No es palabra mágica. Pero sin unidad
no puede haber ningún movimiento democrático, mucho menos cuando enfrenta a un
enemigo –enemigo, no adversario- cuyo objetivo es liquidar la vida política de
una nación. En casos como el de Venezuela, donde la política se encuentra
separada solo por milímetros de la guerra, la unidad de la oposición ha llegado
a ser un tema existencial.
Unidad: la unidad es siempre unidad
“en contra y a favor de”. No existe la unidad por la unidad. La unidad tiene
lugar frente a un objetivo y/o un enemigo común. La unidad es, por lo tanto, un
término relacional. Solo aparece en relación con algo que la niega o la afirma.
La unidad comienza con la unidad
consigo, es decir, al interior de cada partido. Luego continúa a través de la
alianza con otros partidos que tienen los mismos enemigos.Termina ampliándose
en la unidad de todas las fuerzas democráticas de la nación. Eso quiere decir,
si la unidad no se da al interior de los primeros niveles, la tercera unidad,
la unidad democrática nacional, nunca podrá tener lugar.
La unidad será siempre unidad en la
diversidad. Con los idénticos no se requiere unidad. La unidad comienza entre
los distintos y, muchas veces, entre fuerzas, organizaciones y partidos que no
tienen nada en común, nada, con excepción de un mismo enemigo. De ahí que,
mientras más amplia es la unidad, mayores son sus diferencias. Y mientras más
claras sean las diferencias, tanto mejor para la unidad.
Así como en la vida privada
distinguimos entre amigos, compañeros de trabajo, vecinos y simplemente
conocidos, la unidad entre distintos reconoce diversos niveles. En los casos
extremos –Venezuela es uno de ellos- la unidad más amplia deberá darse entre
los que bajo condiciones normales serían adversarios. Debido a esa razón las
unidades amplias despiertan animadversión entre quienes poseen un concepto
moralista de “lo político”. Pero sin esas unidades amplias, el enemigo
fundamental nunca podrá ser derrotado. La política no es sucia, pero no se hizo
para las almas cándidas y puras. La política es impura. La unidad política,
también.
La persistencia de la unidad peligra
frente a sus enemigos, tanto internos como externos. No me refiero a quienes
mantienen posiciones diferentes dentro de la unidad sino a aquellos que han
hecho de la lucha en contra de la unidad una profesión de fe. En el caso de
Venezuela me refiero explícitamente a los llamados “opositores a la
oposición”.
Algunos forman parte de la MUD, otros
se sitúan en un plano externo a la MUD y su único objetivo es desprestigiarla,
atacarla por todos los medios, desacreditar a sus dirigentes y militantes. En
fin, hacen, objetivamente, el trabajo quintacolumnista de la dictadura al
interior de la oposición. En ese punto, la alternativa elegida por el
movimiento VENTE al abandonar la MUD fue por lo menos coherente. Hasta hace
pocos días estaba en la MUD sin estar en la MUD.
Ahora solo cabe esperar que VENTE
desarrolle una política independiente a la de la MUD porque si se fue para
atacar a la MUD desde fuera, es decir, para seguir parasitando de la MUD, solo
continuará haciendo lo mismo que hizo antes: restar y dividir. Y en este
momento la tarea, dentro y fuera de la MUD, es sumar y multiplicar.
Pues una cosa es la diversidad en la
unidad y otra muy distinta son los enemigos de la unidad. La unidad, en
consecuencia, tiene pleno derecho a deslindarse de sus enemigos. Su deber,
incluso, es protegerse de ellos. Ninguna unidad puede incluir a sus enemigos.
Como todas las cosas en la vida, la unidad tiene límites. Más todavía si se
tiene en cuenta que la unidad de la MUD no termina en sí misma.
Como demostró la reunión del 6/A en
defensa de la Constitución, la unidad antidictatorial no ha agotado sus
espacios. Falta aún sellar una alianza más firme y duradera entre la MUD y el
chavismo constitucional. A partir de esa alianza básica la unidad deberá
alcanzar dimensiones nacionales, incorporando a las iglesias, a los gremios de
trabajadores, a los empresarios, a organizaciones vecinales, al mundo de la
cultura, en fin, a todo ese campo heterogéneo y contradictorio denominado
“sociedad civil”, unidos todos alrededor de un eje: la defensa de la
Constitución en contra de un régimen anticonstitucional. Si esa unidad llegara
a encontrar, además, una sigla que la identifique, tanto mejor.
