¿Sirve de algo la cera que acumulamos?
Los franceses que quieran seguir utilizando bastoncillos para los oídos
tendrán que hacer algún tipo de contrabando para conseguirlos. Su
venta estará prohibida por ley a partir de 2020
(al menos, los que estén hechos de plástico). Y en el Reino Unido hay una campaña en marcha para
conseguirlo. Al igual que ocurre con las toallitas húmedas,
estos bastoncillos suponen un notable problema ambiental. Van a parar al mar
tras ser tirados por el inodoro (ya que en la depuradora flotan), y eso
dificulta su eliminación, junto al resto de residuos que se sedimentan en el
fondo.
Si la polución marina no es motivo suficiente para dejar de comprarlos,
la Universidad
de Harvard (EE UU) acaba de publicar un artículo con tres
razones por las cuales se debe evitar su uso en los oídos (basándose en un informe de la Academia
Americana de Otorrinolaringología):
1. Pierde el tiempo
Aunque suelen asociarse con los oídos, estos bastoncillos de algodón
fueron diseñados para cumplir otras funciones, entre las que se incluye la cura
de heridas pequeñas. Utilizarlos para tratar de frenar la aparición o
acumulación de cera es un error, ya que esta parte del cuerpo, en concreto, no
requiere ningún tipo de mantenimiento, según informa la Organización Mundial de la
Salud (OMS). Es un órgano que se limpia por sí solo.
2. Es peligroso
Su mal uso provoca daños en el canal auditivo. De hecho, algunos envases
así lo advierten. Si empuja y acumula el cerumen en su interior, puede sufrir
infecciones dolorosas.
3. La cera no es sinónimo de suciedad
La lista de funciones del cerumen no es corta. Además de ser un
hidratante natural que evita que se reseque la piel en el interior del oído,
también frena la acumulación de polvo en el canal auditivo, previene
infecciones y absorbe células muertas. Y si padece una acumulación excesiva de
cera (ceruminosis), déjese de bastoncillos y acuda a un profesional. Palabra de
Harvard.
14 JUN 2017 - 14:01 CEST EL PAIS
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