La agonía de un orden
extenuado favorece la aparición de delirios sociales, de grandes miedos, de
charlatanes y magos (...) Daniel Bensaïd. Eloge a la politique profanne. 2008.
Introito
Hace menos de un mes, el Presidente de la
República Nicolás Maduro se sentaba en Miraflores, con los gobernadores y
alcaldes de la oposición. Se proponía un diálogo nacional. De un momento a otro
se soltaron los diablos. A decir de Daniel Bensaid, nuestros demonios son
plenamente contemporáneos. Es así como en los tiempos actuales, la deliberación
democrática se ha reducido prácticamente a un juego sin apuesta.
En un artículo de nuestra autoría (2011)
intitulado “Las rebeliones “desde abajo”” (http://www.aporrea.org/actualidad/a125371.html)
señalábamos que, “las rebeliones que han caracterizado los eventos sociales en
lo que va de año 2011 (en el norte de África), son expresión de respuestas
populares cuya característica común a cada una de ellas, es la condición
anti-sistema y anti estatus quo que las han hecho emerger”.
Además señalábamos que, “independientemente
del carácter y sentido que ellas van teniendo, por ejemplo en países como
Egipto, Libia y Túnez, sus manifestaciones originarias eran de rechazo a todo
lo estatuido”. Advertíamos que “un aspecto debe de llamar la atención de estos
movimientos espontáneos: el peligro de las derivas cuando son secuestradas por
intereses foráneos (caso Libia y Egipto), o cuando adolecen de consignas políticas
que pueden conllevar a votos castigo (caso España). Decíamos que “algunas
rebeliones, expresión de grandes descontentos populares, han sido cooptadas en
su contenido por fuerzas exógenas en aquellas regiones donde se iniciaron como
movimientos anti sistema, o por grandes abstenciones que han favorecido a
sectores retrógrados en elecciones parlamentarias. Cualquiera sea el caso, el
déficit político sigue siendo un asunto pendiente en la mayoría de los
regímenes políticos actuales a escala global”.
En virtud de lo antes expuesto, agregábamos
que:
La corrección de los déficits políticos, la
forma eficiente y eficaz de la gestión de gobierno, la necesidad de propiciar
saltos cualitativos hacia adelante y no hacia el vacío en periodos de
transición, se convierte cada vez más en una exigencia para quienes pretendan
gobernar como alternativa progresista. Siempre los tiempos de la izquierda son
más cortos que los de la derecha. Las razones son múltiples: las reglas del
juego democrático han sido inventadas y traicionadas por la última, y en
consecuencia, los tiempos para el impulso de los cambios deben de realizarse en
el ámbito de la propia transición. Transición y regresión van de la mano. Si el
salto no se produce en la primera, cualquier intento estará condenado al
fracaso apareciendo la segunda como negación. La historia nos muestra como dato
que los procesos políticos que han intentado dar un salto hacia formas
societales más justas, han sucumbido en la transición. Lo anterior es lo que se
juega la izquierda en los tiempos por venir. Las lecturas adecuadas de las
rebeliones deben de servir de aprendizaje para los próximos procesos políticos,
los cuales seguirán develándose también como definitorios de las resistencias
por construir.
El
anverso y reverso de la cuestión
Cada vez más es evidente la desidia
institucional y la falta de cálculo político de las desmedidas que se toman. El
problema es que si el cálculo que se hace es en función del tiempo electoral
hay que reconocer que el tiempo político da cuenta de una discordancia entre
uno y otro. De lo que no se da cuenta, es que gran número de la gente que no
protesta es parte de un contingente inconforme que no marcha ni vota pero que
padece de la desafección política institucional y social existente. Da la impresión
de la configuración de un movimiento espontáneo al estilo de Ecuador (2005),
cuando Lucio Gutiérrez fue expulsado del poder y desde donde emergió un nuevo
liderazgo político.
Tendencialmente hay el peligro de una espiral
de violencia cuyas consecuencias no están en ninguna aritmética política de los
factores encontrados. Las manifestaciones dan cuenta también de un conjunto de
protestas desde la clase media situada fundamentalmente en sectores urbanos. Lo
anterior significa de nuevo la ausencia de una política de clase hacia estos
sectores medios, lo cual genera respuestas de esta naturaleza con expresiones,
algunas de ellas, de antipolítica y parapolítica. En este sentido, la
antipolítica y parapolítica oscila entre la anomia política y la resignación de
clase. Nadie puede asumir que la protesta es un asunto exclusivo de los
sectores populares. La historia también da cuenta del papel cualitativo pero
también regresivo de la clase media. Lo anterior es parte de la no
contemporaneidad de la conciencia de las masas (1).
