Hay que tener cuidado al afirmar si un
hecho pasará a la historia o no. Nunca se sabe. Lo único cierto es que la
historia se hace con hechos. O acontecimientos que tienen lugar (es decir, que
se hacen su lugar) en el tiempo. Los hechos, a su vez, son históricos cuando
determinan a otros hechos o porque son portadores de una fuerza simbólica, o
por las dos razones a la vez. Por eso va a ser difícil que ese domingo 6 de
agosto de 2017 pase desapercibido a la mirada de los historiadores que nos
ocupamos con la dramaturgia venezolana.
Por una
parte, ese día tuvo lugar un evento simbólico y con toda probabilidad
–se sabrá después- desencadenante. Dirigentes de la oposición organizada en
la MUD y políticos representantes de una fracción del chavismo que ha roto con
lo que ella llama madurismo, sostuvieron un encuentro cuyo objetivo fundamental
fue sellar una unidad en torno a la defensa de la Constitución de 1999.
Por otra parte,
ese mismo día tuvo lugar en el fuerte Paramacay un levantamiento de militares
quienes bajo el mando del capitán Juan Guaranipano dieron a conocer un
encendido comunicado en contra de la tiranía de Maduro. Para Maduro un regalo
del cielo: la posibilidad de realizar su último sueño: el de convertirse, si no
en un nuevo Chávez -eso ya no puede serlo– por lo menos en un Erdogan
latinoamericano. Pero tampoco lo será. No tiene detrás de sí una religión y
mucho menos la mayoría electoral que goza el turco.
Es decir, en un
solo día, con diferencia de muy pocas horas, emergieron hacia la superficie no
solo los dos rostros de la oposición venezolana. Son, además, los dos
rostros que han impregnado la historia latinoamericana desde la independencia
hasta nuestros días.
Un rostro es
constitucional, democrático, asambleísta. El otro es militar, violento,
golpista. El primero cree
en los debates, en los diálogos, en las alianzas. El segundo en el acto
heroico, en la proclama mesiánica, en la fuerza bruta. No fue entonces
casualidad que la dictadura solo viera al segundo rostro. Al fin y al cabo,
dictadura y golpismo se entienden entre sí como perros de la misma raza. A
pesar de estar situados en puntos antagónicos, la dictadura y los militares
rebeldes hablan idéntico lenguaje: el lenguaje de las balas. No así en el hecho
político surgido en defensa de la Constitución que tuvo lugar en la UCAB
ese 6/A
Más allá de su
importancia simbólica, el encuentro constitucionalista del 6/A podría llegar a
ser el punto de partida que llevará a la formación de un frente democrático,
nacional y antidictatorial mucho más amplio que la oposición existente y
real. Su destino
dependerá de su capacidad de expansión.
Por el momento el
encuentro solo ha dado lugar a una informal vinculación de organizaciones
políticas con vocación constitucionalista. Quizás alguna vez logre incorporar a
gran parte de las organizaciones civiles y eclesiásticas, al mundo de la
cultura, a los gremios de trabajadores y empresarios y, no por último, a los
militares democráticos sometidos a la dictadura interna que ejerce sobre ellos
el alto mando.
En otros términos,
el 6A puede llegar a ser el día en el cual comenzó a nacer un nuevo centro
hegemónico más allá de izquierdas y derechas y otros modelos en extinción. Un centro que por el solo hecho de
existir, contará, sin duda, con el apoyo de todo el occidente democrático. Un
centro, en fin, destinado a ser un nuevo espacio de convergencia entre todas
las fuerzas democráticas de la nación.
Si todo eso
sucede, el 6/A pasará a ser, sin lugar a dudas, un día muy histórico.
Polis, agosto 10, 2017
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