevistas que después de leer Pedro Páramo encontró nuevas maneras de enfrentar sus propios proyectos. Cuando escribimos hay muchas cosas que hacemos sin saber, pero un escritor debe tener un control sobre sus instrumentos. Y los tiempos verbales están entre esas cosas sobre las que uno no puede darse el lujo de decir: ‘Ah, salió así’. ¿Por qué? Porque si no funciona en la página 3, en la 50 vas a tener un lío insalvable”.

En México

“Al contrario de lo que pasa con otros autores igualmente relevantes, en México la opinión sobre Rulfo es casi unánime. No solo se trata de un autor muy leído sino también muy querido. Claro que hay dilemas y discusiones, pero hay una unanimidad acerca de su importancia, luego vendrán los énfasis en por qué es importante. Sus libros te permiten una relación más horizontal, más activa. Su alejamiento de la anécdota —o su uso apenas estratégico de la anécdota— incentiva una participación mucho más metiche de los lectores. Rulfo es nuestro gran experimentalista. Esa libertad hace que sea universal, no solo de México ni de una parte de México. Élmer Mendoza me decía hace poco que quien ha leído con más interés a Rulfo es cierta generación de autores norteños: por las características del lenguaje y del paisaje en el norte. Tal vez sea cierto. Y eso que en la lectura ortodoxa continuamente se está tratando de regresar a Rulfo a Jalisco. Sin quitar la relevancia que tiene Jalisco, Rulfo es más andariego, más migrante, más nómada. Conforme pasan los años entendemos más y más los caminos que abrió. Por supuesto es el gran escritor, la gran voz, pero, por serlo, nos permite abordarlo menos desde el altar y más como un escritor con el que seguir dialogando. En un curso en la Universidad de California, lo asigné como lectura para estudiantes que solo hablaban inglés. Una alumna dijo: ‘O sea, que este es el gótico mexicano’. Pensé: ‘Qué bien que lean a Rulfo desde otros lados’. Y sí, claro, Pedro Páramo también es una historia de exmuertos o de zombis o de no muertos. Estas lecturas que vienen de fuera, sin el peso de la doxa, nos enseñan a abrir ventanas nuevas de esta casa generosa que es Juan Rulfo”.

En llamas

Semanas después de su estancia en España, Cristina Rivera Garza vio cómo desde la Fundación Juan Rulfo se tachaba su libro de “difamatorio”. La escritora sostiene que su obra —“basada en archivos públicos a los que los lectores tienen acceso abierto”— es un trabajo “señalado por el afecto —lo que nos conmueve y lo que nos conmina y, sobre todo, lo que nos compete— de una lectora por la escritura de un autor de cabecera”.


Brillante fotógrafo, formidable escritor

La Universidad de México concentrará el grueso de los actos que reivindican la obra del autor tras superar un choque con la fundación que gestiona su legado


Instrumentos musicales, Tlahuitoltepec, Oaxaca (1955). Fotografía de Juan Rulfo. FUNDACIÓN JUAN RULFO

La universidad insignia de México, UNAM, concentrará el grueso de los actos de conmemoración del centenario de Juan Rulfo. Una semana —del 16 al 19 de mayo— de conferencias y presentaciones de libros que servirán además para sellar la reconciliación entre una pata de la universidad y la Fundación Juan Rulfo, albacea del legado del autor jaliciense, tras una polémica abierta un mes antes. El motivo de la controversia fue la programación en una feria universitaria de un ensayo de Cristina Rivera Garza sobre la figura de Rulfo, una obra que la fundación considera difamatoria, y que desencadenó la renuncia de su director a participar en la feria, así como la retirada de la cesión tanto de las fotos como del nombre de Rulfo para ilustrar el evento. Pasado el choque, que levantó una fuerte polvareda mediática en el país, finalmente habrá paz en la celebración de los 100 años del autor de Pedro Páramo.

“Nuestra relación con la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) sigue intacta. El eje fundamental es la cátedra extraordinaria Juan Rulfo que se creó en 2013 y que sirve como marco para la realización de encuentros como los del centenario”, señala Víctor Jiménez, director de la fundación. Las jornadas, con sede en distintas facultades, están organizadas en forma de tríptico diario: una mesa redonda, una presentación de un libro y una conferencia. Algunos títulos: Lo fantástico en algunos cuentos de ‘El llano en llamas’, Juan Rulfo y sus personajes: las víctimas de la espera o Confluencias entre Rulfo y García Márquez.

Con calado internacional, entre los ponentes destaca el catedrático español José Carlos González Boixo, que abordará el encaje del autor mexicano en el tablero del realismo mágico, o el japonés Fukumi Nihira, que diseccionará las analogías rufianas con Ryunosuke Akutagawa, autor de cuentos de principios de siglo centrado en los mitos del Japón feudal.

