domingo, 25 de abril de 2021

"El libro en su fuego de luz, atizado". A la memoria de Miguel Montoya. - Por Ramon Marquez

 



El mundo por estos días se reconcilia con el libro, o por lo menos con las memorias que, notorias o secretas, salen y van quedando tras de él.Si hay alguna historia sin fin, esta es la historia de un artefecto inventivo que dió sus primeros pasos de la mano de los dioses y en su devenir terminó profano, fuera del templo, como todo lo profundo que se transmuta en los compromisos de ensoñación y vida de los hombres. 

Siempre se endilgaron locuras a la imaginación como aquello de verla en el espejo como "la loca de la casa". Se regó la especie deliberada de que era más dañina que benefactora. Pero lo especie no amilanó y con la entrada de la modernidad alguien como Don Miguel de Cervantes y Saavedra, se valió de tan poderosa malignidad, la volvió guerrera y andante, la estrujó de mil modos, hasta llevarla a la jurisdicción de lo temerario y lo ridículo.

 El 23 de abril en todas las pantallas de todos los televisores del mundo, se abre un libro y "la loca de la casa" vuelve a la memoria e inunda de erudición la escolaridad. Todos somos Don Quijote, todos somos Hamlet y todos terminamos de algún modo siendo incas; hasta el próximo 23 del año entrante Dios mediante. De mi historia de lectura puedo decir que siempre que llega el 23,  llega a mi intimidad también la impresión del militar eufórico por el triunfo de la última batalla y justo cuando va a retirarse recibe como obsequio un libro, el infeliz se voltea, pistonea el caballo, rechaza el libro y dice: 

"No gracias, ya tengo uno en casa". La relación del libro con los militares es digna de un follleto curioso y colorido como el tricolor. Cuando la vanguardia de las letras nacionales que se agrupó bajo el nombre de "valvula" (tal cual), sentenció que un libro "bien escrito" era un mal libro, el único que aplaudió fue Juan Vicente Gómez. El dictador se sintió vanguardista y en su grandeza y razón pidió que le leyeran por partes a Doña Bárbara. Estos "escrupularios" de nimiedad y simpleza también componen los trazos que en su complejidad endemoniada y espesa también tiene tramos de signos iletrados. 

No todos sueñan con la imaginación delirante de la palabra impresa. Una sociología de la lectura pondría en aprietos la bondad que se teje en torno al libro. "Cuídense de las impresiones analfabetas", nos advertía el maestro de escuela Valdovino Sánchez en aquella época de la Biblioteca Popular Venezolana cuando los adecos ("has visto"),  entendieron que distribuir libros era la única garantía de tener más de uno en casa. 

De los cuarenta del siglo pasado para acá,  la guerra del libro ha sido contra las armas. De esa Biblioteca Popular, y no de élite, me cayó aún muchacho una joya que todavía hoy conservo como un hito de lectura temprana: "Los muertos las prefieren negras", del poeta y dramaturgo Andrés Eloy Blanco. Alli encontré una frase lapidaria digna de recordarla hoy: "pobre de los militares que ganan estrellas y van perdiendo cielo". 

Andrés Eloy imprimió humor y risa a la grave seriedad melancólica de nuestras letras. Pero esta es otra historia. El libro es una eternidad de culebra que se muerde la cola mientras cambia de vestido y piel. Me gusta esta metáfora de la serpiente para desnudar el trasfondo de la venerable sapiencia. El árbol de la vida se volvió ciencia y no hubo voluntad que lo impidiera. Y no faltaron aquellos que,  crecidos de la mano de la razón moderna, estigmatizaron la volada y hablaron de "genios malignos" que amenazaban el derecho natural o divino y el sagrado orden de la naturaleza. 

Se dijo que estos  demonios fueron inventados por la ociosa y perniciosa fantasía de los griegos. De ellos vendrían las desventuras y tormentos del espíritu: hoy también es el día de estos tormentos: cuántas páginas que se pasan porque no se entienden; un gran tormento, hasta que aparecen las páginas de otros libros y se posa la luz sobre el enigma. Hoy también es el día de los ojos que se van quedando ciegos. 

¿ Por qué mueren el mismo día, en el mismo año, a la misma hora, Cervantes, Shakespeare y el Inca Garcilazo? No e sabe pero hay libros que se plantean la hipótesis de conspiraciones cósmicas y celestiales. El español y el inglés forman parte del gran canon literario occidental; el peruano se coleó por la suerte y auge de una nueva etnología de salvamento. 

 Don Quijote es uno de los libros menos leídos de la tierra y, aún leído, es el menos comprendido. Shakespeare está reducido a especialistas de la psicologia profunda. Hamlet, Macbeth pueden servir para comprender a Hitler. El Inca Garcilazo tiene sabidurías que la politización de nuestras letras las han oscurecido. Aquí hay ilustración pero también analfabetismo patriótico. No sé quien dijo  que la primera arqueología del saber humano bebió de la fuente de la locura. Y hay locuras que terminan en demencias de poder. 

La locura de El Quijote fue boba, pero la de Sancho Panza o Zancas fue fingida y astuta. Unamuno adoraba al Quijote pero tenía reservas con Sancho. Lo que sabiamente hizo Cervantes fue recrear el trastorno lingüístico que ocasionó la mudanza de Corte de Toledo a Madrid. 

Con esa mudanza muere el silencio de los mudos y entra como sonidos al repertorio impreso de las letras modernas. Cuando Sancho dice: "Cuando la cólera sale de madre, no tiene la lengua padre", o "Entre el si y el no de las mujeres no me atrevo yo a poner una punta de alfiler,  porque no cabría". Aquí está hablando un iletrado que nunca había hablado desde las páginas de un libro, y lo hace con una sabiduría mayor y más fluida que la de su amo. El Quijote se santigua y le dice:

 "No eres buen callar, sino mal hablar y mal porfiao". De aquí nace que nuestra lengua, como el maíz, esté presta a todos los adulterios. La Real Cédula de 1531 prohibía el envío a territorio americano de aquellos libros de "romance, de historias varias y profanas como el Amadis". Pero, como siempre, primero se leyó a Panza que a Nebrija. 

En América el libro fue un artefacto de sorpresas. Se vio como un instrumento de dominio al tiempo que de liberación. Se dice que en América la imaginación no fue "la loca de la casa", sino un halo de ordenamiento, identidad y diferenciación. Hay una "Crónica de Cajamarca" que contiene el impase de un diálogo entre Atahualpa y Valverde. Cuentan que Atahualpa tira el libro a los pies del español porque el libro "era incapaz de hablarle".

 Esto pasa a la historia como un gesto de resistencia contra el libro y la autoridad, que era una y la misma cosa. Pero, ¿ sería así de imbécil Atahualpa? Cuesta creerlo. Lo cierto es que el gesto del indio quedó como tesis culturalista  para las luchas futuras: "El triunfo inicial de las letras en los Andes es la primera derrota de la voz" (Cornejo Polar). Desde entonces quedaron en el aire ciertas "solicitaciones del habla" buscando entrar al templo de la escritura.

 Y esta matriz enardecida y polvorosa cobró licencia de dogma e identidad. Vendrán sabios que enarbolarán los mismos deficits. José Martí en "Nuestra América" enrarece su brillo ensayístico con arrogancias étnicas como estas, "el hombre natural venció al libro importado" o "ni los librófilos europeos ni el libro norteamericano dan con los misterios de nuestros enigmas". Pablo Neruda en su Canto General también quizo ser voz de las "bocas muertas". 

 En su "Me llamo Rigoberta Menchú", la famosa guatemalteca firmó el epílogo con diatribas realmente descabelladas e infecundas. En los últimos años,  "la loca de la casa" se hizo surrealista y real maravillosa. No había que crear nada, todo nuestro mundo era estrafalario y lo que quedaba era hacer creíble nuestra realidad. En un congreso en México sobre los enredos de la América Profunda, nuestros antropólogos  y sociólogos no llegaron a ninguna conclusión; no sirvió ni la lengua común, ni la religión compartida, ni el fútbol, ni la gastronomia, ni nuestras mujeres exóticas para aproximarnos medianamente a una tipificación de nuestro vapuleado ser. Se cerró para la prensa y el mundo el congreso con estas palabras: "somos maiz, trigo y cerro". Ramón Márquez Peñaloza.


25 de Marzo del 2021

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