No hay mejor medio para consolidar la
unidad, reiteramos, que un objetivo (y enemigo) común. Y el objetivo de la
unidad democrática venezolana es la preservación de la Constitución. Las
elecciones, al ser constitucionales, son a su vez un medio de lucha frente a un
enemigo que precisamente intenta destruir la Constitución para no realizar
elecciones. En ese sentido, acudir a las elecciones regionales, como decidió
hacerlo la MUD, no fue una táctica entre otras tácticas posibles. Fue, antes
que nada, su obligación ciudadana.
No se puede luchar por la Constitución
y a la vez no *aceptar la vía electoral aún a sabiendas de que el enemigo va a
hacer todo lo que esté en sus manos para que esas elecciones no tengan lugar.
Sobre ese punto no debió haber habido discusión. El hecho de que la hubo prueba
que, aún dentro de una parte de la oposición, la defensa de la Constitución
tiene un carácter instrumental, es decir, continúa siendo una táctica, una
entre tantas más. Ese es un problema grave: todo, pero todo lo que es o ha
llegado a ser la oposición, se lo debe a la Constitución de 1999. La vida de la
oposición depende de la vida de la Constitución. La relación entre
oposición y Constitución es, y debe ser, simbiótica.
Las elecciones regionales no serán
una vía distinta a la protesta en las calles sino su continuación bajo otras
formas. Por de pronto, las campañas electorales tendrán lugar en las calles,
pero no solo en las de las grandes ciudades sino también en los rincones más
aislados de la nación.
Durante el periodo pre-electoral los
candidatos no solo deberán ser aspirantes a un cargo gubernamental. Antes que
nada deberán ser líderes en cada región.La lucha que librarán será, en algunos
casos, heroica. Estarán expuestos a diversas agresiones. El régimen intentará
destituir o encarcelar a muchos candidatos y, por supuesto, enviará a su chusma
armada, los colectivos, a impedir las manifestaciones electorales.
No hay que olvidar nunca: la
naturaleza del régimen es profundamente anti-electoral y por lo mismo
esencialmente militar. Luego, las que vienen, si es que tienen lugar, no serán
elecciones normales. Estarán plagadas de incidentes. Dios quiera que así no
ocurra, pero todo indica que el número de asesinados por la dictadura
continuará aumentando.
Las elecciones regionales no serán,
en ningún caso, pacíficas. Hay que decirlo de una vez.
La dictadura intentará, como siempre
lo ha hecho, llevar las elecciones a un plano militar, el único en donde se
siente fuerte. De más está decirlo, Cabello, los Rodríguez El Aissami y
otros, movilizarán a sus provocadores. Por supuesto, también aparecerán
incautos -nunca faltan- que intentarán responder a la violencia con la
violencia. Las elecciones tendrán un carácter confrontacional. Nadie se engañe,
el principal enemigo de toda elección es el régimen. La lucha, por lo tanto, no
será en y dentro, sino también por las elecciones.
Si las elecciones tienen
efectivamente lugar, el CNE intentará manipular los resultados por medio de
fraudes. Pero esta vez enfrentará el obstáculo de muchos gobiernos
democráticos que observan con lupa y, sobre todo, el de la vigilancia de miles
de activistas, esos mismos anónimos testigos de mesa que hicieron posible el
triunfo del 6D.
Y si de todas maneras la oposición
logra conquistar las gobernaciones –tampoco hay que engañarse en eso- el régimen
procederá a desconocer el veredicto ciudadano destituyendo a algunos
gobernadores elegidos. Pero con ello no hará más que seguir cavando el foso de
su propia tumba, acercándose cada vez más a ese punto clave en el cual no
logrará sostenerse más sobre símismo.
Para enfrentar a la difícil realidad
que se avecina, la oposición necesitará de la protección del manto de la
unidad. Por lo demás, gracias a la unidad tejida en torno a la
persecución de objetivos democráticos y constitucionales, esa oposición ha
logrado hoy lo que en un momento parecía imposible: el apoyo de la inmensa
mayoría de los países democráticos de la tierra. A la dictadura solo le queda
el apoyo de los regímenes autoritarios, el de algunospartidos estalinistas y el
de fantasmas de sí mismos, al estilo Maradona.
