En el marco del proyecto El siglo XX venezolano, que
lleva adelante la Fundación para la Cultura Urbana, el historiador Edgardo
Mondolfi revisitará la pasada centuria para encontrar las claves que
permitieron el florecimiento de las instituciones, la consagración de la
cultura electoral y «del anhelo civil, pese al mito que ha significado el poder
militar en la política venezolana».
El siglo XX venezolano puede apreciarse como un
territorio de continuidad y no de rupturas. A partir de esa afirmación es
posible advertir cómo se fue tejiendo la cadena de acontecimientos que permitió
el surgimiento de las instituciones que modernizaron el Estado en pocas
décadas, la consolidación de un sistema de partidos políticos que alentó la
alternancia en el poder y que enraizará en la población una cultura electoral
que todavía pervive pese a las sombras que, en los tiempos que corren, han
mermado la confiabilidad en el voto.
El historiador Edgardo Mondolfi Gudat defiende con
convicción la necesidad de mirar lo ocurrido durante esos cien años como un
proceso. Esa es la perspectiva desde la que ha emprendido la tarea que le ha
sido encomendada por la Fundación para la Cultura Urbana como parte del
proyecto El siglo XX venezolano: revisar la historia política de la pasada
centuria, una reconstrucción que, señala, debe permitir a los lectores actuales
revalorizar un periodo que dejó en herencia una memoria colectiva de lo que
significa ejercer la ciudadanía, indeleble aún en tiempos en los que el poder
del Estado se ha hecho omnímodo.
Mondolfi, doctor en Historia por la Universidad Católica
Andrés Bello e individuo de número de la Academia Nacional de la Historia,
explica que uno de los desafíos que supone esta misión es identificar cuáles
fueron los elementos novedosos que emergieron con el siglo y que lo hicieron
diferente a los años que lo precedieron. Uno de ellos, que, además podría
servir para resumir el espíritu con el que animó el transcurrir de esos cien
años, fue la incorporación dentro de nuestro vocabulario de la palabra
programa, «en contraste con otros términos como proclama o manifiesto, que
podrían haber sido los términos usados por algún régimen del siglo XIX para
anunciar sus propósitos», explica. «Un programa habla de continuidad, de
dirigismo, de metas a largo plazo, de planificación, una característica que
definirá al siglo XX desde que Eleazar López Contreras inaugurara su uso con el
Programa de Febrero, en 1936».
Aunque esa noción de Estado que se consideraba ya capaz
de mirar hacia su futuro suele vincularse con las ideas modernizadores que
despegaron después de la muerte de Juan Vicente Gómez, Mondolfi enfatiza que es
necesario huir de la convención de que el siglo XX se inauguró luego del
fallecimiento del Benemérito, tesis que, en su momento, fue planteada por el
escritor Mariano Picón Salas. «Se trata de un juicio que reclama revisiones
porque está cargado de una valoración llena de pasión, al calor del amanecer
postgomecista, pero historiadores como Diego Bautista Urbaneja se han dedicado
a escrutar con mucho detenimiento el papel de Castro y de Gómez en lo que
fueron los inicios de la construcción del Estado moderno venezolano».
―Sin embargo, lo que sostenía Picón Salas sigue calando
profundamente a la hora de ponerle una fecha de inicio al siglo XX.
―La edificación del Estado moderno venezolano se inicia
justamente con la nueva política fiscal y militar que surge antes de 1936 y
también con la incipiente legislación petrolera. El gran elemento que estuvo
ausente en el siglo XIX fue el excedente que era necesario para construir las
instituciones. El siglo XX, al disponer de la renta petrolera, puede comenzar a
transitar ese camino.
Nuevos protagonismos
Una pieza fundamental para entender el siglo XX
venezolano es la aparición de los partidos políticos, señala Mondolfi, «en el
sentido moderno del vocablo». En principio, significaron «el advenimiento de ideologías
modernas que van a ser las que le van a dar sustento a las distintas
alternativas».
―Las calles se convierten en escenarios de ese cambio.
―Manuel Caballero, uno de los historiadores que más se
dedicó a estudiar el siglo XX como un siglo de novedades para la Venezuela de
la que somos herederos, dijo que un signo distintivo de este período es la
ciudad, como sinónimo de civilidad, de urbanidad, de mayor grado de convivencia
pese a las tensiones y pese a las pugnas políticas, que se contrapone a una
cultura esencialmente rural, que era la que Venezuela traía de herencia del
siglo XIX. Es interesante revisar cómo fue el advenimiento de estos partidos
modernos y luego sus mutaciones, sus distintas derivaciones a lo largo del
siglo, sus deslindes, sus rupturas y luego los pactos de convivencia y de
gobernabilidad que van a madurar con el tiempo.
―El siglo XX también supuso el nacimiento de una clase
obrera.
―El país que en el siglo XIX era 70 % rural y 30 %
urbano, va a convertirse exactamente en lo contrario. A fines del régimen de
Gómez ya comienza a haber una actividad industrial incipiente que va a seguir
luego con López Contreras con un poco más de dinamismo y luego mucho más con
Isaías Medina Angarita. Ese nuevo paisaje económico incluye la presencia de los
obreros organizados para exigir sus derechos y reivindicar sus aspiraciones.
Hay una singularidad en el fenómeno venezolano: fue el propio Estado el que
estimuló la creación de los sindicatos, debido a su aspiración temprana de ser
el árbitro para el advenimiento del capital y el trabajo como fuerza
productiva, lo que hizo que en el camino los sindicatos se vieran cooptados por
los propios partidos.
