La historia muestra que la batalla contra la corrupción no se puede ganar, pero una instancia independiente debe controlar los desmanes y la ciudadanía censurarlos
“YA SÉ QUE
HAY BRIBONES POR PRINCIPIO ASÍ COMO POR PRÁCTICA, QUE PIENSAN QUE TODA HONRADEZ
Y TODA RELIGIÓN SON PURO ENGAÑO, Y QUE HAN DECIDIDO HACER CUANTO LES PERMITA LA
FUERZA O LA ASTUCIA EN SU PROPIO BENEFICIO”
Cuenta el padre Feijóo (y a mí me lo transmite mi amigo
César Pérez Gracia) que, cuando Tomás Moro era canciller de Inglaterra, un acaudalado ciudadano le llevó a casa dos
magníficas jarras de plata maciza con la intención de sobornarle.
Moro hizo que se las devolvieran llenas de un exquisito vino de su bodega,
junto con un amable mensaje en que decía que, cuando se lo bebiera, volviese a
traérselas para surtirle de nuevo, porque ya podía comprobar que su Borgoña
merecía la pena…