Hemos
imaginado la situación del país, como cuando un vecindario es azotado por un
malandrín. El indeseable sin ser del vecindario, es allí donde comete sus
fechorías, ha robado a plena luz del día el celular al hijo de una vecina de
tan solo 13 años, falta el respeto a las jovencitas con palabras obscenas,
desafía y amenaza de muerte a quien se atreva a reclamarle algo, asalta pistola
en mano a cualquier vecino o visitante que pasa distraído por el sector, se
dedica a forzar puertas y maleteros de los vehículos en las áreas de
estacionamientos, para sustraer los equipos de sonido, cornetas, espejos
retrovisores, baterías y cualquier objeto que considere de valor.
Esto está
ocurriendo a algunos vecinos, por cuestiones del azar, a otros no les ha
sucedido nada; los afectados deciden denunciar a la policía, el resto sigue su
vida sin ninguna alteración de sus actividades cotidianas, solo escuchan el
rumor, los comentarios, miran, ni siquiera se detienen, pasan por un lado, eso
no me incumbe, tienen que ir a hacer la cola para comprar los alimentos,
conseguir las medicinas, llevar los niños al colegio, tratar de rendir el
dinero para pagar los servicios, deudas, resolver algún problema con un
familiar hospitalizado, entre tantas otras cosas que agobian a la gente en su
vida privada. La policía no se ocupa del asunto. Hasta que llega el momento,
sin que nadie se lo espere, un par de señores de mediana edad, cansados de los
abusos del malhechor, que rebasó los límites de la tolerancia, cuando acorraló
e intento abusar de una niña, deciden encarar al sujeto, y en un descuido y
sorprendiéndolo, logran desarmarlo, golpearlo hasta derribarlo, se suman varios
vecinos, a puños y patadas, luego aparecen palos, tubos, piedras y cualquier
otro objeto contundente.
Rápidamente se acercan muchos vecinos que pasaban en
el momento, los que habían sido víctimas del delincuente y los que no, y aunque
no sabían que estaba pasando, al darse cuenta que le estaban dando su merecido,
se suman a la golpiza. Una multitud, compuesta por abuelas, adolescentes,
mujeres, hombres, tranquilos y pacíficos, se convierte en pocos minutos en una
turba violenta, que en medio de gritos “¡maten al maldito!”, “¡muerte al
desgraciado!”, linchan al malhechor. Muchos de éstos vecinos ni se conocían, a
lo mejor nunca se habían visto, pero la determinación de algunos de hacer algo
al respecto, los llevó sin proponérselo a estar frente a tal circunstancia. Es
decir, una serie de acontecimientos privados, se convirtió en un problema de
todos, pasó a ser público, a ser una
motivación colectiva. Si la oposición institucional MUD-AN, no es capaz de dar
con la salida política a ésta situación caótica por la que atraviesa el país,
la gente logrará encontrar la vía de escape, identificará al Gobierno como el
malhechor, y todos tratando de huir, nos encontraremos en el largo y ancho
pasillo de la misma ruta, hacia la salida.
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