Como ya lo advirtiéramos y con fundamento en
la teoría de Marx del grado desigual de desarrollo, podemos afirmar que es en
las sociedades con altas formas desiguales y combinadas de desarrollo donde es
más susceptible de manifestarse con mayor vehemencia la no-contemporaneidad de
la conciencia de masas. Igualmente, la no-contemporaneidad constituye también
la tergiversación de la lucha de clases con fines puramente demagógicos y
fortuitos. Según Bloch, “el capitalismo tiene necesidad del antagonismo no
contemporáneo por no decir de la heterogeneidad no contemporánea, para
desviarse de sus propias contradicciones actuales, e insistentemente tiende a
utilizar el antagonismo de un pasado todavía vivo como medio de división y de
lucha para un devenir que se engendra dialécticamente en los antagonismos
capitalistas”. De nuevo con Bloch, dicha especificidad se expresa en el hecho
que ellas (las contradicciones no contemporáneas) no aparecen sino en la
periferia de los antagonismos sociales reales, las cuales representan en esos
antagonismos una aberración fortuita y circunstancial.
En el país, la base material de esa
especificidad seguiría siendo la mentalidad rentista que ha girado en torno al
petróleo, la sensación, el mito y la simbología de que dicho recurso todo lo
puede resolver, como forma de solapamiento, de amortiguamiento y de sustitución
de las contradicciones esenciales de la sociedad venezolana. En conclusión, son
no contemporáneas, todas las formas de pensamiento, de actuar o de sentir que
no se adecuan al nivel de contradicciones objetivas de la época vivida, es
decir, todas las formas de conciencia desfasadas de las formas de conciencia
normales y ordinarias, producidas por la sociedad en un momento determinado de
su desarrollo
.
Polarización y politización en Venezuela
La polarización en Venezuela es más un estado
de ánimo que una posición de clase diferenciada. En cambio, la politización se
expresa en la participación independientemente de la posición que se tiene
sobre la situación del país. No obstante lo anterior, el país se bate en un
aumento del consumo, en un costo de vida mayor que a su vez está determinado
por una ampliación del circulante monetario inorgánico. La cuestión de fondo es
que la renta petrolera ha profundizado la disyuntiva cultural y política del
país, constituyendo el consumo la línea transversal que une a uno u otro sector
social. Las diferencias sociales - y en algunos casos hasta políticas – se
disipan en la materialización del consumo.
Para no terminar: Elogio a lo profano
La política al igual que la sociedad es cada
vez más profana (Bensaid). En Venezuela, a la Sociedad Mara se le opone cada
vez más un Estado Mara (2). La violencia opera como elemento vertebrador de la
polarización disolviéndose la primera en la segunda. El mismo esquema
delincuencial (de inseguridad) que permanentemente se denuncia y opera en el
país, se activa en tiempos de disturbios. En virtud de lo anterior, de una
histeria colectiva se pasa a una suerte de estado de delincuencia colectiva.
Es muy complejo lo que ocurre en el país y
hay escenarios de mucha violencia social. Seguir polarizando la situación
política y avanzar en su banalización, lo que puede arrojar como resultado es
una guerra civil. De hecho, ya estamos en presencia de micro escenarios de
guerra civil. Lo peor de todo, es que para el gobierno todo lo que acontece en
el otro lado es fascismo, y en la oposición, hay actores que pareciera quieren
echar el resto para que hayan más muertos.
A decir de Walter Benjamín, “la tradición de
los oprimidos nos enseña que “el estado de excepción” en que vivimos es la
regla”. Todavía estamos a tiempo de evitar lo peor. No vaya a ser que tal como
lo sentencia Carl Schmitt, “a diferencia de las guerras de religión, las
guerras civiles o las guerras de guerrilla, en un sistema interestatal la
guerra no puede medirse según el rasero de los criterios de verdad o justicia.
La guerra interestatal no es ni justa ni injusta. Es un asunto de Estado”.
1 Como lo dijéramos en nuestro libro
intitulado Aguilar Castro, Vladimir. Venezuela. Balance y perspectivas.
Tendencias políticas después del 27 de febrero de 1989. Mérida, ULA-Consejo de
Publicaciones, 2009, ha sido el filósofo alemán Ernst Bloch, en su obra
“Héritage de ce temps”, quien planteara la teoría de la no-contemporaneidad de
la conciencia de las masas, como explicación de los cambios operados en
Alemania a partir de los años 20 y 30, y su posterior degeneración hasta la
segunda guerra mundial. Los postulados contenidos en esta teoría dan cuenta de
una explicación de la génesis del fenómeno fascista antisemita, en el que se
produce un choque entre las fuerzas de una conciencia atrasada, arcaica y
desadaptada de la sociedad industrial moderna, con formas de conciencia típicas
de la sociedad moderna masificada y de la conciencia reificada.
2 La idea de Estado Mara corresponde al
politólogo nicaragüense Andrés Pérez Baltodano. Al mismo le oponemos el de
Sociedad Mara, es decir, el de aquel colectivo donde hay un proceso recurrente
de desafección política por una pérdida de sentido hacia la política y de lo
político.
Vladimir Aguilar Castro
Universidad de Los Andes
Mérida-Venezuela
Universidad de Los Andes
Mérida-Venezuela
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