lunes, 26 de noviembre de 2018

Juan Planchard y el club de los bolichicos. Dos entrevista con Jonathan Jakubowicz



Jonathan Jakubowicz incursiona en la literatura. Su novela “Las aventuras de Juan Planchard” se agota en las librerías venezolanas y de EEUU porque describe la vida loca de los bolichicos, “esos chamos que de pelabolas pasaron a multimillonarios, gracias a las empresas ficticias que montaron con Chávez y ahora con Maduro”

No son pocos los venezolanos que sepan de su existencia, pero nunca lo advirtieron. Pudo tratarse, por ejemplo, del vecino del edificio con quien usted se topaba en el ascensor y se justificaba de no poder pagar los tres meses de condominio porque seguía en el desempleo. Hasta que un buen día se aparece con coche nuevo, y un sábado en la mañana se despide porque se compró una quinta en La Lagunita. De manera que Jonathan Jakubowicz no se inventó nada, o casi nada, sino enterarse de la suerte de algún conocido suyo para escribir Las aventuras de Juan Planchard, la historia del joven de El Cafetal egresado de la Universidad Metropolitana que, en un abrir y cerrar de ojos, ingresó al club de los bolichicos. Usted sabe, esos multimillonarios que se gastan, a decir del autor, miles de euros en banquetes, ferraris, joyas, pericos y putas, gracias a los negocios ficticios que montaron durante los gobiernos de Chávez y ahora con Maduro, sin importarles que su primo pobre de Trujillo muriera en la cola del hospital esperando una operación de apendicitis.

Reconocido en Hollywood como buen director y guionista desde el éxito de Secuestro Express, y luego con Hands of Stone, filme que presentó en el Festival de Cannes, Jakubowicz relata en su primera novela la vida loca de esos profesionales que, sin necesidad de inscribirse en el PSUV, dieron el golpe del siglo y ahora son vistos en los círculos de la clase alta de Miami, Nueva York, París o Madrid como los nuevos jeques con fondos ilimitados y pasión por la droga y las mujeres. “Con la suerte para mí que algunos de ellos se me acercaban porque conocían mi obra y entre un trago y otro me contaban sus historias”, revela este venezolano de 39 años, quien compara al cineasta con un psicólogo: todos te quieren contar su vida porque en el fondo todo el mundo cree que su vida merece una película.

-Venezuela arde por todas partes y usted se aparece con una novela que le echa más gasolina al fuego ¿Las aventuras de Juan Planchard es una novela de denuncia?

-La novela salió en diciembre, cuando el país languidecía entre la ridícula ilusión electoral y la burla histórica del diálogo. Todo parecía perdido y no había sino frustración y derrotismo en el pueblo. Parece mentira pero nada de eso es parte de la realidad de Venezuela ahora, apenas cuatro meses después. Creo que toda la gasolina que se le pueda echar a nuestro fuego es necesaria, y así haya sido una sola persona la que dijo “basta” al leer mi obra, me enorgullece haber puesto mi grano de arena en ese despertar que finalmente estamos viviendo.

-Usted se preguntaría una y otra vez cómo hicieron esos chicos profesionales, sin estar inscritos en el PSUV, para acercarse a Chávez, venderle un plan y volverse multimillonarios ¿A qué conclusión llegó?

-Chávez era un tipo pragmático. La inscripción en el PSUV sólo la consideraba necesaria como control social de los más necesitados. Pero en materia de negocios siempre se asoció con millonarios y en muchos casos con extranjeros. Como casi todos los guisos giraban alrededor del control de cambio, los empresarios con contactos en el exterior eran particularmente útiles para negocios de corrupción. A mí lo único que me impresiona es la magnitud del billete que se robaron.

-¿Usted conoció casos reales de bolichicos o simplemente se nutrió con noticias y denuncias de opositores, y lo demás se lo dejó a la imaginación?

-Conocí varios. Algunos desde que eran unos limpios y uno se los conseguía en rumbas de Caracas en los 90; y otros en el mundo del cine. Los chavistas han logrado apoderarse de tanto dinero que ya son bienvenidos en los círculos más exclusivos del cine mundial, pues se sabe que son inversionistas potenciales y sueltan dinero a lo loco con tal de codearse con alguna estrella de Hollywood.