Cada vez está más claro: solo la
unidad políticamente organizada de los demócratas salvará a Venezuela. Unidad
Fernando Mires
Polis, agosto 12, 2017
No es palabra mágica. Pero sin unidad
no puede haber ningún movimiento democrático, mucho menos cuando enfrenta a un
enemigo –enemigo, no adversario- cuyo objetivo es liquidar la vida política de
una nación. En casos como el de Venezuela, donde la política se encuentra
separada solo por milímetros de la guerra, la unidad de la oposición ha llegado
a ser un tema existencial.
Unidad: la unidad es siempre unidad
“en contra y a favor de”. No existe la unidad por la unidad. La unidad tiene
lugar frente a un objetivo y/o un enemigo común. La unidad es, por lo tanto, un
término relacional. Solo aparece en relación con algo que la niega o la afirma.
La unidad comienza con la unidad
consigo, es decir, al interior de cada partido. Luego continúa a través de la
alianza con otros partidos que tienen los mismos enemigos.Termina ampliándose
en la unidad de todas las fuerzas democráticas de la nación. Eso quiere decir,
si la unidad no se da al interior de los primeros niveles, la tercera unidad,
la unidad democrática nacional, nunca podrá tener lugar.
La unidad será siempre unidad en la
diversidad. Con los idénticos no se requiere unidad. La unidad comienza entre
los distintos y, muchas veces, entre fuerzas, organizaciones y partidos que no
tienen nada en común, nada, con excepción de un mismo enemigo. De ahí que,
mientras más amplia es la unidad, mayores son sus diferencias. Y mientras más
claras sean las diferencias, tanto mejor para la unidad.
Así como en la vida privada
distinguimos entre amigos, compañeros de trabajo, vecinos y simplemente
conocidos, la unidad entre distintos reconoce diversos niveles. En los casos
extremos –Venezuela es uno de ellos- la unidad más amplia deberá darse entre
los que bajo condiciones normales serían adversarios. Debido a esa razón las
unidades amplias despiertan animadversión entre quienes poseen un concepto
moralista de “lo político”. Pero sin esas unidades amplias, el enemigo
fundamental nunca podrá ser derrotado. La política no es sucia, pero no se hizo
para las almas cándidas y puras. La política es impura. La unidad política,
también.
La persistencia de la unidad peligra
frente a sus enemigos, tanto internos como externos. No me refiero a quienes
mantienen posiciones diferentes dentro de la unidad sino a aquellos que han
hecho de la lucha en contra de la unidad una profesión de fe. En el caso de
Venezuela me refiero explícitamente a los llamados “opositores a la
oposición”.
Algunos forman parte de la MUD, otros
se sitúan en un plano externo a la MUD y su único objetivo es desprestigiarla,
atacarla por todos los medios, desacreditar a sus dirigentes y militantes. En
fin, hacen, objetivamente, el trabajo quintacolumnista de la dictadura al
interior de la oposición. En ese punto, la alternativa elegida por el
movimiento VENTE al abandonar la MUD fue por lo menos coherente. Hasta hace
pocos días estaba en la MUD sin estar en la MUD.
Ahora solo cabe esperar que VENTE
desarrolle una política independiente a la de la MUD porque si se fue para
atacar a la MUD desde fuera, es decir, para seguir parasitando de la MUD, solo
continuará haciendo lo mismo que hizo antes: restar y dividir. Y en este
momento la tarea, dentro y fuera de la MUD, es sumar y multiplicar.
Pues una cosa es la diversidad en la
unidad y otra muy distinta son los enemigos de la unidad. La unidad, en
consecuencia, tiene pleno derecho a deslindarse de sus enemigos. Su deber,
incluso, es protegerse de ellos. Ninguna unidad puede incluir a sus enemigos.
Como todas las cosas en la vida, la unidad tiene límites. Más todavía si se
tiene en cuenta que la unidad de la MUD no termina en sí misma.
Como demostró la reunión del 6/A en
defensa de la Constitución, la unidad antidictatorial no ha agotado sus
espacios. Falta aún sellar una alianza más firme y duradera entre la MUD y el
chavismo constitucional. A partir de esa alianza básica la unidad deberá
alcanzar dimensiones nacionales, incorporando a las iglesias, a los gremios de
trabajadores, a los empresarios, a organizaciones vecinales, al mundo de la
cultura, en fin, a todo ese campo heterogéneo y contradictorio denominado
“sociedad civil”, unidos todos alrededor de un eje: la defensa de la
Constitución en contra de un régimen anticonstitucional. Si esa unidad llegara
a encontrar, además, una sigla que la identifique, tanto mejor.
