lunes, 12 de junio de 2017

El umbral de las salidas intermedias en Venezuela - Vladimir Aguilar Castro


La agonía de un orden extenuado favorece la aparición de delirios sociales, de grandes miedos, de charlatanes y magos (...) Daniel Bensaïd. Eloge a la politique profanne. 2008.

Introito

Hace menos de un mes, el Presidente de la República Nicolás Maduro se sentaba en Miraflores, con los gobernadores y alcaldes de la oposición. Se proponía un diálogo nacional. De un momento a otro se soltaron los diablos. A decir de Daniel Bensaid, nuestros demonios son plenamente contemporáneos. Es así como en los tiempos actuales, la deliberación democrática se ha reducido prácticamente a un juego sin apuesta.


En un artículo de nuestra autoría (2011) intitulado “Las rebeliones “desde abajo”” (http://www.aporrea.org/actualidad/a125371.html) señalábamos que, “las rebeliones que han caracterizado los eventos sociales en lo que va de año 2011 (en el norte de África), son expresión de respuestas populares cuya característica común a cada una de ellas, es la condición anti-sistema y anti estatus quo que las han hecho emerger”.

Además señalábamos que, “independientemente del carácter y sentido que ellas van teniendo, por ejemplo en países como Egipto, Libia y Túnez, sus manifestaciones originarias eran de rechazo a todo lo estatuido”. Advertíamos que “un aspecto debe de llamar la atención de estos movimientos espontáneos: el peligro de las derivas cuando son secuestradas por intereses foráneos (caso Libia y Egipto), o cuando adolecen de consignas políticas que pueden conllevar a votos castigo (caso España). Decíamos que “algunas rebeliones, expresión de grandes descontentos populares, han sido cooptadas en su contenido por fuerzas exógenas en aquellas regiones donde se iniciaron como movimientos anti sistema, o por grandes abstenciones que han favorecido a sectores retrógrados en elecciones parlamentarias. Cualquiera sea el caso, el déficit político sigue siendo un asunto pendiente en la mayoría de los regímenes políticos actuales a escala global”.

En virtud de lo antes expuesto, agregábamos que:

La corrección de los déficits políticos, la forma eficiente y eficaz de la gestión de gobierno, la necesidad de propiciar saltos cualitativos hacia adelante y no hacia el vacío en periodos de transición, se convierte cada vez más en una exigencia para quienes pretendan gobernar como alternativa progresista. Siempre los tiempos de la izquierda son más cortos que los de la derecha. Las razones son múltiples: las reglas del juego democrático han sido inventadas y traicionadas por la última, y en consecuencia, los tiempos para el impulso de los cambios deben de realizarse en el ámbito de la propia transición. Transición y regresión van de la mano. Si el salto no se produce en la primera, cualquier intento estará condenado al fracaso apareciendo la segunda como negación. La historia nos muestra como dato que los procesos políticos que han intentado dar un salto hacia formas societales más justas, han sucumbido en la transición. Lo anterior es lo que se juega la izquierda en los tiempos por venir. Las lecturas adecuadas de las rebeliones deben de servir de aprendizaje para los próximos procesos políticos, los cuales seguirán develándose también como definitorios de las resistencias por construir.

El anverso y reverso de la cuestión

Cada vez más es evidente la desidia institucional y la falta de cálculo político de las desmedidas que se toman. El problema es que si el cálculo que se hace es en función del tiempo electoral hay que reconocer que el tiempo político da cuenta de una discordancia entre uno y otro. De lo que no se da cuenta, es que gran número de la gente que no protesta es parte de un contingente inconforme que no marcha ni vota pero que padece de la desafección política institucional y social existente. Da la impresión de la configuración de un movimiento espontáneo al estilo de Ecuador (2005), cuando Lucio Gutiérrez fue expulsado del poder y desde donde emergió un nuevo liderazgo político.

Tendencialmente hay el peligro de una espiral de violencia cuyas consecuencias no están en ninguna aritmética política de los factores encontrados. Las manifestaciones dan cuenta también de un conjunto de protestas desde la clase media situada fundamentalmente en sectores urbanos. Lo anterior significa de nuevo la ausencia de una política de clase hacia estos sectores medios, lo cual genera respuestas de esta naturaleza con expresiones, algunas de ellas, de antipolítica y parapolítica. En este sentido, la antipolítica y parapolítica oscila entre la anomia política y la resignación de clase. Nadie puede asumir que la protesta es un asunto exclusivo de los sectores populares. La historia también da cuenta del papel cualitativo pero también regresivo de la clase media. Lo anterior es parte de la no contemporaneidad de la conciencia de las masas (1).