-¿Por qué si hay unos supuestos corruptos de linaje como Diosdado Cabello o la familia Chávez la toma con esos muchachos que solo estuvieron en el lugar adecuado, en el momento adecuado?

-La corrupción familiar es algo típico en la historia del mundo. Miami está lleno de hijos de gobernantes de toda Latinoamérica que se robaron unos reales. Lo que hace único al chavismo es la extensión de la estructura criminal que construyeron, y cómo ésta se conjuga con un estilo de vida alocado que deja en pañales a Pablo Escobar. El venezolano es rumbero por naturaleza, y si de la noche a la mañana pasa de estar pelando a tener millones de dólares, se convierte en una especie de animal que lo único que quiere es gozar. Eso es lo que captura la historia de Juan Planchard. Lo que somos desde arriba hasta abajo, con dinero y sin dinero.

-¿Cuál sería la reacción de los venezolanos, que ya hoy lo han visto todo, al leer su novela y enterarse de ese mundo de droga, sexo y dólares de jóvenes que pudieron hacer algo por el país?

-Es muy importante que se entienda lo que pasó en Venezuela en los últimos 18 años. Hasta el día de hoy la revolución de Chávez tiene un aire de respetabilidad en buena parte de la población, sobre todo en esa enorme cantidad de gente que votó por él pero odia a Maduro. Todo eso desaparecerá si logramos exponer la realidad ante la gente. No podemos crear un nuevo país sin comprender la magnitud del asalto a Venezuela que realizaron. Mi libro es sólo el comienzo de un proceso de entendimiento que será muy duro para algunos venezolanos, que sí creyeron en las buenas intenciones de unos delincuentes que se aprovecharon de la voluntad de la gente. Para tener un país a futuro no sólo hace falta sacar a los ladrones del poder, también es necesario reformar los valores y carencias educacionales que hicieron posible el ascenso político de unos tipos que desde su primer acto público estaban cometiendo un crimen.

-Habrá quienes piensen que la aparición de esos muchachos avispados en la rebatiña chavista sirva de tapadera para que generales, ministros y diputados rojitos sigan robando.

-En el libro se describe la manera en la que se relacionan los bolichicos con ministros y militares, y cómo está estructurada la vaina. Es una de las razones por las que escribí el libro, pues la complejidad de la corrupción chavista no puede ser explicada en un artículo de opinión o mucho menos en una serie de tuits.

-Siendo esos bolichicos de su misma generación ¿no tuvo ocasión de estudiar con uno o conocer algunos de ellos en su estado larvario; es decir antes de que se corrompieran?

-Conocí algunos y con otros tengo amigos en común. Venezuela es un pueblo y todo el mundo se conoce.

-¿Cómo llevan los bolichicos su ritmo de vida?

-Entre Ferraris, perico, yates, putas, aviones privados, caballos de carrera y mansiones y pent-houses en todas las capitales importantes del mundo.

-¿Cuál cree que sea el sentimiento de esos tipos que, aunque están fuera del país, no son ajenos al escenario de miseria, de gente que muere por falta de medicamentos, etc.?

-Me ha sorprendido recibir mensajes de bolichicos arrepentidos, que leen el libro y entienden que fueron cómplices de un crimen sin precedentes, algo que al parecer nunca antes habían pensado. Nuestra descomposición social es tan grande que un tipo que se mete 14 millones de dólares en negocios chavistas piensa que no hizo nada malo. Por eso el libro está narrado en primera persona, para que la gente comprenda la psicología de estos personajes, y cómo justifican lo que hicieron sin ningún remordimiento.

