Nadie se debe sorprender. Solo cambian los instrumentos,
pero es la misma estrategia de parte del régimen: intimidación, chantaje,
soborno y compra de conciencias; que busca dividir a la oposición, sembrar
desesperanza en la población y aferrarse al poder a cualquier precio, dejando
saber, además, que ese es su propósito y no escatimara recursos en ello. No hay
ni siquiera un ejercicio de imaginación, solo son eficientes aplicando esos
instrumentos en un alarde de procaz violencia, para lo único que son muy
“creativos”.
Si algo quedo claro de lo ocurrido en la política
venezolana en 2019 y los primeros días de 2020 es que el régimen extrema su
objetivo de mantener el poder a toda costa. Parte de su estrategia es terminar
de copar todos los espacios políticos y por ello arremete con más saña contra
la Asamblea Nacional. Ya no le basta desconocerla a través de su dócil TSJ y
privarla de recursos económicos, ya no es suficiente inhabilitar diputados,
perseguirlos, apresarlos u obligarlos al exilio, táctica que no le dio mayores
resultados.
El régimen ha perdido ya todo “decoro”, cualquier respeto
a las formas, ya procede sin disimulo a usar sus dos únicos argumentos: la
fuerza armada y la violencia física de sus hordas fascistas para copar los
espacios del Congreso Nacional e impedir las sesiones de la legitima AN, la que
elegimos todos los venezolanos, incluidos ellos.
Estamos ante un nuevo intento de usurpar las funciones de
la AN; ya no es mediante decisiones del TSJ, como hace algún tiempo intentaron
infructuosamente, ahora es un asalto final, comprando diputados con los que
montó un sainete con los que logro y que saltaron la talanquera para elegir una
apócrifa junta directiva, que no dudamos que más temprano que tarde será
reconocida y “bendecida” por el TSJ, gracias a la ayuda y apoyo de un recurso
de interpretación introducido por un supuesto opositor, miembro de la mal
llamada Mesa de Dialogo o “mesita de dialogo”.
Del otro lado de la calle, el de la oposición, hay algo
que también quedó claro en el 2019 y estos inicios del 2020, además de haber
finalizado el llamado mantra –cese a la usurpación, gobierno de transición y
elecciones libres– y es que nadie nos va a liberar y que no hay salida rápida;
se requiere una nueva estrategia y esta es una tarea compleja. Ya lo hemos
visto por algunos balbuceos de líderes opositores y diputados que se aferran al
mantra y pretenden darle una “continuidad” que ya es imposible invocar.
Los elementos fundamentales de esa nueva estrategia, en
mi opinión, son: Primero la unidad, como condición indispensable, como
principio fundamental, básico, para lograr derrotar a la dictadura venezolana.
Ya no es cuestión de interpretaciones, sabemos que el camino de la unidad no es
fácil, que hay desvíos y tropiezos, pero quien no obre decididamente para
lograrla, se le debe apartar y que quede al margen del camino.
Segundo, es imperativo definir un objetivo que sea
alcanzable, realizable, por el cual sea posible luchar e incorporar de manera
segura a la mayor cantidad posible de venezolanos. Y esto tampoco es nada
fácil; requiere de una profunda meditación, ser sinceros y despojarnos de todo
prejuicio falsamente principista.
Paradójicamente, la reflexión sí creo que es simple. En
el 2020 habrá elecciones nos guste o no. El régimen, basado en su estrategia de
“toma” por la fuerza de la AN da los pasos en esa dirección, soltando globos de
ensayo para medir la reacción; en cualquier momento anunciara una fecha –como
si elegir la AN este año fuera una graciosa concesión y no una obligación
constitucional– y un mecanismo para designar autoridades del Poder Electoral,
el “nuevo” CNE. Solo le queda decidir el mecanismo: lo hará mediante su falsa
AN –tras ser reconocida esta por el TSJ–, lo hará mediante el TSJ, volviendo a
usurpar las funciones de la AN; o lo hará mediante la ANC, como uno de sus muy
conspicuos representantes acaba de dejar entrever.
Es una jugada con doble propósito: buscar que la
oposición se abstenga, al no haber un “nuevo” e “imparcial” CNE para conducir
un proceso, posiblemente adelantado y seguramente amañado; y de paso quitarse
de encima el San Benito del desconocimiento internacional, al adueñarse de
manera “legitima” de la AN, que le permitirá firmar todos esos acuerdos y
contratos que sus socios internacionales –Rusia y China– quieren que gocen de
reconocimiento legislativo.
Frente a este muy probable escenario, no es momento de
hacer afirmaciones categóricas que sin duda molestaran a muchos; pero si caben
algunas preguntas y reflexiones: ¿Qué camino tomara la oposición? ¿Dirá que sin
un “nuevo” e imparcial CNE –como si eso fuera posible– no habrá condiciones y
se abstendrá de participar, como ocurrió en 2005 y en algunas elecciones
recientes, regionales y locales? ¿Le regalaremos la AN al régimen y sus socios
“opositores”, que de cualquier manera acudirán al proceso?
La oposición tiene por delante varios retos; el más
grande, vencer la natural resistencia de mucha gente hacia los procesos
electorales; resistencia incentivada –vamos a estar claros–por el propio
régimen y por políticas anteriores de abstención opositora, que en realidad no
produjeron ningún resultado. Otro reto importante es tratar de generar
condiciones para tener unas elecciones en las que podamos efectivamente
participar, pues no cabe duda que la electoral es una vía que permite organizar
a la gente y que permite la participación masiva.
El tercer elemento fundamental de la estrategia opositora
en el 2020 es tratar de debilitar al régimen y para ello es imprescindible
incrementar ante el país y ante la comunidad internacional, el costo político
de su desastrosa gestión, que ha conducido al país a la miseria.
La oposición solo cuenta para esta tarea con dos
elementos: el apoyo popular a la AN, medido en múltiples encuestas; además, la
Asamblea Nacional es el único poder reconocido internacionalmente de Venezuela
y por eso, con base en ella, hay que fortalecer también a los partidos
políticos, a las ONGs de carácter social y político y fortalecer las protestas
ciudadanas, dándole contenido a esa cantidad innumerable de protesta que se
hacen todos los días, que no están conectadas, que son inconexas y que no
tienen un objetivo político claramente definido.
Y el segundo elemento de apoyo a la oposición, es la
comunidad internacional; apoyo que es necesario mantener, estimular y
fortalecer y ello solo será posible con políticas coherentes de enfrentamiento
a la dictadura.
Digalo Ahi digital
28 de Enero del 2020
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