Aldo Minati sale a
trabajar todos los días. “No pienso parar”, señala orgulloso.
Existen
personas cuya edad no concuerda con su ritmo de vida. Es el caso de Aldo
Orestes Minati, vecino de Florida Este, quien a los 96 años continúa
“disfrutando” de salir todos los días para trabajar como médico legista.
“Siempre fui un hombre de laburo, no me gusta estar quieto ni pienso en mi
retiro”, señala.
Señor doctor.
A pesar de su edad, y de
haber estado internado hace tan sólo dos meses por “un pequeño problemita”,
según indica al pasar, Aldo trabaja junto con sus hijos en un estudio jurídico.
“Intervengo para ayudar al médico de la empresa cuando hay lesionados”, aclara.
Su rutina consiste en ver al cliente, ver en qué estado se encuentra y llevar
el caso a Tribunales. “¿Cuántas personas de 96 pirulos crees vos que hay allí?
Soy el único, me conocen todos”, se responde entre risas. Y agrega: “Como todo,
tantos años vividos intensamente tiene sus aspectos positivos y negativos. El
lado malo es que vi fallecer a todos mis amigos. El bueno, y el que más
disfruto, es ver crecer a mis tres hijos, catorce nietos y tres bisnietos”.
Señor doctor 2
Minati afirma no tener una receta mágica
para llegar tan jovial y con tantas ganas de vivir a los 96, pero sí puede dar
algunos consejos: “Nunca fumé, trabajé mucho y durante toda mi vida practiqué
algún deporte que me gustara. Hay que disfrutar cada instante y mimar mucho el
estado de ánimo. Incluso, jugué al fútbol hasta los 40 años y, en paralelo,
hacía atletismo. Fui especialista en decatlón, salto en alto, largo y
jabalina”, revela.
En 1928, cuando tenía
ocho años, Aldo desembarcó junto con sus padres en Buenos Aires. El joven
provenía de un pueblito italiano llamado Grigno Valsugna. “Al no soportar más
las guerras que tenían lugar en Europa a cada rato, mis viejos tomaron la
decisión de escaparse y venir a ‘hacer la América’”, cuenta. Luego de
instalarse en el país, su madre comenzó a trabajar en el Hospital Otamendi como
enfermera. Siendo muy chico, iba a visitarla a su lugar de trabajo, y así fue
como conoció su verdadera pasión: la medicina. “Veía y tocaba todos los
aparatos, me hacían entrar al quirófano e incluso fui testigo de varias
operaciones”, recuerda quien se recibió como médico en la Universidad de Buenos
Aires.
Su extensa carrera
comenzó en 1953 dentro del Hospital Italiano y, meses después, conoció Florida
cuando empezó a hacer guardia en el Hospital Houssay. “Quedé enamorado del
barrio apenas lo pisé y nunca más me fui”, señala. Tiempo después, instaló un
consultorio en Rosetti e Yrigoyen, lugar donde decidió quedarse para vivir sus
años de juventud.
La experiencia más
importante y que más conocimientos le brindó su oficio fue trabajar en el
Clínicas. “Ese hospital era la excelencia misma. Ahí vi todo tipo de
enfermedades como lepra, rabia, y hasta me tocó atender durante la epidemia de
poliomielitis, en 1955”, recuerda. Sin embargo, en lo que más trabajó fueron
los partos. “No tengo un número fijo, pero sin dudas participé de más de 6.000:
hacía siete por día, imaginate”, expresa. Es por eso que cuando sale a caminar
por el barrio, mucha gente lo reconoce y se detiene a saludarlo. “Me cruzo con
abuelos que vi nacer con sus nietos por la calle, es impresionante”, afirma.
Varias
veces, familiares de Aldo lo tentaron para mudarse a Capital Federal, pero él
esta enamorado de Florida y no piensa irse. “No podría mudarme. Extrañaría
demasiado la vida acá”, cierra el incansable trabajador.
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