Cada vez que Venezuela reaparece en el mapa informativo de
Francia; cada vez que la mirada internacional visibiliza la tragedia venezolana
gracias a alguna nueva mueca del poder feroz; cada vez que la cantidad de
jóvenes asesinados, o de migrantes cruzando a pie nuestras fronteras o de niños
que mueren de hambre, hace una nueva erupción en la tierra devastada que es
nuestro país; cada vez que nos vuelven a escuchar, una de las voces que nos
dice en Francia es la de Paula Vásquez Lezama (Caracas, 1969).
Socióloga egresada de la Universidad Central de Venezuela,
doctora en Antropología social y etnología por la Escuela de Altos Estudios en
Ciencias Sociales de París (EHESS), investigadora titular en el prestigioso
Consejo Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS por sus siglas en
francés), Paula Vásquez vive en Francia desde 1997 y es la experta en Venezuela
más solicitada por los medios franceses de comunicación, cuando renuevan sus
intentos por comprender y explicarle a la sociedad francesa cómo fue que uno de
los países más prósperos y democráticos de la región se convirtió, en menos de
dos décadas, en una nación desfigurada, irreconocible para los propios,
inimaginable para los ajenos.
Cómo fue que lograron la proeza de arruinar a Venezuela, quiere
saber la prensa y la ciudadanía, más allá de la inmediatez noticiosa. Quieren
saber también (la pregunta es una de las más recurrentes) cómo hace la gente allá (ese allá que
en francés también se dice en casa de ustedes, y
que desgarra) para vivir con una inflación de siete cifras. Entre estas y otras
incontables preguntas se intenta elaborar la imagen de lo que llegamos a ser.
Nuestra agonía. Y ahí está ella, la experta, a veces con respuestas, a veces
con preguntas nuevas. Si la percepción de Venezuela y del fenómeno del chavismo
se ha transformado en este influyente país europeo a lo largo de los años, se
debe en buena parte a la pedagogía basada en el rigor, que Paula Vásquez ha
desplegado en sus entrevistas y publicaciones. Los eventos y desenlaces de
nuestra historia reciente han encontrado en esta especialista una voz que
traduce la ininteligible realidad venezolana.
La editorial Buchet Chastel (París) acaba de publicar Pays
hors service(País fuera de servicio). Es el tercer libro de la
autora, luego de Poder y catástrofe. Venezuela bajo
La Tragedia de Vargas (Santillana, Caracas 2010) y Le
chavisme: un militarisme compassionnel (El chavismo, un
militarismo compasivo) publicado por Éditions de la Maison des sciences de
l’Homme, París 2014.
Se trata de un texto atípico en su trayectoria autoral, marcada
por las publicaciones de corte científico. Pays hors service se
asienta sobre un tono narrativo, y se va estructurando en un contrapunteo que
ritma la realidad factual (con apoyo permanente en data dura, cifras, nombres,
documentos, hechos) y la realidad de un sujeto que se sitúa, con su historia
personal, frente al tema que le ocupa. Esta decisión autoral totalmente
deliberada, que se permite el relato en primera persona y aporta la riqueza de
la autoetnografía (un yo no anecdótico,
un yoinformante)
sorprendió al editor y sorprenderá a los lectores, pues el título forma parte
de una familia editorial de libros políticos con énfasis en la temática de los
comunismos, post comunismos y regímenes totalitarios, escritos desde la tercera
persona de un observador que documenta. El recurso narrativo de la primera
persona no es, valga decirlo, una simple libertad que se tomó la autora. La
decisión de escribirlo desde el yo reflexivo, cuenta
ella, “tiene que ver con una manera de hacer la antropología que existe sobre
todo en los Estados Unidos, donde la percepción del investigador al hacer el
trabajo cobra su lugar. No es, entonces, esa postura rígida que pretende una
separación entre subjetividad y objetividad. Aquí se trata de ver cómo se
construye el objeto y cómo el investigador, en una ciencia humana, está
completamente atravesado por su historia y por su experiencia. Y es la historia
y la experiencia lo que define qué es lo que se está estudiando. Pero al mismo
tiempo, hay un doble juego: si yo hubiera hecho mi carrera 100% en Venezuela no
podría hacer esto porque no tendría la distancia necesaria”, explica Paula
Vásquez.
