lunes, 27 de abril de 2020
Esclavos en la España del siglo XXI - Mariana Heredia - Ssociólogos
175 años después de que se aboliera la esclavitud en la España peninsular, miles de personas son víctimas de explotación sexual y laboral en España
Los muros de la casa de los esclavos de la isla de Gorée aún conservan las argollas y las marcas de los 20 millones de hombres, mujeres e incluso niños africanos que aguardaban hacinados la llegada del barco que les llevaría a América. La pequeña isla de Senegal, a solo tres kilómetros de Dakar fue durante más de tres siglos un importante puerto para el mercado de esclavos. Su largo y estrecho paso hacia el océano era conocido como el lugar de donde no se regresa». O eran embarcados o pasto de los tiburones.
Han pasado 63 años desde que la Asamblea General de la ONU aprobara el Convenio para la represión de la trata de personas y de la explotación de la prostitución ajena, que cada año se recuerda el 2 de diciembre con el Día Internacional para la Abolición de la Esclavitud, pero miles de personas se siguen encontrando hoy ante un angosto pasillo hacia el sometimiento bajo todo tipo de amenazas. Y no tan lejos, pese a que en la España peninsular se abolió la esclavitud en 1837.«Me cogieron como una esclava, me encerraron en una casa desde donde nos mandaban a la calle a pedir dinero. Nos violaban. A las que no querían, las mataban», relata Marie, una joven camerunesa de 37 años que llegó a España en 2011.
Es uno de los 58 testimonios recogidos en el informe del Defensor del Pueblo sobre la trata de seres humanos en España elaborado durante los dos últimos años y presentado el pasado septiembre. En el estudio, titulado [Enlace retirado], lamenta la «carencia de datos acerca de la verdadera dimensión de la trata de personas» y advierte que la explotación sexual es la más detectada, «pero las otras formas de explotación permanecen ocultas en una gran mayoría de los casos».
La ONG Médicos del Mundo señalaba en noviembre que más de 50.000 personas, la mayoría mujeres inmigrantes en situación irregular, son víctimas de trata de seres humanos en España para la explotación sexual, laboral, comercio de órganos, mendicidad forzada o [Enlace retirado]
¿50.000 personas? La cifra no sorprende a Marta González porque «la realidad de la trata de personas en España está mucho más presente de lo que queremos reconocer», explica la coordinadora del Proyecto Esperanza puesto en marcha hace diez años por la congregación de las Adoratrices ante la necesidad de ayudar a las mujeres explotadas sexualmente que lograban romper sus cadenas para denunciar el horror de su día a día, el engaño y las amenazas. La ONU estima que solo se identifica a una de cada veinte víctimas de trata. Si el Centro de Inteligencia contra el Crimen Organizado detectó en 2011 a 14.730 personas en situación de riesgo de las que 1.082 fueron identificadas, cabe pensar que existen muchos más casos ocultos. La crisis no parece haber influido en estas negras estadísticas, que se mantienen constantes en los últimos años.
Es «una forma moderna de esclavitud» a juicio de Accem, otra ONG que señala al sector doméstico, la construcción, la industria textil, la hostelería y el trabajo en el campo como los sectores con más casos de explotación laboral. [Enlace retirado] llevó a la detención de una familia alicantina que obligaba a cuatro inmigrantes africanos a trabajar en la finca sin contrato, durante jornadas maratonianas, vejados y humillados.
Captados por grupos de delincuentes en África, Latinoamérica o los países del Este, los nuevos esclavos llegan a España con la promesa de un trabajo y una vida mejor, pero una vez aquí la realidad es muy distinta. Se ven retenidos y obligados a trabajar, ejercer la prostitución o mendigar para saldar la deuda que les exigen las mafias por el viaje.
España tiene abiertas actualmente 64 causas judiciales contra «negreros» que se tramitan al amparo de la reforma del Código Penal que entró en vigor a finales de 2010 y recoge en el artículo 177 bis como causa penal la trata de seres humanos.
