miércoles, 21 de septiembre de 2016

¡Si hay esperanzas! Los samaritanos - Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo


El Papa Francisco ha invitado este año, como antídoto ante tanta violencia y corrupción campeante en el mundo, a descubrir el auténtico sentido de la misericordia: cargar con el mal ajeno como si fuera propio y poner los medios para superarlo o al menos paliarlo. En Venezuela estamos viviendo una crisis que tiene su raíz en no querer aceptar, asumir y corregir los males que sufre la mayoría de la población. Achacar la culpa a otros, confrontar, descalificar,
eliminar al que no es amigo, no es solución, al contrario, así se agrava más el problema.


Pero hay acciones que no deben pasar desapercibidas porque son ejemplarizantes. Hace unos meses un grupo de médicos del HULA se declaró en huelga de hambre ante la crónica falta de insumos para atender a los pacientes y por la precariedad de un sueldo que no cubre las necesidades mínimas y obliga a abandonar el trabajo. Este gesto fue calificado por el responsable de la Corporación de Salud como fuera de lugar, mentiroso y falso. No contento con ello, se intentó tomar acciones contra dichos galenos. La realidad demostró que sí tenían razón y las medidas ofrecidas no han pasado de promesas incumplidas.

¡Paradojas de la vida! este mismo señor sufrió un infarto y fue
llevado al HULA. Lo atendieron los mismos a quienes quiso vejar. Pero ellos actuaron como debía ser, con prontitud y presteza, porque primero está la vida de un ser humano que sus ejecutorias precedentes. ¡Qué paradoja! Tampoco contaban con el instrumental requerido. Lo buscaron a como diera lugar y lo encontraron, ¡otra paradoja! Lo había en la oficina del Director del Hospital.

Sin la competente y rápida intervención de este equipo médico, la vida de este paciente pudo haber llegado a su fin. Está en cuidados intensivos. Dios quiera y lo pedimos al Altísimo, que se recupere para su bien, el de los suyos, y el de toda la comunidad. ¡Sí hay esperanzas! Veámonos en el espejo de la actuación de estos médicos samaritanos. Es lo que todos debemos seguir haciendo. Si en el caso del Sr. Brito, las autoridades se hubieran comportado como los médicos de Mérida, seguramente estaría vivo y entre nosotros. Vuelve a vencer el bien sobre el mal.

La exclusión, la prepotencia, el hacerse sordos al clamor del pueblo de que no vamos por el camino correcto, lleva a la muerte y no a la vida. El camino correcto nos lo muestra la conducta de los médicos merideños. No nos dejemos robar la esperanza, ni nos dejemos robar la verdad y el bien colectivo. Gracias queridos y anónimos servidores de la salud. Su testimonio nos anima, alegra y empuja a seguir la senda correcta en todos los campos de la vida del país. ¡Qué viva la dignidad del médico venezolano! Dios los bendiga.

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