Lo que se
demanda, entonces, es continuar desnudando y rechazando el despropósito de
quien ocupa Miraflores porque con aquella,-la constituyente-, lo que se
pretende es la concentración del poder bajo el control de un partido único que
se confunda con las competencias del gobierno y el funcionamiento del Estado.
El título
que encabeza esta crónica nada tiene que ver con el gobierno democrático y
plural al que aspira la inmensa mayoría de venezolanos, es más bien una
reflexión de lo que probablemente ocurra de imponerse una Asamblea Constituyente
bajo la concepción ideológica de quienes nos gobiernan.
La
propuesta de Maduro y sus acólitos para convocar una Constituyente, con fraude
a la Constitución, es una maniobra política para imponerle al país un conjunto
de disposiciones constitucionales que fueron rechazadas en el referéndum del
año 2007, pero que a través de la legislación ordinaria y el control que tenían
de la Asamblea Nacional, impusieron nuevas leyes que no armonizan con la
Constitución, con las cuales han venido demoliendo progresivamente los
principios de la democracia representativa y atribuyéndose con
descaro la representación directa de la soberanía popular, ejemplo de
ello, por citar un caso, aprobaron el cognomento “del Poder Popular”, tinte
ideológico para llamar a los despachos ministeriales, Ministerio del Poder
Popular. Nada de eso existe en la Constitución.
Lo que se
demanda, entonces, es continuar desnudando y rechazando el despropósito de
quien ocupa Miraflores porque con aquella,-la constituyente-, lo que se pretende
es la concentración del poder bajo el control de un partido único que se
confunda con las competencias del gobierno y el funcionamiento del Estado. Al
margen de que este despropósito se postula en el momento de mayor debilidad del
gobierno, por el rechazo descomunal a su gestión, que sobrepasa el 80% de los
venezolanos, que es la consecuencia de su ineptitud para administrar el
gobierno, la vinculación de sectores oficialista con el narcotráfico, la
impúdica corrupción de civiles y militares, sin menoscabo del hambre y la
miseria que campea en los sectores más deprimidos de nuestra sociedad y una
crisis moral y social que habrá de encarar para revertir los valores ciudadanos
agravados por una gestión que ha hecho mil millonarios a funcionarios, gestores
y testaferros, lo que subyace en el fondo es constitucionalizar la Comuna y
establecer el Estado Comunal.
De vieja
data es esta pretensión y una conseja se repite, que en algún lugar existe la
propuesta del difunto Chávez para que le aprobaran su Constitución concebida
por su puño y letra para imponernos ab initio de su gobierno, este modelo
totalitario. Afortunadamente eso no ocurrió, a pesar de la mayoría alcanzada en
aquella ocasión con kinos y triquiñuelas.
La Comuna
entendida como estructura de los ciudadanos para participar en la vida de la
ciudad, a pesar de no tener tradición en nuestra vida republicana, se fortalece
en la vida democrática municipal y funciona en algunos países, pero la Comuna
que pretenden es otra, es la que busca la desaparición progresiva del Estado
para construir el autogobierno comunal, puesto al servicio de la clase
gobernante y su burocracia. Es la totalitaria, porque su forma de gobierno está
determinada por el poder Central a través de Asambleas y Comisarios del
gobierno, derivadas de una concepción ideológica. De modo que el difunto
siempre se propuso avanzar hacia un Estado Comunal utilizando para ello los
medios y formas institucionales contenidos en el ordenamiento jurídico del
Estado Democrático y de Derecho. Así ocurrió en la Alemania de 1919 con la
llegada de Hitler al poder quien utilizó la Constitución de Weimar para
alcanzar sus despropósitos. “Alcanzamos el objetivo, ahora comienza la
revolución alemana”, habría dicho Joseph Goebbels, ministro de Propaganda en el
gobierno de Hitler y uno de sus más cercanos colaboradores. Hacia ello,
pues, conduce la convocatoria fraudulenta de una Constituyente en la cual se
quiere que la voten sectores corporizados del gobierno chavista.
Claro que
los obreros y grupos territoriales y gremiales forman parte del pueblo, pero no
son el pueblo. Una Constituyente tiene que ser postulada bajo la premisa
constitucional de consultar a TODO el pueblo, si la acepta o no. Y es a partir
de esa aprobación, que el pueblo en ejercicio de su soberanía, fundado en lo
dispuesto en el artículo 5 en concordancia con el artículo 63, de la
Constitución de 1.999, puede convocar la Constituyente y elegir a los
constituyentes para transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico
o redactar una nueva Constitución. Una Asamblea como la que quiere Maduro,
además de ser ilegal, fraudulenta, ilegítima e inconstitucional, es una farsa y
una traición al pueblo, que sólo aspira mejores empleos, comida y tranquilidad
social para desarrollarse pluralmente. Otra razón para rechazar esa
Constituyente.
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