Las tribulaciones del venezolano común no dejan ánimo ni tiempo para discernir si el fin de sus padecimientos y penurias pasa o no por la abstención o el voto
La oposición venezolana se ha enzarzado en un torneo de diatribas entre
dos bandos. Cada bando se ha tornado irrelevante a los ojos de sus
compatriotas. Las tribulaciones del ciudadano común no dejan ánimo ni tiempo
para discernir si el fin de sus padecimientos y penurias pasa o no por la
abstención o el voto.
Ocupados en sobrevivir a una descomunal tragedia humanitaria, los
venezolanos libran batallas de antemano perdidas contra la hambruna y las
enfermedades. Lo hacen en medio de la total disfunción de un Estado asesino,
inepto y en quiebra. Con sus líderes más caracterizados vagando en el exilio, o
bien encarcelados o acosados día y noche, la postrada oposición venezolana vive
su hora más tenebrosa.
Pese a todo, ella registra una reciente florescencia partidaria de votar
en cuanta elección convoque fraudulentamente el usurpador Maduro de ahora en
adelante hasta la consumación de los siglos.
La tendencia, autodenominada “Concertación por el Cambio”, surge encabezada por Henri Falcón, exmilitar, chavista de la primera hora y como tal elegido gobernador del Estado Lara hace una década, antes de hacerse opositor al régimen. Finalmente, se desprendió de la MUD (Mesa de Unidad Democrática) para participar en la farsa electoral del pasado 20 de mayo.
Las promesas electorales de Falcón eran derrotar a Maduro y conducir
luego una ordenada transición hacia un Gobierno plural, de concordia nacional,
animado por un espíritu de diálogo y reconciliación. Un Gobierno dispuesto a
liberar a todos los presos políticos, abrir un canal humanitario internacional,
dolarizar la economía y entablar trato con el Fondo Monetario Internacional.
Todas las encuestas a la mano indicaban unánimemente que más del 80% de
la población aborrece a Maduro y está hasta los epiplones del socialismo del
siglo XXI. Ante la posibilidad de votar por un candidato único que adversase a
Maduro, el voto mayoritario en favor de Falcón estaba asegurado y la maquinaria
del fraude no tendría margen alguno. Así, al menos, veían las cosas en su
comando de campaña hace poco más de un mes.
Maduro ganó sus elecciones con una ventaja inverosímil y una abstención
electoral cercana al 70%. Aunque luego ha impugnado los resultados, Falcón se
apresuró a reconocer la derrota y culpar de ella a una perversa campaña
abstencionista alentada mezquinamente por la MUD.
La justificada desafección de los venezolanos hacia la MUD, ¡y hacia
Falcón, en tanto que vástago de la misma!, ha sido condenada por Falcón y los
suyos como suicida frivolidad antipolítica. El falconismo no entiende la
abstención de mayo como expresión de un sentimiento colectivo en el que se
mezclan a partes iguales el reproche a toda la dirigencia opositora por sus
trapisondistas diálogos con la dictadura y el repudio a la farsa electoral
orquestada por Maduro.
Hay que decir que en el curso de los 36 meses que han seguido al triunfo
electoral que otorgó a la MUD el control de la Asamblea Legislativa, los
partidos que la integran han obrado con oportunista desparpajo, equiparable en
todo al de Falcón, a la hora de participar en elecciones carentes de toda
garantía.
El grito de guerra del falconismo fue “se gana con votos, no con
condiciones”, en socarrona alusión a la exigencia de condiciones electorales
creíbles que la comunidad internacional viene exigiendo.
La MUD ya lo había hecho suyo cuando acudió en 2017 a unas elecciones regionales convocadas por la Constituyente fraudulenta, prescindiendo de las consignas con que aquel mismo año había invitado a tomar las calles donde murieron centenares de manifestantes en aras del derecho a votar libremente en elecciones transparentes.
La MUD ya lo había hecho suyo cuando acudió en 2017 a unas elecciones regionales convocadas por la Constituyente fraudulenta, prescindiendo de las consignas con que aquel mismo año había invitado a tomar las calles donde murieron centenares de manifestantes en aras del derecho a votar libremente en elecciones transparentes.
Hay veces en que, para mal de todos, a la antipolítica le sobran
razones.
25 JUN 2018 - 23:36 CEST EL PAIS
No hay comentarios:
Publicar un comentario