Desde niño,
Miguel mostró una personalidad sencilla, de mente rápida y perspicaz,
estudioso incansable y dilatada memoria. Así lo recuerda uno de sus compañeros
de estudios de primaria en el Colegio de Viera y Clabijo en las Palmas de la
Gran Canaria, que en dos visitas a Venezuela no pudo saludarlo por encontrarse
el rector fuera de la ciudad.
Miguel Rodríguez
Villenave, el único rector ulandino nacido al otro lado del Atlántico (París
1940), de padre grancanario y madre francesa, se trasladó a tierras venezolanas
a comienzo de la década de los 60s, revalidó los estudios en el Liceo Rafael
Rangel de Trujillo, se nacionalizó, obtuvo el título de economista el año
de 1965, fecha que ingresó como docente de la Facultad de Ciencias Económicas y
Sociales.
Ejerció el solio
rectoral (1992-96) de Caracciolo Parra y Olmedo con dignidad y apego a la
institucionalidad universitaria. Desde sus inicios como docente dio muestras de
liderazgo. Al regresar de los estudios de postgrado en Norteamérica, la
Asamblea de la Facultad lo eligió decano, siendo reelegido para un segundo
periodo. Luego el claustro lo posesionó en el vicerrectorado administrativo y
más tarde rector de la universidad.
Su inmensa
generosidad ha disimulado cualquier error o falla, por demás inherente del ser
humano. Fue el rector del diálogo y la conciliación, testimonio de ello quienes
recibimos de sus manos (1996) la dirección universitaria. Su obra como rector
queda plasmada en la ampliación, construcción o puesta en funcionamiento de más
de 40 mil m2 de área física: la ampliación de la sede de Odontología (antiguo
Hotel La Sierra), mudanza de Humanidades y Educación, los cuatro edificios de
Ciencias Económicas, postgrado de Derecho, edificio de Teoría de Ciencias,
Escuela de Bioanálisis, Núcleo Universitario del Táchira sede de la
Escuela de Medicina, edificio de Arquitectura y Bellas Artes, terreno
colindante de la hacienda Judibana de El Vigía, programa de vivienda para los
profesores y empleados y otras más.
En lo personal le
acompañé en la fórmula rectoral (1988), percibí en él una calidad humana y
solidaria sin límites, de una especial disposición para comprender y solucionar
múltiples circunstancias. Afectado en su salud, vaya para Michel, el rector
amigo, nuestra fraterna y solidaria amistad y afecto, a un hombre con gran
espíritu y vocación de servicio para el quehacer universitario.
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