No hay mejor medio para consolidar la
unidad, reiteramos, que un objetivo (y enemigo) común. Y el objetivo de la
unidad democrática venezolana es la preservación de la Constitución. Las
elecciones, al ser constitucionales, son a su vez un medio de lucha frente a un
enemigo que precisamente intenta destruir la Constitución para no realizar
elecciones. En ese sentido, acudir a las elecciones regionales, como decidió
hacerlo la MUD, no fue una táctica entre otras tácticas posibles. Fue, antes
que nada, su obligación ciudadana.
No se puede luchar por la Constitución
y a la vez no *aceptar la vía electoral aún a sabiendas de que el enemigo va a
hacer todo lo que esté en sus manos para que esas elecciones no tengan lugar.
Sobre ese punto no debió haber habido discusión. El hecho de que la hubo prueba
que, aún dentro de una parte de la oposición, la defensa de la Constitución
tiene un carácter instrumental, es decir, continúa siendo una táctica, una
entre tantas más. Ese es un problema grave: todo, pero todo lo que es o ha
llegado a ser la oposición, se lo debe a la Constitución de 1999. La vida de la
oposición depende de la vida de la Constitución. La relación entre
oposición y Constitución es, y debe ser, simbiótica.
Las elecciones regionales no serán
una vía distinta a la protesta en las calles sino su continuación bajo otras
formas. Por de pronto, las campañas electorales tendrán lugar en las calles,
pero no solo en las de las grandes ciudades sino también en los rincones más
aislados de la nación.
Durante el periodo pre-electoral los
candidatos no solo deberán ser aspirantes a un cargo gubernamental. Antes que
nada deberán ser líderes en cada región.La lucha que librarán será, en algunos
casos, heroica. Estarán expuestos a diversas agresiones. El régimen intentará
destituir o encarcelar a muchos candidatos y, por supuesto, enviará a su chusma
armada, los colectivos, a impedir las manifestaciones electorales.
No hay que olvidar nunca: la
naturaleza del régimen es profundamente anti-electoral y por lo mismo
esencialmente militar. Luego, las que vienen, si es que tienen lugar, no serán
elecciones normales. Estarán plagadas de incidentes. Dios quiera que así no
ocurra, pero todo indica que el número de asesinados por la dictadura
continuará aumentando.
Las elecciones regionales no serán,
en ningún caso, pacíficas. Hay que decirlo de una vez.
La dictadura intentará, como siempre
lo ha hecho, llevar las elecciones a un plano militar, el único en donde se
siente fuerte. De más está decirlo, Cabello, los Rodríguez El Aissami y
otros, movilizarán a sus provocadores. Por supuesto, también aparecerán
incautos -nunca faltan- que intentarán responder a la violencia con la
violencia. Las elecciones tendrán un carácter confrontacional. Nadie se engañe,
el principal enemigo de toda elección es el régimen. La lucha, por lo tanto, no
será en y dentro, sino también por las elecciones.
Si las elecciones tienen
efectivamente lugar, el CNE intentará manipular los resultados por medio de
fraudes. Pero esta vez enfrentará el obstáculo de muchos gobiernos
democráticos que observan con lupa y, sobre todo, el de la vigilancia de miles
de activistas, esos mismos anónimos testigos de mesa que hicieron posible el
triunfo del 6D.
Y si de todas maneras la oposición
logra conquistar las gobernaciones –tampoco hay que engañarse en eso- el régimen
procederá a desconocer el veredicto ciudadano destituyendo a algunos
gobernadores elegidos. Pero con ello no hará más que seguir cavando el foso de
su propia tumba, acercándose cada vez más a ese punto clave en el cual no
logrará sostenerse más sobre símismo.
Para enfrentar a la difícil realidad
que se avecina, la oposición necesitará de la protección del manto de la
unidad. Por lo demás, gracias a la unidad tejida en torno a la
persecución de objetivos democráticos y constitucionales, esa oposición ha
logrado hoy lo que en un momento parecía imposible: el apoyo de la inmensa
mayoría de los países democráticos de la tierra. A la dictadura solo le queda
el apoyo de los regímenes autoritarios, el de algunospartidos estalinistas y el
de fantasmas de sí mismos, al estilo Maradona.
