Tómate tu café que se va a enfriar, es traído de las
montañas de Biscucuy, en Portuguesa. De esta manera, Antonio Pasquali hacía una
pausa en una conversación sobre comunicación e internet para que su visita
disfrutara del placer de un buen café.
Italiano de nacimiento y venezolano por decisión, a
Paquali no solo le apasionaban los fenómenos de la comunicación, según cuentan
sus amigos de la academia, sino que también le interesaban la cocina, el
chocolate y, sobre todo, un buen café, de esos que se encuentran en tierras
venezolanas.
Llegaba la media mañana del 31 de mayo de 2018. Le
quedaban, sin saberlo ni advertirlo, 492 días de vida. Pisaba los 89 años y su
lucidez impactaba al igual que su sabiduría, que se dejaba ver en su cabello y
su barba blanca. Vestía una camisa manga corta, negra, de cuadros y una bermuda
color caqui, desenfadado como quien está en la comodidad de su hogar.
Pasquali seguía activo y con un afinado pensamiento
crítico luego de haber acumulado años de estudio y teorización sobre los procesos
comunicacionales. Mantenía sus ideas claras, complejas y agudas, las mismas que
lo consagraron como uno de los intelectuales de esta área más importantes en
Venezuela, América Latina y el mundo; así ha sido considerado por el International
Association for Media and Communication Research (IAMCR).
Esa mañana ponía sus lentes en el sofá de su sala
mientras hablaba de la importancia del derecho a la comunicación en tiempos en
los que el acceso al internet debe ser considerarado prioritario. Desde su
sillón, Pasquali lamentaba la precarización de los servicios de
telecomunicaciones en Venezuela y le preocupaban los fenómenos de
incomunicación que se volvían recurrentes en el país. A su juicio, esta
situación representaba un drama cuando pensaba en las prioridades que tiene
internet y las tecnologías electrónicas en el desarrollo de las sociedades.
Meses después de esta conversación, en Venezuela han
fallado con frecuencia los servicios de telecomunicaciones por la fragilidad de
las condiciones en las que operan las empresas nacionales y, también, por las
fallas eléctricas que se han repetido a lo largo de 2019. Con ellas, se han
intensificado las interrupciones del servicio de internet, según los reportes
del Instituto Prensa y Sociedad de Venezuela.
En medio de estas agitaciones nacionales, Pasquali viajó
de Venezuela a España, donde murió. Dejó un extenso legado sobre la crítica en
comunicación que trasciende fronteras.
Este diálogo lo rescatamos para Prodavinci, en la
memoria y en la propia voz de Antonio Pasquali, quien retrata el estado actual
del acceso a intenet en Venezuela, analiza las políticas públicas, teoriza
sobre la comunicación en la era del internet, establece las condiciones de
servicio público y orienta sobre el rol de un regulador internacional que
garantice las libertades digitales.
I.- El subdesarrollo
Yo digo que hablar de desarrollo en telecomunicaciones en
Venezuela es hablar ya de una quimera, porque nosotros nos estamos yendo al
siglo XVIII. Nos estamos estamos yendo a la época que nos harían falta palomas
mensajeras y cosas de ese tipo.
En Venezuela nos cortan la posibilidad de hablar, es todo
un drama. Menos mal que la tecnología universal viene en ayuda nuestra, porque
las deudas internacionales y la falta de inversión en materia de
telecomunicaciones han traído como consecuencia la incomunicación.
El Estado aprovecha y le conviene que aquí estemos muy
mal comunicados porque eso sirve a sus intereses, pero esa incomunicabilidad
que sufrimos no la ha producido él, sino que la ha producido un desorden
general que yo llamo subdesarrollo tecnológico, cruzado con otra dimensión que
es el populismo. Fíjense, las condiciones del subdesarrollo que vive el país se
sienten en casi todos los sectores de su actividad, especialmente, de servicios
de cualquier tipo. Nos están ganando todos los estados africanos.
