Foto: Dos alumnas de Laboratoria, en su sede de Lima
Laboratoria, una
‘start-up’ peruana que ha contado con el reconocimiento de Google, Facebook y
el BID, consigue la inserción laboral del 75% de sus alumnas
Apple lanzó en 2014 una aplicación de salud capaz de
monitorizar decenas de parámetros; desde la ingesta de vitamina D hasta el
aporte de sangre a los tejidos. Olvidó uno. Uno que afecta todos los meses a
casi la mitad de sus usuarios. Hasta medio año después del estreno de
esta app, la empresa no incluyó la supervisión de la menstruación entre
sus utilidades. Basta entrar a las oficinas de una gran compañía tecnológica
como esta para imaginarse las razones de este despiste: están plagadas de
hombres.
La creación de productos
tecnológicos enfocados mayoritariamente a las necesidades masculinas es solo
una de las consecuencias de la la brecha laboral entre sexos en este sector. Si
no se supera será muy complicado solventar un doble reto que afecta a todo el
mundo, pero especialmente a los países en desarrollo: la inclusión completa de
la mujer en el mercado laboral y que esto se consiga en las mismas condiciones
que ellos.
Es así por varias
razones que caracterizan esta industria. Las más obvias e inmediatas es que
los salarios, así como la demanda de profesionales, están muy por encima del
resto. Pero también porque en la reconversión digital ya están desapareciendo muchos empleos. Seguirá sucediendo,
con más fuerza, en las próximas décadas y es un fenómeno que se ceba con las
labores tradicionalmente ocupadas por mujeres. Según el Foro Económico Mundial, por cada cinco empleos
perdidos por ellas en la revolución digital solo se creará uno, mientras que
para ellos la proporción será de tres a uno. Para cambiar este patrón es
necesario, según numerosos expertos, promover la capacitación de las
mujeres en estudios y carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y
matemáticas, por sus siglas en inglés).
Las mujeres se mantienen
alejadas de ellas por diferentes motivos: educación, estereotipos culturales,
un círculo vicioso que mantiene estos entornos masculinizados y, en ocasiones,
poco amigables para ellas. La consecuencia es que salir al mercado a encontrar
una programadora web, por ejemplo, es todo un reto. Le ocurrió a la limeña
Mariana Costa cuando, después de unos años viviendo en el extranjero volvió a
Perú para montar una startup: “Era difícil hallar profesionales con las
competencias que necesitábamos. Mujeres, prácticamente imposible”. Los datos
respaldan esta afirmación. En los países de ingreso medio en América
Latina, las mujeres representan entre el 61% y 66% de los graduados de carreras
terciarias, pero el porcentaje baja a entre el 19% y 35% en las STEM.
Así surgió en 2015 la
idea de Laboratoria,
un emprendimiento social que con el tiempo recibiría el interés del fundador de Facebook, de Barack
Obama, de Google o del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Se
trata de una academia para desarrolladoras. Solo admite a mujeres, que reciben
una formación de seis meses desde cero. Después de medio año intensivo, con
casi 1.000 horas de clases eminentemente prácticas, el 75% consigue trabajo con
una media del triple de salario que recibían en sus ocupaciones previas.
Era difícil hallar
profesionales con las competencias que necesitábamos. Mujeres, prácticamente
imposible
“El caso típico es el de
una chica de unos 24 años que ha tratado de formarse pero, o no ha conseguido
iniciar los estudios universitarios por problemas económicos o no ha podido
concluirlos porque tuvo que ponerse a trabajar”, explica Mariana Costa, que es
fundadora y CEO de Laboratoria. Es el perfil de Wendy Reyes, de 26 años, que
antes de conocer este proyecto trabajaba como teleoperadora atendiendo a los
clientes españoles de una compañía telefónica.
“Decidí dejarlo para
poder dedicarme a esto. Aunque no tenía ni idea de programación, siempre me
había llamado la atención este mundo, pero no había tenido la oportunidad de
entrar en él. Un amigo programador me pasó un enlace por redes sociales y
decidí intentarlo”, explica.
No es fácil entrar en
Laboratoria. Aunque no se requieren conocimientos específicos, las aspirantes
tienen que pasar una serie de pruebas cognitivas y de habilidades que culminan
con una semana de formación-prueba en la que se decide quienes formarán parte
del curso. “Ahí es donde vemos si realmente le entusiasma este tipo de trabajo,
su potencial”, explica Costa. Solo entre un 15% y un 20% de ellas accede.
La alumna solo pagará si
consigue trabajo. Después de este primer medio año, Laboratoria contacta con
empresas, tanto tecnológicas como otras (bancos, aseguradoras, retailers) que
requieren este perfil en su plantilla para que encuentren a las trabajadoras
que mejor pueden solventar sus necesidades. A partir de aquí, el siguiente año
y medio la formación continúa a un ritmo menor, con cursos de especialización
en tecnologías más concretas. La alumna va pagando mes a mes con su salario la
formación que ha recibido hasta unos 3.500 dólares, que es el precio promedio
(aunque varía ligeramente en función del sueldo que percibe).
Laboratoria ya ha formado
a más de 400 mujeres. Tras la sede de Lima, con el apoyo financiero de Google y
el BID, abrió otras en Arequipa, Santiago de Chile y México DF
A Ruth Salvador, una
alumna de 27 años que está a punto de finalizar los estudios, le gustaría
entrar en una startup para seguir aprendiendo y, con el tiempo, montar la suya
propia. “Algo relacionado con la banca”, barrunta. De momento, ha pasado de no
saber nada de programación a “poder replicar cualquier página, leer código...”.
La formación técnica
está complementada con otra que tiene más que ver con la inserción laboral y el
desarrollo personal. Alejandra Ramírez, training manager y psicóloga de la empresa,
explica que más allá de las destrezas que aprenden en programación, entre las
chicas se puede apreciar un crecimiento emocional y la creación de unos lazos
de confianza que determinarán una “red de soporte” en su futura carrera
laboral.
Laboratoria ya ha
formado a más de 400 mujeres. Tras la sede de Lima, con el apoyo financiero de
Google y el BID, abrió otras en Arequipa, Santiago de Chile y México DF.
Elizabeth Minaya, especialista del Fondo Multilateral de Inversiones del BID,
explica que el banco decidió apoyar esta iniciativa con un millón de dólares en
tres años para contribuir a paliar la importante brecha laboral del sector:
“Solo un 4% de los desarrolladores de Perú son mujeres. Los resultados están
yendo incluso más allá de lo que esperábamos”
El objetivo ahora es
llegar a 15 en 2021 por toda la región. La siguiente será Guadalajara (México).
Y en el horizonte están Colombia y Brasil. “Nuestra meta es que en toda gran
empresa tecnológica y en muchas startups haya egresadas de Laboratoria”,
asegura Costa.
El pais
G miradas multiples
04 de Noviembre del 2019
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