-Lo cierto es que su novela se ha convertido en éxito editorial en Venezuela. Siendo usted el director de Secuestro Express, es obvio que esta historia vaya también al cine…

-Estoy muy orgulloso de la obra como libro. Creo que Venezuela vive un momento en el que estamos sobresaturados de imágenes. Hace falta pensar y a veces un libro invita más a pensar que cualquier otro arte. Todo el mundo me decía que el venezolano no lee y yo me propuse ponerlo a leer. Es lo que nos hace falta, en todos los sectores de la sociedad. Si en Venezuela se rezara menos y se leyera más, toda nuestra desgracia se hubiese evitado. Antes de Chávez ya teníamos a la élite económica más inculta de la tierra, y la cosa no ha hecho sino empeorar.

-¿Cómo se desarrolló el proceso de investigación de nombres y el rol que esos “afortunados” ejercían en Miraflores? ¿Puede decir algunos nombres o apellidos ?

-La revolución legalizó el crimen a través del control de cambio, y los que lo aprovecharon en teoría no violaron ninguna ley. Eso en parte es lo que los hace tan difíciles de enjuiciar, y lo que les permite contar sus historias libremente. Tuve la oportunidad de conocer a varios a raíz del lanzamiento de mi película Hands of Stone (Manos de piedra, con Edgard Ramírez y Robert De Niro) en el Festival de Cannes. En torno al evento hay mucha rumba, y los chavistas son vistos como nuevos jeques con fondos ilimitados y pasión por el perico y las putas. Muchos se acercaban a mí porque conocían mi obra y entre un trago y otro me contaban sus historias. Un cineasta es como un psicólogo, todos te quieren contar su vida porque en el fondo todo el mundo cree que su vida merece una película.

-¿Con cuántos Juan Planchard se ha topado en Miami, Nueva York o París?

La realidad que refleja Juan Planchard no delata a un individuo sino a una sociedad que se devoró a si misma por su ambición de tener más.

Entre una cosa y la otra, tenemos que revisar el culto a Bolívar. Ahí está la clave cultural que permitió a la masa idolatrar a un militar. Nuestro drama fue que una mitad idealizó a Chávez; la otra, lo subestimó. Todos nos pasamos de idiotas.

-Madrid, según afirman, se ha vuelto santuario de bolichicos cuyas inversiones en restaurantes, inmuebles y hasta en la bolsa parecen no ser investigadas. ¿Será impunidad o complicidad?

-Ha habido algunas investigaciones, en los bancos de Andorra, en los que han salido chavistas con cientos de millones de euros. Es difícil evaluar si existe o no complicidad oficial en España. Lo cierto es que a Pablo Iglesias y a su partido no los conocería casi nadie de no ser por el realero que invirtió Chávez para impulsarlos. Y lo de Rodríguez Zapatero ayudando a Maduro a matar estudiantes, sin duda es uno de los capítulos más oscuros de la historia de la diplomacia española.

-Esta novela, al igual que su película Secuestro Express, muestra a un venezolano inquieto por su país. ¿Es ese el ámbito en el que mejor se mueve su trabajo creativo o hay también una preocupación latente por el futuro de Venezuela?

-Venezuela me duele y me inspira. A veces creo que veo cosas que otros no ven y por ello siento la necesidad de decirlas. Cuando salió Secuestro Express muchos la acusaban de exagerada. Si la ves ahora te das cuenta de que en todo caso se quedó corta. Lo mismo pasará con Las Aventuras de Juan Planchard. Hay gente que cree que es exagerada, pero cuando se termine de destapar la información de lo que fue el asalto bolivariano a Venezuela, verán que todo nace de la realidad. Y que lo insólito es que todo esto haya ocurrido frente a nuestras narices.



Jonathan Jakubowicz: El chavismo es la celebración de la mediocridad
28 julio, 2018


Jonathan Jakubowicz se metió bien adentro de la revolución, allí donde otros dicen “no gracias” y escribió un libro, “Las Aventuras de Juan Planchard”, de esos que no puedes dejarlos hasta que lo terminas de leer.