II.- La era de los emisores
La comunicación es un proceso sistémico que cruza todos
los planos de sociedad. Y es que sin comunicaciones no hay sociedad. Por esto,
el internet vino para acabar con la época de la incomunicabilidad, esa época en
la que los tres grandes medios -la prensa, la radio y la televisión- eran los
dueños del mundo, a la cual nosotros no teníamos acceso como emisores, éramos
solo receptores. El internet nos ha devuelto la capacidad de ser emisores.
Yo le digo a la gente que se queja de que en la familia
está cada uno por su lado -hay chistes y todo sobre esto- que por qué no toman
en cuenta, por ejemplo, a la señora de La Pastora, en Caracas, que todas las
mañanas habla gratis, media hora, con su hija que está en Australia. Ella no
sabe nada de la tecnología, pero le han enseñado cómo entrar a Whatsapp o a
Skype. ¿Eso no es comunicación? Por eso yo pretendo que debemos romper la
diferencia entre lo virtual y lo real, porque en nuestra época la virtualidad
se ha convertido en un atributo despectivo, y lo cierto es que la “comunicación
virtual” es tan real como cualquier otra, por supuesto no es como la
comunicación interpersonal, pero el hecho incluso de que haya aparecido la
imagen -en las comunicaciones digitales- le agrega mucho valor porque permite
que nos identifiquemos.
III.- Servicio universal
Hay que garantizarle a la población la universalidad del
servicio al internet, tanto tecnológica como económicamente. Por eso, las
instituciones deben garantizar que las políticas del internet tengan
todos los atributivos de un servicio público.
Uno de ellos es la universalidad. Yo digo que,
entendiendo el acceso al internet como un servicio público, se debe tratar por
igual a quien está en San Fernando de Atabapo, en Amazonas, como a quien vive
en La Castellana, en Caracas. Eso es universalidad absoluta.
Otro de los aspectos es la adecuación, que debe terner en
cuenta la distinción de la población a través de una pirámide
cultural-educativa diversa. Todo el mundo, a todos los niveles, debe tener
acceso a internet. Nada de eso de internet de dos velocidades, de distintas
categorías.
IV.- Internet incluyente
Otro de estos capítulos de este subdesarrollo que toca el
internet tiene que ver con la legislación, pues la de Venezuela es
decimonónica, está hecha por y para telefonistas, consolidando la visión de
casi monopolios. En la ley actual, la palabra internet aparece, de chiripa, una
sola vez. Ahí no está ni el presente ni el futuro del internet, solo está el pasado.
No existe el mundo actual ni el que viene.
Yo no creo que debamos comenzar por reformar o reescribir
la ley de telecomunicaciones. Hay que comenzar con actos nuevos y no con leyes
nuevas. La ley puede venir después. Pero desde luego, el país necesita una
ley de telecomunicaciones para el siglo XXI, donde se considere la
universalidad del servicio, neutralidad de la red, equidad para que todos la
respeten. Todo eso debe figurar en una ley para que todo el mundo la respete.
V.- Regulador internacional
Con una humanidad que gasta el 13% de sus riquezas en
comunicación de las riquezas, yo no pienso que necesitemos un regulador
nacional para los asuntos de internet, todos son peligrosos. Yo pienso en una
normativa mundial controlada por un tribunal absolutamente independiente. Hay
un Tribunal Penal Internacional, ¿por qué no puede haber un Tribunal
Internacional de la Comunicación? Entonces, imagine usted un tribunal
internacional regido por figuras más allá de toda sospecha, porque el internet
no puede ser reducido a un problema nacional porque es global. Ontológicamente
no tiene nada de nacional.
Antonio Pasquali, el teórico de la comunicación, pensaba
y defendía las potencialidades libertarias del internet. Se autodefinía como
fanático y defensor de la comunidad de Wikipedia. No tenía redes sociales, pero
sí accedió a tomarse selfies para despedir esta conversa.
Prodavinci
https://prodavinci.com/internet-en-la-memoria-y-la-propia-voz-de-antonio-pasquali/?utm_source=Bolet%C3%ADn+diario+Prodavinci&utm_campaign=eaeb2be41e-EMAIL_CAMPAIGN_2019_10_11_07_55&utm_medium=email&utm_term=0_02b7f11c26-eaeb2be41e-196253549
21 de Octubre del 2019
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