Según explicó el pasado octubre en Zaragoza [Enlace retirado], han aflorado los trabajos al margen de las más elementales condiciones de seguridad jurídica y social. La Memoria de la Fiscalía General del Estado de 2010 muestra que todas las actividades productivas donde no se exige una cualificación especial de mano de obra se han visto afectadas: construcción (20,93%), agricultura (13,95%), Hostelería-alimentación (11,62%) y el cuidado de ancianos-trabajo doméstico (9,3%).
Sin embargo, la trata de seres humanos tiene en la mayor parte de los casos como fin la explotación sexual de mujeres y niñas. En 2011 fueron acusadas por este delito 167 personas, un 57,54% más que en el año anterior, según la Memoria de la Fiscalía. La mayoría de las víctimas eran rumanas, seguidas de brasileñas y nigerianas.
Los avances de los últimos años contra la trata de personas «son todavía incompletos y recientes», a juicio de Marta González. «No podemos afirmar que se está luchando de forma eficaz de forma que el delito disminuya», en parte porque hasta 2010 no se tipificó como delito. El primer Plan Nacional que caduca este mes de diciembre y que solo contemplaba la explotación sexual se impulsó a finales de 2008, según recuerda la coordinadora del Proyecto Esperanza. «Hay que dar un mensaje a los autores de que se persigue el delito y eso en España aún es reciente», añade.
La Comisión de Igualdad del Congreso aprobó la puesta en marcha en febrero de 2013 de una subcomisión que impulsará una ley destinada a combatir el tráfico y la trata de personas con fines de explotación, según anunció hace apenas unas semanas la presidenta de la Comisión, Carmen Quintanilla (PP). La Unión Europea aprobó en 2011 una directiva que debe ser traspuesta a la legislación española antes de abril de 2013.
Se ha dado el paso para no expulsar inmediatamente del país a una persona en situación irregular si se sospecha que es víctima de trata. Sin embargo, aún existen indefiniciones y lagunas a la hora de considerar a una mujer como víctima. Ésta debe ofrecer datos objetivos en su denuncia, algo que no resulta fácil para algunas mujeres que «a veces no saben ni en qué país se encuentran», asegura la representante del Proyecto Esperanza. «Es muy importante que se entienda que luchar contra la trata es luchar contra una forma de esclavitud contemporánea, no contra la inmigración ilegal», subraya Marta González.
Ése es el mensaje del Secretario General de las Naciones Unidas: «Hoy en día, los gobiernos, la sociedad civil y el sector privado deberían aunar esfuerzos para erradicar todas las formas contemporáneas de la esclavitud (…) Juntos, hagamos todo lo posible en favor de los millones de personas de todas partes del mundo que son esclavizadas y privadas de sus derechos humanos y su dignidad». El último informe elaborado por los Estados Unidos sobre el tráfico de personas [Enlace retirado].
Escalas, temporalidades y significados del neoliberalismo en la sociología de los economistas
Al menos dos tradiciones distintas parecen haberse abocado en los últimos años al estudio de los economistas y de su singular protagonismo en este último ciclo capitalista. Sus diferencias (y las dificultades para compatibilizarlas) me parecen remitir al modo diverso en que recortan sus escalas y temporalidades de análisis así como a los significados que atribuyen a los expertos y el neoliberalismo.
El neoliberalismo como decálogo y los economistas como elite política
La primera corriente, pionera en América Latina, fue aquella que hizo de los economistas la figura paradigmática de la tecnocracia contemporánea. Pensando en numerosos estudios sobre el tema, se podría concluir que se concentran en dos momentos y dos escenarios distintos. El primer acto analiza el devenir de las comunidades disciplinarias locales; el segundo se centra en la política nacional y en la adopción de las políticas de mercado. Primero, en un ciclo que se despliega a lo largo de varias décadas, el desafío se cifra en reconstruir, para las ciencias económicas de cada país, su relación con las redes internacionales. Los resultados convergen al evidenciar el debilitamiento de las posiciones keynesianas y el fortalecimiento de las teorías neoclásicas. Para estos análisis, la inflexión supone profundas consecuencias. Con una temporalidad más corta e intensa, la cuestión consiste luego en precisar el acceso al espacio público y al poder político de los equipos neoliberales, las coaliciones de gobierno en las que participan y la combinatoria de reformas que contribuyen a adoptar e implementar.