Como ya lo advirtiéramos y con fundamento en la teoría de Marx del grado desigual de desarrollo, podemos afirmar que es en las sociedades con altas formas desiguales y combinadas de desarrollo donde es más susceptible de manifestarse con mayor vehemencia la no-contemporaneidad de la conciencia de masas. Igualmente, la no-contemporaneidad constituye también la tergiversación de la lucha de clases con fines puramente demagógicos y fortuitos. Según Bloch, “el capitalismo tiene necesidad del antagonismo no contemporáneo por no decir de la heterogeneidad no contemporánea, para desviarse de sus propias contradicciones actuales, e insistentemente tiende a utilizar el antagonismo de un pasado todavía vivo como medio de división y de lucha para un devenir que se engendra dialécticamente en los antagonismos capitalistas”. De nuevo con Bloch, dicha especificidad se expresa en el hecho que ellas (las contradicciones no contemporáneas) no aparecen sino en la periferia de los antagonismos sociales reales, las cuales representan en esos antagonismos una aberración fortuita y circunstancial.

En el país, la base material de esa especificidad seguiría siendo la mentalidad rentista que ha girado en torno al petróleo, la sensación, el mito y la simbología de que dicho recurso todo lo puede resolver, como forma de solapamiento, de amortiguamiento y de sustitución de las contradicciones esenciales de la sociedad venezolana. En conclusión, son no contemporáneas, todas las formas de pensamiento, de actuar o de sentir que no se adecuan al nivel de contradicciones objetivas de la época vivida, es decir, todas las formas de conciencia desfasadas de las formas de conciencia normales y ordinarias, producidas por la sociedad en un momento determinado de su desarrollo
.
Polarización y politización en Venezuela

La polarización en Venezuela es más un estado de ánimo que una posición de clase diferenciada. En cambio, la politización se expresa en la participación independientemente de la posición que se tiene sobre la situación del país. No obstante lo anterior, el país se bate en un aumento del consumo, en un costo de vida mayor que a su vez está determinado por una ampliación del circulante monetario inorgánico. La cuestión de fondo es que la renta petrolera ha profundizado la disyuntiva cultural y política del país, constituyendo el consumo la línea transversal que une a uno u otro sector social. Las diferencias sociales - y en algunos casos hasta políticas – se disipan en la materialización del consumo.

Para no terminar: Elogio a lo profano

La política al igual que la sociedad es cada vez más profana (Bensaid). En Venezuela, a la Sociedad Mara se le opone cada vez más un Estado Mara (2). La violencia opera como elemento vertebrador de la polarización disolviéndose la primera en la segunda. El mismo esquema delincuencial (de inseguridad) que permanentemente se denuncia y opera en el país, se activa en tiempos de disturbios. En virtud de lo anterior, de una histeria colectiva se pasa a una suerte de estado de delincuencia colectiva.

Es muy complejo lo que ocurre en el país y hay escenarios de mucha violencia social. Seguir polarizando la situación política y avanzar en su banalización, lo que puede arrojar como resultado es una guerra civil. De hecho, ya estamos en presencia de micro escenarios de guerra civil. Lo peor de todo, es que para el gobierno todo lo que acontece en el otro lado es fascismo, y en la oposición, hay actores que pareciera quieren echar el resto para que hayan más muertos.

A decir de Walter Benjamín, “la tradición de los oprimidos nos enseña que “el estado de excepción” en que vivimos es la regla”. Todavía estamos a tiempo de evitar lo peor. No vaya a ser que tal como lo sentencia Carl Schmitt, “a diferencia de las guerras de religión, las guerras civiles o las guerras de guerrilla, en un sistema interestatal la guerra no puede medirse según el rasero de los criterios de verdad o justicia. La guerra interestatal no es ni justa ni injusta. Es un asunto de Estado”.

1 Como lo dijéramos en nuestro libro intitulado Aguilar Castro, Vladimir. Venezuela. Balance y perspectivas. Tendencias políticas después del 27 de febrero de 1989. Mérida, ULA-Consejo de Publicaciones, 2009, ha sido el filósofo alemán Ernst Bloch, en su obra “Héritage de ce temps”, quien planteara la teoría de la no-contemporaneidad de la conciencia de las masas, como explicación de los cambios operados en Alemania a partir de los años 20 y 30, y su posterior degeneración hasta la segunda guerra mundial. Los postulados contenidos en esta teoría dan cuenta de una explicación de la génesis del fenómeno fascista antisemita, en el que se produce un choque entre las fuerzas de una conciencia atrasada, arcaica y desadaptada de la sociedad industrial moderna, con formas de conciencia típicas de la sociedad moderna masificada y de la conciencia reificada.

2 La idea de Estado Mara corresponde al politólogo nicaragüense Andrés Pérez Baltodano. Al mismo le oponemos el de Sociedad Mara, es decir, el de aquel colectivo donde hay un proceso recurrente de desafección política por una pérdida de sentido hacia la política y de lo político.

Vladimir Aguilar Castro
Universidad de Los Andes
Mérida-Venezuela


No hay comentarios:

Publicar un comentario