Publicado hace año y medio pero hoy más vigente que nunca, el libro, que bien puede decirse ha sido un best seller, ilumina con potente crudeza la vida y peripecias de la nueva clase dominante venezolana, protagonista del más colosal saqueo que pueda haberse perpetrado contra un país y su pueblo. El modus operandi de los guisos multimillonarios, el sexo, las drogas, las rumbas orgiásticas que tienen como escenarios el territorio del imperio que tanto critican, caben en un relato que muy pocos se han atrevido a contar. Pero Jakubowicz y la mirada crítica de su ojo inquisidor también se pasea por la clase media de un país que a su juicio “es el más racista del mundo”.
Periodista egresado de la UCV, Jakubowicz llegó a la literatura por la vía del cine. Director, escritor y productor de dos películas (Secuestro Express y Manos de Piedra), ambas con éxito de taquilla y de crítica, el libro va mucho más allá de una trama interesante y se convierte, con su prosa ágil y cinematográfica, en un documento indispensable para saber cómo están asesinando a un país.

-¿Eres de quienes piensan que la respuesta de los escritores venezolanos al fenómeno político que está viviendo el país, desde hace ya casi veinte años, ha sido escasa, tímida y casi ausente en lo que se refiere a la novela?

– Desde los comienzos del chavismo, siempre hubo un mayor porcentaje de artistas, cineastas y escritores venezolanos que colaboró con la revolución. Fuimos pocos quienes denunciábamos los abusos que desde el principio eran evidentes. Fue algo sumamente decepcionante presenciarlo y eso me distanció de muchos colegas. Como buena parte de la población, veían el corto plazo sin importar el futuro. Para cualquiera que esperara más de los intelectuales y artistas, era un claro indicativo de que nuestra crisis moral nos llevaría a la destrucción total de la sociedad, ese lugar tan duro en el que estamos ahora. Pero también creo que sufrimos de cobardía editorial. Sin duda los libros más críticos de Venezuela no se han publicado porque las editoriales tienen miedo de que las cierren.

-Podrías explicar las causas de este vacío sin respuesta ante las dimensiones de un trastorno que afecta la existencia de un país y que, sin embargo, pareciera dejar fríos a los escritores.

– Durante la era Chávez fue por interés. Es difícil ganarse la vida escribiendo en Venezuela y los comunistas siempre se las arreglan para esclavizar a los intelectuales a cambio de privilegios. En la era Maduro hay algunos para los cuales ya es muy tarde, pues les quedaría ridículo criticar a la revolución que defendieron. Y hay otros que no logran publicar por el miedo de las editoriales, o incluso por miedo propio. Cuando yo voy a Venezuela lo hago en operación comando, con otro pasaporte y con bajo perfil. Si viviera en Venezuela y publicara Las Aventuras de Juan Planchard, probablemente estaría preso. Y a nadie se le puede pedir que vaya preso.

– Se escriben reportajes, se presentan documentales, series de televisión, se publica libros bajo la forma de biografías, ensayos, poemas y crónicas, pero muy pocos se atreven con la novela. ¿Por qué crees que están pelando ese boche?

-Eso habría que preguntárselo a ellos, los sospechosos habituales. Pero estoy seguro de que hay varias novelas buenas por ahí que nadie quiere publicar.

-¿No es muy poco lo que podemos exhibir si lo comparamos con casos similares como el de Cuba o el de la Unión Soviética, donde decenas de escritores dieron a conocer sus terribles realidades gracias a la novela?

– Venezuela nunca ha sido un país de novelistas. Se nos obliga a leer a Rómulo Gallegos y a Miguel Otero Silva pero todos sabemos que son insoportables. Y eso hace que a la población no le guste leer, porque cree que leer es calarse esa ladilla. Yo tuve la suerte de que fui expuesto a escritores muy superiores y de ahí nació mi pasión por la lectura, que es la única madre de toda pasión por la escritura.

-Lo curioso es que tampoco, en el bando chavista, hay talentos que presten su pluma para escribir, por ejemplo, “La catira”, la novela que Pérez Jiménez le encargó a Camilo José Cela en los años cincuenta.

– En Venezuela la élite cultural no lee y el chavismo desprecia la cultura. Si fuésemos un pueblo más educado nada de esto hubiese pasado. Había que ser un completo ignorante de la historia para dejarse engañar por Chávez, y la mayoría se dejó por eso, por idiota.