Rulfo subrayó la diferencia entre sus ficciones y estampas, pero ambas se contaminaron como parte de una misma forma de observar el mundo

La editorial hispanomexicana RM, titular de los derechos de Rulfo, prepara una edición especial con tirada limitada que reunirá las únicas tres obras del autor jaliciense: la novela Pedro Páramo, una recopilación de todos los cuentos que trasciende la edición clásica de El llano en llamas y El gallo de oro, una breve narración que fue concebida en origen como guion de cine. Aprovechando el centenario, se presentarán también este año toda una batería de publicaciones: una reedición actualizada de Noticias sobre Juan Rulfo, la biografía canónica del catedrático de la UNAM Alberto Vital; Ladridos, astros, agonías: Rilke y Broch en el lector Rulfo, un ensayo del director de la fundación; una edición bilingüe español/náhuatl de Pedro Páramo, y un estudio sobre la relación del autor mexicano con el mundo del cine a cargo del estadounidense Douglas J. Weatherford, que recogerá el guion adaptado que Carlos Fuentes y García Márquez elaboraron para El gallo de oro.

La otra gran faceta del célebre escritor, la fotografía, también tendrá un hueco. La retrospectiva El fotógrafo Juan Rulfo se inauguró en Puebla el pasado 9 de abril y sirvió de pistoletazo de salida para la celebración de la efeméride. La muestra, la primera gran retrospectiva que de manera más completa y sistemática se ha sumergido en su archivo visual de la mano de la agencia Canopia y la propia fundación, va acompañada de un riguroso catálogo y está previsto que aterrice también en la capital mexicana durante los próximos meses.

LEER COMALA

  • Juan Rulfo. Biografía no autorizada. Reina Roffé. Fórcola, 2017.
  • Rulfo. Una vida gráfica. Óscar Pantoja y Felipe Camargo. Rey Naranjo Editores, 2017.
  • Había mucha neblina o humo o no sé qué. Cristina Rivera Garza. Literatura Random House, 2017.
  • El llano en llamas, Pedro Páramo y otras obras. En el centenario de su autor. Pedro Ángel Palou y Francisco Ramírez Santacruz (editores). Editorial Iberoamericana. Editorial Vervuert, 2017.
  • Revista Turia. Número de junio dedicado a México en el centenario de Juan Rulfo.
  • Elegías de Duino. Rainer Maria Rilke. Versión de Juan Rulfo. Sexto Piso, 2016.
  • Pedro Páramo. El llano en llamas. El gallo de oro. Juan Rulfo. Editorial RM. Texto definitivo establecido por la Fundación Juan Rulfo.
Autodidacta, las primeras fotos de Rulfo son de los años treinta, más de una década antes de publicar su primer relato. Aunque el propio autor subrayó la diferencia radical entre sus ficciones y sus estampas, ambas facetas se contaminaron como parte de una misma manera de observar el mundo. “En sus narraciones se aprecia que muchas de las descripciones del paisaje, las texturas o el comportamiento de la luz son de una persona con altos conocimientos de fotografía”, apunta Paulina Millán, historiadora del arte y especialista del ámbito visual del escritor.

La muestra incluye 150 fotografías, las revistas donde publicó muchas de ellas, catálogos de otras exposiciones, sus incursiones en el cine y hasta recortes de fotografías de autores a los que admiraba, como Alfred Stieglitz o Paul Strand. Paisaje, arquitectura y vida rural son los tres ejes de su trabajo con la cámara. “Son composiciones muy clásicas, nada forzadas, muy pensadas”, añade Millán. “Podía pasarse horas sentado esperando el momento”.

Con menor acento académico, la feria de la polémica reunió en abril a destacados escritores mexicanos para debatir el legado de Rulfo: Antonio Ortuño, Emiliano Monge o Guadalupe Nettel, actual integrante además del equipo de Difusión Cultural de la universidad que programó el evento. También acudieron a la cita dos de los hijos del escritor, que quisieron cerrar las desavenencias abiertas con el ensayo ficcionado Había mucha neblina o humo o no que sé: “Es una obra ambigua. Toma una serie de elementos con cierta libertad creativa que son realmente banales y que buscan crear una imagen disminuida de mi padre. La familia y la Fundación actuaron en descuerdo a una obra que se considera que denigraba. Pero no hay ninguna enemistad. Por eso estamos aquí, para demostrar que no hay diferencia alguna, ni familiar, ni con la Fundación, ni contra la UNAM. Lo importante es nuestro padre y su obra”.


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