Pays hors service es,
según la autora, el ordenamiento de piezas que fue construyendo a través de
varios años, un rompecabezas conformado por premisas que guiaron
investigaciones, artículos escritos para la prensa o para revistas científicas,
ponencias en coloquios y congresos, respaldos elaborados para las entrevistas
que le solicitan los medios franceses.
El archipiélago temático que es este libro, ofrece al lector un
sistema de puentes que son, precisamente, los que tiende la autora cuando
integra, en una sola voz, el diálogo permanente entre la realidad y su
recepción.
Es el libro que podemos regalar a los lectores que se interesan
en Venezuela, a los que saben un poco o a los que no saben nada. Y es, sobre
todo, el libro adecuado para los lectores no venezolanos que creen saber.
¿Cómo recibe este libro la
comunidad académica francesa de la cual formas parte?
En Francia hay una filiación política, como la hay en todos los
medios universitarios del mundo, hacia los líderes que se identifican con el
progresismo, entendiendo que el chavismo se presenta como progresista aunque es
profundamente reaccionario en la práctica. Y como la retórica de la revolución
bolivariana logró captar tantas simpatías en Francia, para hablar de Venezuela
uno tiene que empezar por explicar que, con lo que se escucha en los medios
simpatizantes hay que tener cuidado porque lleva una parte de propaganda.
Cuando uno está en públicos aún más de izquierda, que no necesariamente son los
universitarios, uno tiene que aportar muchas más pruebas empíricas del desastre
venezolano, que las que tendría que aportar alguien que habla sobre cualquier
otro país en crisis.
En tu opinión, y desde tu
contacto con la sociedad francesa, sus medios y sus instituciones: ¿Qué queda
en Francia de ese impulso inicial de empatía hacia la llamada “revolución
bolivariana”? ¿Hay algún efecto de inercia? ¿Dónde está y qué lo sostiene?
La inercia de la simpatía en Francia hacia lo que queda del
chavismo tiene como combustible sobre todo las gesticulaciones de Trump. Es
decir, lo que queda de una eventual simpatía es un antiamericanismo que a veces
es bastante básico. Pero no se trata de hacer un juicio a Francia: también hay
que decir que los venezolanos no siempre hemos sabido explicar nuestro
problema. En el caso, por ejemplo, de Franklin Brito, es muy significativo que
para los venezolanos él no fuera construido como sí lo fue una mujer que iba a
ser lapidada en Irán en el mismo momento en que Brito moría en su huelga de
hambre. Las asociaciones de países musulmanes laicos y las feministas pudieron
movilizar a la opinión internacional para que esa mujer no fuera lapidada. Pero
los venezolanos no pudimos hablar un lenguaje que movilizara a la opinión
pública con respecto a Brito. Cuántas veces yo, haciendo trabajo de campo, no
me encontré con gente que me decía que Brito era un “loquito”. Franklin Brito
suscitó la empatía del periódico Tal Cual, algunos líderes fueron a su
entierro, pero ahí no hubo un entronque porque quizás el cultivo de ñame en
Ciudad Bolívar no nos importa, o porque lo vimos como un tipo principista, como
un hombre que no supo negociar… Lo cierto es que no lo vimos como un problema
nuestro. No supimos comunicar nuestro drama.
Incontables son las
ocasiones en que te ha tocado debatir en la televisión y la radio con personas
que no conocen la realidad venezolana porque son militantes acríticos. ¿Cómo se
vive esta responsabilidad?
La responsabilidad de la que hablas es agotadora, sobre todo
cuando me asignan el papel de una portavoz de la oposición venezolana, cosa que
no soy. Cuando voy a los medios es porque me llaman como experta. Varias veces
les he dicho a periodistas que juegan a la polarización, que yo no soy la
“opositora de servicio” que va a hacer que el debate tenga la apariencia de ser
equilibrado. Por otra parte, es un esfuerzo intelectual interesante porque se
trata de afinar los argumentos de manera corta y concisa. Quizás lo más difícil
es hacer comprender a los venezolanos de Francia, que yo debo responder a las
preguntas sin que mi objetivo sea pasar un mensaje. Claro, yo preparo las
intervenciones y defiendo por encima de todo la causa de la democracia y de la
justicia. Pero me invitan en calidad de experta, en calidad de referencia que
puede ayudar a que el público de un medio comprenda lo que pasa en nuestro
país. Los periodistas piensan en su público, no en Venezuela.
