El desembarco de las redes 5G viene acompañado de promesas de
velocidades de descarga inusitadas, de entornos de máquinas que se comunican
entre sí, de coches autónomos que, por fin, podrán circular, de intervenciones
quirúrgicas a distancia. Las compañías tecnológicas anuncian el advenimiento de
la enésima next big thing, el enésimo gran acontecimiento que lo cambiará todo
(y gracias al cual, de paso, nos colocarán nuevos productos). Con su llegada,
prometen, se abrirán por fin las puertas a nuevos mundos de realidad aumentada
y virtual. Pero hay que tener presente la cara B del 5G: en un planeta
hiperconectado, las posibilidades de que seamos hackeados, espiados y
controlados por empresas y Gobiernos se multiplicarán