A medida que la
biotecnología se desarrolla, cada vez resulta más necesario a nivel económico
patentar los organismos genéticamente modificados (OGM), pero hay quienes
consideran que esto es un error y que el código de la vida debería ser de
todos.
Al igual que la
industria de las telecomunicaciones ejerció presión para privatizar el espectro
electromagnético, la industria de la biotecnología pretende
hacer lo propio con los componentes más básicos de la naturaleza, es
decir, los genes que subyacen a toda forma de vida. El argumento es que
los genes son información, y si un biotecnólogo combina esa información para
crear nuevos organismos, entonces estos deberían ser susceptibles de ser
registrados o patentados de algún modo.