El crítico más famoso de
su tiempo incluyó en su lista de genios a Federico García Lorca, a Luis Cernuda
y, sobre todo, a Miguel de Cervantes.
Bloom, en Barcelona, en 2002. DOMENEC UMBERT
Durante unos años, Harold Bloomfue el árbitro que repartía los
carnets de si un libro pasaba a formar parte del Olimpo o era desdeñado con el
olvido. Los españoles solíamos tener mala suerte con él, así que se le
denostaba con el silencio; pero cuando alguno pasaba a formar parte de su grey
entonces se ensalzaba la sabiduría de este judío del Bronx de perímetro
enorme a la manera de José Lezama
Lima.
Ocurrió algo parecido con Vladimir Nabokov y su desprecio (que no era
tal, no era tan simple) hacia el Quijote: en España, el ruso fue
ninguneado hasta que alguien con autoridad mayor, lo rescató del limbo.
Harold Bloom (Nueva York, 1930) parecía un sabio que sólo se dedicaba a
leer en zapatillas y junto al fuego día y noche, el profesor que decía qué se
tenía que leer (Cómo leer y por qué, El canon occidental,
ambos en Anagrama) para quedar bien en una conversación improvisada con
extraños. Pero cuando escribió Genios. Un mosaico de cien mentes
creativas y ejemplares (el título denota cierta prepotencia, a qué negarlo) advirtió
en el prólogo que sólo incluyó genios ya fallecidos, así que dejaba fuera a
José Saramago y a la poeta canadiense Anne Carson. Sí incluyó a Montaigne,
Dante, Sócrates y Platón, Freud y Goethe, Virgilio y Beckett, Jane Austen y Rimbaud,
Borges e Isaac Babel.
El genio por excelencia para él fue Shakespeare, al que dedicó no solo
un amplio ensayo sino que durante medio siglo lo estuvo enseñando en la
Universidad de Yale: "Es único en su capacidad de crear la ilusión de que
es diferente de los demás no sólo en la forma sino en el grado (...) Es el
genio supremo".
Sobre los españoles: "Cervantes no está en la misma categoría que
Lope de Vega y Calderón. Hay algo en Shakespeare y en Cervantes, y también en
Dante, Montaigne, Milton y Proust (para no dar más que unos cuantos ejemplos),
que pertenece a su época a la vez
que la sobrepasa".
En el grueso volumen Genios, también aparecen dos españoles
más, Federico García Lorca y Luis Cernuda. Del poeta de Granada dice: "Él
-como Whitman, Pessoa, Hart Crane y Cernuda- tiende a convertir todos los
géneros en elegías líricas (...) La oscuridad de los sonidos es la marca del
duende, la estética pragmática de García Lorca". Y sobre Cernuda comenta
su "silenciosa amargura" y apunta: "Ningún otro poeta del siglo
XX y de genio equiparable fue tan solitario como este poeta exilado. No tenía otra vida que su poesía; si
el arte de la poesía tiene santos propios, como Dickinson y Paul Celan, Cernuda
es uno de ellos".
Por cierto, Bloom, en el capítulo dedicado a Cervantes, refiere a
Unamuno como "gran cuentista y
crítico". Y agrega que recurre al autor de Niebla,
"quien combatió contra el culto español a la muerte hasta sus últimos
momentos, cuando afrontó al general fascista Queipo de Llano -quien gritaba
'¡Muerte a la inteligencia!" y "¡Viva la muerte!", blandiendo
una pistola". Un lapsus lo puede tener hasta Harold Bloom.
El Mundo
16 De Octubre del 2019
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