A veces dices cosas que
molestan a ciertos sectores de la diáspora
Hoy me dijo un periodista usted es muy mala con los cubanos
en su libro, y yo le contesté: eso es muy curioso porque hay una
oposición venezolana que dice que yo soy muy buena con los cubanos.
Esos dos extremos dicen muy bien de mi trabajo. El mejor halago que a mí me
pueden hacer es que unos digan que yo soy “maluca” con los cubanos y que los
otros digan que soy condescendiente. Eso quiere decir que estoy tocando un
punto interesante.
¿Cómo dialogan tus tres
libros entre sí? ¿Hay algún metabolismo que hace diferente a la escritora de
los primeros con respecto a la de Pays
hors service?
Eso del “militarismo compasivo” (que cayó muy mal a una parte de
la lectoría y que era el resultado de un trabajo que tomaba en cuenta también
al electorado chavista) dialoga ahora con el régimen de Maduro y una de las
cosas que lo hace tan terrible: que la gente se siente muy abandonada a nivel
emocional. Chávez sabía manipular emocionalmente a la gente, y ahora se rompió
la conexión y se acabó la compasión. En cuanto a quién era la escritora de
aquellos y quién la de éste, quizás yo entonces tenía miedo de asumirme como un yo dentro
del trabajo de campo. Poder y catástrofe es
el producto de una tesis de doctorado y en las tesis de doctorado uno no es aún
un investigador confirmado, uno se está construyendo. En País fuera de servicio
yo me suelto el moño. La sensación, escribiéndolo era: y qué más da, qué más
puede pasar. Si el país está en una situación de guerra, si ya mi papá
falleció, si ya la jubilación de mi mamá no vale nada, si ya yo sé diferenciar
mi trabajo científico que es tan riguroso, qué tengo que perder. Me las juego.
¡Y quizás esto sea también resultado de los cincuenta años, que ya cumplí! Yo
me he jugado la carrera en esto. Yo creo que quienes trabajan sobre Venezuela
en el medio académico pueden compartir ese sentimiento: nos la jugamos.
¿En qué sentido?
Uno de los primeros concursos académicos fue fuerte porque yo
sabía que la posición política que podía deducirse de mi trabajo, crítico hacia
el chavismo, molestaba aun en el 2009. Ahora no. Si bien este libro no es un
pase de factura para la academia francesa, es la posibilidad de decir las cosas
que uno quisiera decir y que a veces en ciertos medios, lo piensas varias
veces. Está publicado y voy con todo.
Has desarrollado un discurso
menos árido, más conectivo. ¿Hay una aproximación más emocional al tema
Venezuela?
Uno se forja su voz, uno se construye. La antropología política
comparada me ha hecho abrirme hacia otras posibilidades. Durante los tres
últimos años académicos estuve trabajando la antropología política comparada
del Estado en África y en América Latina, con un colega de la República del
Congo, Rémy Bazenguissa. Yo siempre me he sentido muy a gusto con mis colegas
africanistas, es con ellos con quienes he establecido un diálogo intelectual
más fructífero. Es apasionante, quizás porque la antropología política francesa
es, antes que nada, africanista. Yo considero que aunque hay muy buenos
antropólogos franceses sobre América Latina, el concepto “estudios
latinoamericanos” en Francia se quedó muy anquilosado en el Instituto de Altos
Estudios de América Latina, en la teoría de la dependencia de los años 60, en
la herencia de la revolución cubana… en todo caso hay un latinoamericanismo
francés que no es una fuente de formación para mí, yo me formé en el centro de
estudios africanos de la Escuela de altos estudios, y eso fue maravilloso.
¿Está prevista una
traducción al español?
Me gustaría que se hiciera una trilogía con Poder
y catástrofe, País fuera de servicio y el libro sobre Franklin
Brito, que está listo.
Un lector avisado compartió recientemente con la autora su
particular apreciación de lo que es Pays hors service:
“Venezuela como un paciente psiquiátrico”. Este libro es el diálogo entre un
país que se enfermó, y un especialista que trata de desenredar el hilo de esa
locura. Continuará.
POR Cristina Raffalli
19/06/2019
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