El de después del 16J será, tanto en sus
movilizaciones como en sus eventuales negociaciones –sí, negociaciones– un
tiempo crucial. Pero también peligroso. Puede darse incluso el caso de que,
como ya sucedió con Chávez y Erdogan, Maduro intente utilizar la ansiedad de
políticos
Como a un limón ha exprimido
Reccep Tayyip Erdogan al fallido golpe de Julio del 2016. Para él fue un regalo
del cielo. Precisamente cuando estaba en retroceso, oficiales sin base
política, socialmente desconectados y sin apoyo del grueso del ejército,
intentaron llevar a cabo un golpe de estado.
Opinadores aseguran que el
golpe fue un invento de Erdogan para asegurar su poder, instaurar una
autocracia islamista y liquidar a sus enemigos. Probablemente no fue así, pero
definitivamente es lo mejor que pudo haberle sucedido.
Si bien en el golpe
participó solo un reducido grupo de oficiales y los partidos de oposición
dieron su apoyo al gobierno, Erdogan tenía, pocos días después, miles de
presos, más de cuarenta mil empleados despedidos, radios y periódicos
clausurados. Tampoco desaprovechó la oportunidad para redoblar sus ataques en
contra de los kurdos cuya complicidad con el golpe nadie ha probado.
En suma, sobre la base de un
mini-golpe, Erdogan logró modificar a la Constitución y asegurar la absoluta
fidelidad de los militares. No sin razón algunos medios lo han bautizado como
el Maduro de Turquía.
Sin embargo, la forma y
estilo como Erdogan ha reconstruido al Estado hacen pensar más bien en el Hugo
Chávez del fallido golpe del 11 de abril de 2002. La diferencia es que ese
golpe no fue planificado. Por el contrario, resultó de incidencias por nadie
previstas. La semejanza es que ambos intentos fueron punteados a favor del
régimen.
Que el empresario Pedro
Carmona y el sindicalista Carlos Ortega hubieran tenido la “brillante” idea de
extender el curso de una gran manifestación hacia Miraflores, que Chávez
hubiera ordenado disparar a la multitud, que los altos mandos no hubiesen
acatado la criminal orden, que los generales no formaran Junta y nombraran a
Carmona presidente provisional, que este hubiera comenzado a firmar decretos
antisociales, y que los mismos “golpistas” a fin de evitar una masacre hubiesen
repuesto a Chávez, todo eso serviría al chavismo para rehacer la historia y
convertir al grotesco sainete en un golpe perpetrado por “apátridas” al
servicio del “imperio”.
Lo cierto es que al igual
que como sucedió después a Erdogan, los golpistas abrieron las puertas a Chávez
para que transformara al ejército en guardia pretoriana, silenciara a la prensa
y a la televisión y desmantelara a las organizaciones sindicales y
empresariales. Ambos presidentes, Chávez y Erdogan, solo aprovecharon la
imbecilidad de golpistas fracasados para iniciar su camino hacia la conquista
del poder total. En ese sentido no hicieron sino seguir el ejemplo de Hitler
cuando en 1933 se sirvió del incendio del Reichstag para inhabilitar al
parlamento y convertirse en “el gran dictador”.
Advertencia:
El 16 J-2017 la ciudadanía
democrática venezolana, siguiendo la directriz de un liderazgo colegiado, ha
obtenido una de las victorias más decisivas de su historia. La dictadura de
Maduro se encuentra nacional e internacionalmente arrinconada y millones de
voluntades divisan una luz al final del túnel. El de después del 16J será,
tanto en sus movilizaciones como en sus eventuales negociaciones –sí,
negociaciones– un tiempo crucial. Pero también peligroso. Puede darse incluso
el caso de que, como ya sucedió con Chávez y Erdogan, Maduro intente utilizar
la ansiedad de políticos hambrientos de liderazgo. Una de las tareas más
decisivas de la oposición será, por lo mismo, la de neutralizar a eventuales
salidas divisionistas que atenten en contra de la vía aceptada por su mayoría:
constitucional, pacífica, democrática y electoral.
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