De este modo, a una noción de economista asociada a grandes nombres y homologada al intelectual-tecnócrata, se corresponde una definición de neoliberalismo caracterizada, sobre todo, como un conjunto de iniciativas ideológicas, políticas y gubernamentales destinadas a suprimir las formas estatales de provisión, planificación y regulación de la producción y la circulación de la riqueza. Centeno y Cohen (2011:2) vinculan entonces al neoliberalismo con un tipo de debate técnico sobre el mejor modo de operar una economía, con una crisis institucional que involucra decisiones políticas radicales y con el ascenso de una nueva ideología dominante. Montecinos, Markoff y Alvarez (2009) precisan que el neoliberalismo es un “momento”, caracterizado por la hegemonía norteamericana, por cambios en las políticas públicas bajo el liderazgo de Reagan y Thatcher, con la redirección de la estrategia económica de China y, finalmente, con el desplazamiento de los modelos económicos dominantes.
El neoliberalismo como régimen de gobierno y los economistas como ingenieros en dispositivos
La segunda tradición, de desarrollo más reciente, es aquella que, vinculada con la sociología de la técnica y de los mercados, refiere menos a un recorte por comunidades científicas y por Estados-nacionales que a un análisis centrado en actividades productivas o comerciales. Estos análisis se preocupan menos por las fracturas teóricas de la macroeconomía que por el modo en que distintos protagonistas participan en la conformación y la reproducción de ciertos mercados. Atenta a la especificidad de los objetos/servicios y a sus condiciones de producción y circulación, la geografía de estos análisis tiende a definirse por la escala del negocio y su temporalidad por los mojones políticos pero también normativos y tecnológicos que definen el despliegue de cada actividad. Lejos de los pro-hombres del neoliberalismo nacional e internacional y de las grandes rupturas históricas, algunos de estos trabajos subrayan el novedoso impulso a las privatizaciones y desregulaciones que caracterizan el último ciclo del capitalismo; otros, en cambio, observan más bien cierta continuidad del neoliberalismo con el keynesianismo en su voluntad de racionalización de una esfera (antes nacional ahora global) designada bajo el término economía.
Así, al menos a la hora de recortar el interés por los economistas, esta figura aparece más unificada teóricamente que en la primera tradición pero mucho más plural en términos de ejercicio profesional. La historia de la disciplina parece menos signada por diferencias en los paradigmas que por el modo en que se expanden las áreas de la vida social integradas a la lógica del mercado.
Aunque no todos los autores refieran al término y aún menos a una definición explícita, me parece razonable vincular esta segunda tradición a una definición más micropolítica de neoliberalismo. Por un lado, porque en la medida en que el mismo deja de ser una utopía o un conjunto de prescripciones de política pública, es posible asimilarlo a un nuevo modo de organización inscrito en prácticas e instituciones. Por otro lado, porque la “liberalización” de los mercados supone una redefinición de los dominios sujetos a la voluntad estatal. El neoliberalismo de las sociedades avanzadas remitiría entonces, según algunos autores, a un nuevo “régimen de gobierno” “construido sobre la base de una premisa de libertad, un tipo de libertad regulada que alienta o requiere a los individuos que comparen lo que hicieron, lo que lograron, lo que son y lo que podrían o deberían ser” y que comprende al poder de los expertos más allá de la voluntad emanada de la cúspide del poder estatal (Miller y Rose, 2008:9). La intervención (y el ascendiente) de los economistas bajo el neoliberalismo no se limitaría entonces a la legitimación y la elaboración de las reformas de mercado; sino, a partir de ellas, a participar en un sinnúmero de situaciones en las que se expanden, ajustan y redefinen los sujetos y las arquitecturas del mercado.