Cada vez está más claro: solo la
unidad políticamente organizada de los demócratas salvará a Venezuela. Unidad
Fernando Mires
Polis, agosto 12, 2017
No es palabra mágica. Pero sin unidad
no puede haber ningún movimiento democrático, mucho menos cuando enfrenta a un
enemigo –enemigo, no adversario- cuyo objetivo es liquidar la vida política de
una nación. En casos como el de Venezuela, donde la política se encuentra
separada solo por milímetros de la guerra, la unidad de la oposición ha llegado
a ser un tema existencial.
Unidad: la unidad es siempre unidad
“en contra y a favor de”. No existe la unidad por la unidad. La unidad tiene
lugar frente a un objetivo y/o un enemigo común. La unidad es, por lo tanto, un
término relacional. Solo aparece en relación con algo que la niega o la afirma.
La unidad comienza con la unidad
consigo, es decir, al interior de cada partido. Luego continúa a través de la
alianza con otros partidos que tienen los mismos enemigos.Termina ampliándose
en la unidad de todas las fuerzas democráticas de la nación. Eso quiere decir,
si la unidad no se da al interior de los primeros niveles, la tercera unidad,
la unidad democrática nacional, nunca podrá tener lugar.
La unidad será siempre unidad en la
diversidad. Con los idénticos no se requiere unidad. La unidad comienza entre
los distintos y, muchas veces, entre fuerzas, organizaciones y partidos que no
tienen nada en común, nada, con excepción de un mismo enemigo. De ahí que,
mientras más amplia es la unidad, mayores son sus diferencias. Y mientras más
claras sean las diferencias, tanto mejor para la unidad.
Así como en la vida privada
distinguimos entre amigos, compañeros de trabajo, vecinos y simplemente
conocidos, la unidad entre distintos reconoce diversos niveles. En los casos
extremos –Venezuela es uno de ellos- la unidad más amplia deberá darse entre
los que bajo condiciones normales serían adversarios. Debido a esa razón las
unidades amplias despiertan animadversión entre quienes poseen un concepto
moralista de “lo político”. Pero sin esas unidades amplias, el enemigo
fundamental nunca podrá ser derrotado. La política no es sucia, pero no se hizo
para las almas cándidas y puras. La política es impura. La unidad política,
también.
La persistencia de la unidad peligra
frente a sus enemigos, tanto internos como externos. No me refiero a quienes
mantienen posiciones diferentes dentro de la unidad sino a aquellos que han
hecho de la lucha en contra de la unidad una profesión de fe. En el caso de
Venezuela me refiero explícitamente a los llamados “opositores a la
oposición”.
Algunos forman parte de la MUD, otros
se sitúan en un plano externo a la MUD y su único objetivo es desprestigiarla,
atacarla por todos los medios, desacreditar a sus dirigentes y militantes. En
fin, hacen, objetivamente, el trabajo quintacolumnista de la dictadura al
interior de la oposición. En ese punto, la alternativa elegida por el
movimiento VENTE al abandonar la MUD fue por lo menos coherente. Hasta hace
pocos días estaba en la MUD sin estar en la MUD.
Ahora solo cabe esperar que VENTE
desarrolle una política independiente a la de la MUD porque si se fue para
atacar a la MUD desde fuera, es decir, para seguir parasitando de la MUD, solo
continuará haciendo lo mismo que hizo antes: restar y dividir. Y en este
momento la tarea, dentro y fuera de la MUD, es sumar y multiplicar.
Pues una cosa es la diversidad en la
unidad y otra muy distinta son los enemigos de la unidad. La unidad, en
consecuencia, tiene pleno derecho a deslindarse de sus enemigos. Su deber,
incluso, es protegerse de ellos. Ninguna unidad puede incluir a sus enemigos.
Como todas las cosas en la vida, la unidad tiene límites. Más todavía si se
tiene en cuenta que la unidad de la MUD no termina en sí misma.
Como demostró la reunión del 6/A en
defensa de la Constitución, la unidad antidictatorial no ha agotado sus
espacios. Falta aún sellar una alianza más firme y duradera entre la MUD y el
chavismo constitucional. A partir de esa alianza básica la unidad deberá
alcanzar dimensiones nacionales, incorporando a las iglesias, a los gremios de
trabajadores, a los empresarios, a organizaciones vecinales, al mundo de la
cultura, en fin, a todo ese campo heterogéneo y contradictorio denominado
“sociedad civil”, unidos todos alrededor de un eje: la defensa de la
Constitución en contra de un régimen anticonstitucional. Si esa unidad llegara
a encontrar, además, una sigla que la identifique, tanto mejor.
