Dicen que Hitler, una vez consciente de su derrota
eminente al arribar las tropas soviéticas a las puertas de Berlín, empezó a
despotricar contra el pueblo germano, acusándolo de no haber estado a la altura
de sus designios. “Bien hecho, ¡ahora que se jodan!” pudiera haber proferido en
alemán. En la película, “La caída”, se recogen estos arrebatos del Führer,
desesperado en su bunker.
Traigo a colación esta locura, porque pareciera repetirse
en la feroz represión desatada por el usurpador contra los habitantes de los
barrios populares desde la semana pasada. Van más de 30 asesinatos y 800
detenidos, entre éstos algunos menores de edad. Evidencia, una vez más, el
desprecio “revolucionario” por la vida de la gente humilde, mientras discursea
clamando ser sus defensores. Como la gigantesca movilización nacional del 23 de
enero y las protestas en barrios y pueblos del interior no dejan dudas acerca
del repudio popular en su contra, los fascistas arremeten salvajemente en su
contra. Los pobres serían unos ingratos, culpables de la derrota de esa
impostura que insiste en llamarse “revolución”. “Bien hecho, ¡ahora los vamos a
joder!”, resumiría la desesperación de la mafia en el poder.