– Incluso, si retrocedemos más en la historia de Venezuela, hasta el mandato de Juan Vicente Gómez, uno se encuentra con testimonios indispensables como las Memorias de un Venezolano de la Decadencia, de José Rafael Pocaterra.
– Venezuela fue de la barbarie al iPhone sin pasar por la Ilustración. El chavismo es la celebración de la mediocridad como identidad nacional. Todo lo que suene a cultura es puesto bajo sospecha. Los dictadores de antes se querían lucir con las élites y por eso pagaban por obras literarias. Los chavistas se lucen con sus aviones y sus putas. Es otra mentalidad.

– ¿Cómo se instala, en este vacío, tu libro Las Aventuras de Juan Planchard?

– Pienso que abre puertas. Mi lector preferido es el que me escribe que no se había leído un libro en diez años y se leyó el mío en cuatro horas. Inmediatamente me pide recomendaciones para seguir leyendo. Me enorgullece mucho ayudar a crear un nuevo lector. Y creo que por eso resonó tan masivamente

– Tu prosa me sonó a Miller y a Bukowski.

– Muchas gracias. Ojalá algún día llegue a los talones de esos maestros.

– Te metiste tanto en el personaje que a veces uno se olvida de él y piensa que eres tú. ¿Investigaste o viviste la experiencia?

– Estuve en casi todos los lugares y conocí muchos de estos personajes, pero Juan no se parece a mí en nada. De hecho pensamos de manera completamente opuesta. Pero sin duda el objetivo era que el lector sintiera sinceridad completa de parte de quien narra la obra. Y el nivel de autenticidad es tan exacto que nadie discute su veracidad, a pesar de ser ficción. La literatura psicológica en primera persona es mi preferida. Se convierte en un diálogo directo entre el personaje y el lector y eso es lo más sabroso que existe.

-En un párrafo Juan rompe un lugar común reinante entre los venezolanos, sobre todo en la clase media: “Venezuela es el país más racista del mundo”.

– Es la verdad, en eso sí estoy de acuerdo con Juan. El venezolano es tan racista que no es capaz de identificar su racismo como tal. Y eso se extiende al complejo postcolonial que Chávez manejó tan efectivamente. Fue una revolución nativista y xenófoba, que le terminó regalando el país a potencias extranjeras.

– Te burlas de la decoración del yate que compró la ministra de prisiones y sacas a relucir la chabacanería de los nuevos ricos chavistas.

– La estética opulenta chaborra de los revolucionarios es para matarse de la risa. Pero ni siquiera es culpa de ellos. Fueron educados por las pésimas telenovelas que se hacían en el país y con sus millones de dólares siguen tratando de lograr ser como la representación de las élites que admiraban y envidiaban en esas telenovelas. En el fondo el millonario chavista es un personaje muy triste. Por eso se meten tanto perico, para substituir su depresión por euforia inducida.

– En el libro si bien los chicos de Chávez son unas fieras cuando olfatean un maletín repleto de dólares, resultan lastimosamente cándidos y pierden casi toda su fortuna en manos de una hermosa ramera de alto nivel. ¿Puedes explicar la contradicción?

– Hay una élite chavista que ha logrado ser parte de una red criminal internacional, que va desde Rusia hasta Teherán, pasando por La Habana y China, que es sumamente hábil y siempre ha sido un error subestimarla. De hecho, salvo a los narcosobrinos, que se fueron de gafos, a ningún chavista de peso lo han podido capturar hasta la fecha. Y eso es una muestra de todo lo que se cuidan y lo bien que cuadran sus guisos. Pero existe por debajo una clase privilegiada chavista, a la que pertenece Juan Planchard, que se aprovecha de la corrupción que permite la revolución pero no son criminales profesionales. Esos se la pasan cometiendo errores y a cada rato agarran a otro grupo y los meten presos o los ponen a cantar. Juan es víctima de su complejo racial, asume que porque Scarlet es blanca tiene que ser de buena familia. En el fondo es el venezolano promedio, profundamente vivo, profundamente estúpido.


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