No hay mejor medio para consolidar la
unidad, reiteramos, que un objetivo (y enemigo) común. Y el objetivo de la
unidad democrática venezolana es la preservación de la Constitución. Las
elecciones, al ser constitucionales, son a su vez un medio de lucha frente a un
enemigo que precisamente intenta destruir la Constitución para no realizar
elecciones. En ese sentido, acudir a las elecciones regionales, como decidió
hacerlo la MUD, no fue una táctica entre otras tácticas posibles. Fue, antes
que nada, su obligación ciudadana.
No se puede luchar por la Constitución
y a la vez no *aceptar la vía electoral aún a sabiendas de que el enemigo va a
hacer todo lo que esté en sus manos para que esas elecciones no tengan lugar.
Sobre ese punto no debió haber habido discusión. El hecho de que la hubo prueba
que, aún dentro de una parte de la oposición, la defensa de la Constitución
tiene un carácter instrumental, es decir, continúa siendo una táctica, una
entre tantas más. Ese es un problema grave: todo, pero todo lo que es o ha
llegado a ser la oposición, se lo debe a la Constitución de 1999. La vida de la
oposición depende de la vida de la Constitución. La relación entre
oposición y Constitución es, y debe ser, simbiótica.
Las elecciones regionales no serán
una vía distinta a la protesta en las calles sino su continuación bajo otras
formas. Por de pronto, las campañas electorales tendrán lugar en las calles,
pero no solo en las de las grandes ciudades sino también en los rincones más
aislados de la nación.
Durante el periodo pre-electoral los
candidatos no solo deberán ser aspirantes a un cargo gubernamental. Antes que
nada deberán ser líderes en cada región.La lucha que librarán será, en algunos
casos, heroica. Estarán expuestos a diversas agresiones. El régimen intentará
destituir o encarcelar a muchos candidatos y, por supuesto, enviará a su chusma
armada, los colectivos, a impedir las manifestaciones electorales.
No hay que olvidar nunca: la
naturaleza del régimen es profundamente anti-electoral y por lo mismo
esencialmente militar. Luego, las que vienen, si es que tienen lugar, no serán
elecciones normales. Estarán plagadas de incidentes. Dios quiera que así no
ocurra, pero todo indica que el número de asesinados por la dictadura
continuará aumentando.
Las elecciones regionales no serán,
en ningún caso, pacíficas. Hay que decirlo de una vez.
La dictadura intentará, como siempre
lo ha hecho, llevar las elecciones a un plano militar, el único en donde se
siente fuerte. De más está decirlo, Cabello, los Rodríguez El Aissami y
otros, movilizarán a sus provocadores. Por supuesto, también aparecerán
incautos -nunca faltan- que intentarán responder a la violencia con la
violencia. Las elecciones tendrán un carácter confrontacional. Nadie se engañe,
el principal enemigo de toda elección es el régimen. La lucha, por lo tanto, no
será en y dentro, sino también por las elecciones.
Si las elecciones tienen
efectivamente lugar, el CNE intentará manipular los resultados por medio de
fraudes. Pero esta vez enfrentará el obstáculo de muchos gobiernos
democráticos que observan con lupa y, sobre todo, el de la vigilancia de miles
de activistas, esos mismos anónimos testigos de mesa que hicieron posible el
triunfo del 6D.
Y si de todas maneras la oposición
logra conquistar las gobernaciones –tampoco hay que engañarse en eso- el régimen
procederá a desconocer el veredicto ciudadano destituyendo a algunos
gobernadores elegidos. Pero con ello no hará más que seguir cavando el foso de
su propia tumba, acercándose cada vez más a ese punto clave en el cual no
logrará sostenerse más sobre símismo.
Para enfrentar a la difícil realidad
que se avecina, la oposición necesitará de la protección del manto de la
unidad. Por lo demás, gracias a la unidad tejida en torno a la
persecución de objetivos democráticos y constitucionales, esa oposición ha
logrado hoy lo que en un momento parecía imposible: el apoyo de la inmensa
mayoría de los países democráticos de la tierra. A la dictadura solo le queda
el apoyo de los regímenes autoritarios, el de algunospartidos estalinistas y el
de fantasmas de sí mismos, al estilo Maradona.
Cada vez está más claro: solo la
unidad políticamente organizada de los demócratas salvará a Venezuela.
Polis, agosto 12, 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario