Un consumo predominante
de alimentos de origen vegetal y una reducción del derroche de comida están
entre las recomendaciones principales del informe publicado este jueves.
Ante la gravedad y la rápida evolución de la crisis
climática que afecta al planeta, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) reclama un abordaje
del problema que abarca e implica a cada vez más sectores de la sociedad. Ya no
es suficiente con limitar o erradicar las emisiones contaminantes de efecto
invernadero: también son necesarias modificaciones profundas en la producción mundial de alimentos, es
decir, en la agricultura y en la ganadería, y por ende en nuestros hábitos
alimenticios.
Esto es lo que se desprende del informe presentado
este jueves en Ginebra (Suiza) y elaborado por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC),
el conjunto de científicos especialistas que asesora a la ONU sobre en
materia del calentamiento global, que en su última publicación vuelve a poner
el foco en reducir el aumento
global de las temperaturas y en garantizar la seguridad alimentaria de la población mundial.
El estudio incluye datos que dibujan una gestión
deficitaria y peligrosa de los recursos naturales en diferentes áreas, y
cuantifica su impacto en términos de su contribución al cambio climático.
Así, se indica por ejemplo que entre el 25% y el
30% del total de alimentos producidos en el mundo se pierde o se desperdicia, y que este derroche es responsable de casi el 10% de todas
las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por el ser
humano. Por ello, terminar con este desperdicio sistemático de alimentos se
propone como una prioridad inaplazable.
Además, advierten que "el 23% de las emisiones
de gases de efecto invernadero provienen de la agricultura, la silvicultura y
otros tipos de uso del suelo".
Consumir menos carne y otros cambios difíciles
El documento señala que el crecimiento
exponencial de la población mundial y sus patrones de consumo
han obligado a unas tasas
de explotación de la tierra y uso del agua sin precedentes. En
concreto, indica que nada menos que un 70% el agua dulce disponible en el
planeta se destina a la agricultura.
Asimismo, El IPCC no duda en recomendar
modificaciones básicas en la dieta global de las personas, instando a un
consumo basado en alimentos
de origen vegetal, como cereales, legumbres, frutas y verduras, con el
complemento de alimentos de origen animal siempre y cuando sean producidos de manera sostenible, es
decir, con métodos que produzcan bajas emisiones. "Algunas opciones
dietéticas requieren más tierra y agua, y provocan más emisiones de
gases", apuntan desde el IPCC, en alusión a los procedimientos altamente
contaminantes empleados por gran parte de la ganadería industrial.
Además, el cambio no sólo beneficiaría al planeta,
sino muy directamente a la salud individual de sus habitantes: el propio
estudio señala que desde mediados del siglo pasado el consumo per cápita
de carnes, grasas vegetales y
exceso de calorías se ha disparado, provocando que en la
actualidad haya nada menos que 2.000
millones de personas aquejadas de sobrepeso u obesidad.
Aunque un cambio significativo en la
conducta alimentaria a nivel mundial sería ciertamente difícil –ya que los
patrones alimenticios están fuertemente arraigados en el sistema de costumbres
y usos culturales de cada sociedad–, las consecuencias positivas de una
modificación profunda serían importantes y numerosas: en un plazo de 30 años se podrían
liberar varios millones de kilómetros cuadrados de tierra, reduciendo
hasta en 8 millones de
gigatoneladas la emisión anual de dióxido de carbono. Para
dimensionar esta cifra, basta indicar que equivale a todo el gas emitido por
España en los últimos 20 años.
Impacto y consecuencias derivadas
Mientras esos cambios necesarios llegan, el informe
señala algunos impactos climáticos negativos que ya están siendo observables en
el capítulo de la seguridad alimentaria, como la alteración en los patrones de
precipitaciones y el aumento de la frecuencia e intensidad de fenómenos meteorológicos extremos que dañan
los cultivos. Partiendo
del panorama actual, los científicos han elaborado también unas previsiones,
nada halagüeñas, para diferentes partes del planeta.
El lago desecado Poopo (Oruro,Bolivia). 1de
septiembre de 2017. / David Mercado / Reuters
Por ejemplo, prevén que "la frecuencia e
intensidad de las sequías aumenten
particularmente en la región mediterránea y en África meridional", y que
tanto en África como en Asia aumente el número de poblaciones sometidas a
la desertización.
El pronóstico también incluye una caída generalizada del rendimiento agrícola en
las zonas tropicales y subtropicales, así como un aumento significativo de
los incendios forestales en
África central y en diversas áreas asiáticas.
Bomberos tratan de extinguir un incendio cerca de
Macao (Portugal) el 22 de julio de 2019. / Rafael Marchante / Reuters
Como consecuencia social derivada, el IPCC avisa de
un posible incremento progresivo de las migraciones asociadas a esta degradación de las condiciones
medioambientales.
La necesidad inaplazable de actuar
Un tono de advertencia urgente –más que justificado,
a juzgar por los datos que aporta– recorre todo el informe del IPCC, que alerta
en todo momento de las consecuencias que podría acarrear a corto plazo
mantener la inercia actual en los modo de vida. Sin embargo,
parece haber cierto margen
para el optimismo.
El informe fue encargado por la ONU en el año 2016, y ha sido difundido este jueves después de que las delegaciones de 198 países miembros incluyeran algunas modificaciones a un borrador elaborado por 107 científicos de 52 países. Los debates para ultimar el documento han sido particularmente intensos, y ha trascendido que las discusiones entre los participantes hicieron que la última sesión durase nada menos 28 horas ininterrumpidas. "Actuar ahora puede evitar o reducir los peligros y pérdidas y generarbeneficios para la sociedad", afirma el texto, destacando que "las rápidas acciones de adaptación y mitigación climáticas, alineadas con la gestión sostenible de la tierra y el desarrollo sostenible podrían reducir el riesgo para millones de personas expuestas a fenómenos climáticos extremos, a la desertificación, a la degradación de la tierra y a la inseguridad alimentaria". En cambio, advierte sin ambages que "retrasar la acción podría dar lugar a algunos impactos irreversibles en algunos ecosistemas"
La tierra en Rotacion
22 de Octubre del 2019
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