Articulaciones & discrepancias
¿Qué tipo de articulación es posible imaginar entre estas dos tradiciones? Una, bastante sencilla sería pensar que la primera propone una historia de las ciencias económicas y del neoliberalismo “por arriba” y la otra “por abajo”. A su vez, esta distinción piramidal podría también corresponderse con cierta concatenación en el tiempo. Primero las vanguardias intelectuales, luego la construcción de poder político, más tarde, la implementación y el ajuste de los dispositivos adoptados. Complejizando un poco más podría decirse que la relación puede invertirse: la resistencia de ciertos países al avance de la tecnocracia y de las políticas neoliberales se torna más difícil cuando la mayoría de los bienes se han vuelto mercancías, que se producen y comercializan a nivel global. También podría argumentarse que las crisis en América Latina y Europa demuestran que las fallas en los dispositivos no suponen necesariamente la resolución experta y que son susceptibles de reabrir controversias y fracturas político-teóricas relativamente aletargadas.
Creo que profundizar en este contrapunto puede ser interesante epistemológica y políticamente. En el primer caso, al menos una de las aristas epistemológicas, refiere al uso de taxonomías generalizadoras en ciencias sociales. En la primera tradición se observa un contrapunto evidente entre expertos y políticos tradicionales, entre racionalización y democracia. El artículo de Centeno (1997) es sin duda la expresión más lograda del modo de construir tipos ideales. En la segunda tradición, me resulta más difícil precisar contrapuntos. Al leer el excelente artículo de Calişkan y Callon (2010), la pregunta que surge es hasta qué punto el “proceso de economización” que tan minuciosamente desagregan puede suponer un “formataje” alternativo. ¿Lo es la provisión y/o las regulaciones públicas? ¿Lo es la lógica natural y social, en todo caso local, que precede el proceso de abstracción y demarcación mercantil? ¿Existen otros modos más o menos generalizables de organizar aquello que la economía relega al estatuto de externalidad? Tal vez, no haga falta aquí acudir a pares categoriales. De hecho, la apelación recurrente a la noción de hibridación pareciera desmerecer este tipo de contrapuntos. Antes que proponer una generalización alternativa a la de los economistas, pareciera correspondernos la tarea de subrayar la pluralidad que separa las nociones abstractas (mercado, capitalismo) de sus expresiones concretas. El giro relativista en las ciencias sociales pareciera efectivamente conducir en este sentido. Me encuentro entre quienes registran esta tendencia con cierta insatisfacción.
En cuanto a las definiciones políticas, aunque la articulación piramidal y secuencial de ambas tradiciones parece razonable a la hora de pensar el gran relato histórico; creo que fracasa a la hora de posicionarse frente la crisis actual y evaluar la redefinición o la subsistencia del neoliberalismo y del poder de los economistas. Por un lado, resulta sugerente que mientras Montecinos et al. (2009) ven agotarse el momento neoliberal, Centeno et. al (2011) concluyan que no aparecen alternativas a la vista. Si bien la pregunta sobre la vigencia del neoliberalismo parece preocupar menos a la segunda perspectiva, creo que ésta no logra proponer un esquema satisfactorio para comprender las relaciones Norte-Sur (lo cual podríamos asimilar a la geopolítica) en el capitalismo globalizado. Mientras Bockman y Eyal (2002) subrayan el carácter necesariamente heterogéneo pero auténticamente global de las redes neoliberales, dando paso a la idea de una topografía política dislocada de los Estados-Nación, otros autores inscriptos en la misma corriente -como Mitchell (2002) y Elyachar (2005)- dejan trascender, por momentos, miradas monolíticas sobre los actores internacionales en misión y miserabilistas sobre los laboratorios sobre los que operan.
Como sea, me parece que la comparación y el empalme estas las dos tradiciones, puede abrir interrogantes interesantes para quienes comiencen hoy a preguntarse por los significados y las relaciones entre economistas y neoliberalismo.
G Miradas Multiples
http://gmiradasmultiples.blogspot.com/2020/01/esclavos-en-la-espana-del-siglo-xxi.html
27 de Mayo del 2020
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