El poder tras una institución
Las Fuerzas Armadas merecen un capítulo aparte a la hora
de reconstruir la historia del siglo XX. Mondolfi destaca no sólo su
institucionalización, que se había intentado desde los tiempos de la
presidencia de Antonio Guzmán Blanco y que viene a consolidarse durante los
regímenes de Castro y de Gómez, sino su participación como actor político. «En
principio está presente en su papel pretoriano y pasa luego a convivir y
gerenciar el poder directamente con un partido político como Acción Democrática
durante el trienio 45-48, para luego ser un gestor único de éste durante el
decenio 48-58».
En contraposición, destaca la construcción de una fuerte
cultura del civilismo, que a su entender constituye también una particularidad del
siglo XX venezolano. «Pasamos de ser un país que, en el siglo XIX, dirimiría el
conflicto político preferentemente por la vía de la violencia armada, a hacerlo
en el espacio urbano, en el espacio civil, en el espacio de la competencia
partidista. Ha habido una pervivencia del anhelo civil, pese al mito que ha
significado el poder militar en la política venezolana».
―Las Fuerzas Armadas siempre fueron bien valoradas en las
encuestas de la segunda mitad del siglo, ¿la población deseaba que volvieran a
gestionar el poder?
―El opinante venezolano podía considerarlas una
institución más confiable, junto con la prensa o la Iglesia, que los sindicatos
y los partidos, pero muy pocos invocaban el salvacionismo militar, siempre se
hablaba más de la salida electoral. Una cosa es que las Fuerzas Armadas fueran
prestigiadas por la sociedad por sus peculiares características como
institución y otra es que hubiese un anhelo de que gobernaran los militares.
Edgardo Mondolfi retratado por Andrés Kerese
―A final de siglo, sin embargo, fue electo como
presidente Hugo Chávez…
―Era un militar de origen que aspiraba a la presidencia
como un civil, un poco al estilo de Perón en Argentina. A pesar de que podía
persistir en el imaginario del venezolano esa idea del militar asociado al
orden, a la hora de pensar en elecciones no había un anhelo de restitución del
poder castrense. A partir del año 36, cuando se abren expectativas de
participación ciudadana y surgen nuevas formas de expresión política como los
partidos y el voto, ya era difícil devolver el genio a la botella y que el venezolano
estuviera dispuesto a la entronización del poder militar. La cultural electoral
del venezolano fue un músculo que se fue desarrollando a lo largo del siglo y
aún pervive en nosotros pese a todas las adversidades y las limitaciones que ha
pretendido imponer un poder autocrático. El siglo XX no solamente representó la
construcción de lo tangible, sino que permitió la construcción de lo
intangible, de la ciudadanía, de la idea de la alternabilidad en el poder.
El sueño descentralizador
Otros dos elementos destaca Mondolfi a la hora de
retratar la evolución política del pasado reciente de los venezolanos. El
primero de ellos es la irrupción de las mujeres, «en principio a través de una
incipiente organización no partidista pero sí de reclamo de ciertos derechos y
ciertos espacios de participación, como las ligas femeninas, y luego como
militantes y representantes en el espacio político».
El segundo, es el crecimiento y la consolidación, junto
con una clase media cada vez más vigorosa, de organizaciones ciudadanas de
base, que van a reclamar también mayores espacios de participación directa y de
poder. «Ese reclamo terminó de pavimentar el camino a la descentralización, uno
de cuyos resultados fue la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado,
que también de alguna manera respondió a tendencias no exclusivamente nuestras
sino que se revelaron también en otras latitudes, como la crisis de los
partidos».
A lo largo del siglo se había ido apuntalando un Estado
cada vez más complejo, que albergaba un entramado de instituciones y funciones.
A la hora de hacer un balance, apunta, habría que preguntarse si, aunque se
consolidó el anhelo de una gestión pública impersonal, no se alcanzó un nivel
«selvático» que impidió responder a las expectativas de los ciudadanos e hizo
que se impusiera nuevamente el fantasma del personalismo, «el deseo de que sea
la voluntad del poder la que medie frente a la sociedad».
―La descentralización fue un intento de hacer más
eficiente el Estado.
―El desvelo por la centralización viene a ser un
postulado vinculado con la idea gomecista del poder. El sistema de alianzas
regionales implicó una debilidad durante el siglo XIX y los positivistas que
acompañaron a Gómez invocaron lo que Bolívar sostuvo sobre lo que suponía la
centralización para la estabilidad. La voz más autorizada en ese contexto fue
Laureano Vallenilla Lanz. Eso sepultó las aspiraciones regionales del país. No
fue sino hasta alcanzada una madurez institucional suficiente, en la década de
los ochenta, cuando se intenta rescatar ese anhelo federal legítimo de los
orígenes de la república. Si algo de robustez permitió esa experiencia es haber
visto hasta el pasado reciente el surgimiento de liderazgos regionales que
fueron construyendo sus propios espacios.
―El actual discurso recentralizador del gobierno supone
entonces una ruptura con el siglo XX.
―No en vano con las debidas invocaciones de lo que
Bolívar pudo haber dicho. Lo vemos en un monstruoso proyecto de sustitución
constitucional donde se habla de un Estado «centralizado en lo político y
descentralizado en lo económico». Consagra la liquidación de lo que supuso el
experimento de la descentralización política que tanto oxígeno le dio a una
democracia y significa regresar a los temores positivistas de principios del siglo
XX.
Prodavinci
https://prodavinci.com/edgardo-mondolfi-el-siglo-xx-permitio-la-construccion-de-lo-intangible/?utm_source=Bolet%C3%ADn+diario+Prodavinci&utm_campaign=6d331ce64c-EMAIL_CAMPAIGN_2020_01_21_08_37&utm_medium=email&utm_term=0_02b7f11c26-6d331ce64c-196253549
28 de Enero del 2020
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