Querido Hermano Mío:
Te escribo con el cariño y la fraternidad que siempre
te profeso. A Caracas se dirige una marcha campesina, que, según manifiestan
sus organizadores, llegará al Palacio de Miraflores y tratará de comunicarse
con el Presidente. Por la firmeza de sus reclamos y por la forma en que se han
organizado, intuyo que no quieren verse contigo. El viernes la ví, a la altura
de Río Caro. Iban a pie como 200 campesinos desarrapados, por el hombrillo de
la autopista, con sus banderas hechas por su propio ingenio, raídas y
descoloridas algunas, por cierto. El corazón se me estremeció. Porque en ellos
ví a Chávez, y a la Revolución Bolivariana, a esa misma Revolución Bolivariana
tan apaleada que por momentos siento desaparecida, saliendo de los más
profundos intersticios telúricos. Estimo que de pueblo en pueblo, se les irán
sumando campesinos y campesinas, hasta concentrar una gigantesca masa crítica
en las puertas de Caracas.
Sé que es una marcha honesta. Basta verlos. Al frente
no iban ni Miguel Ulises Moreno ni José Agustín Campos. Pero tampoco iban al
frente, y por fortuna para esos campesinos que marchan, ni Braulio Álvarez ni
Enma Ortega, ni mucho Orlando Zambrano, con esos sombreros de cogollos
nuevecitos tipo El Silbón, que suele lucir en los potes de humo que la
burocracia agraria oficial de cuando en cuando le organiza al Presidente. No. A
ninguno de ellos atisbé, en aquella caminata zamorana de desarrapados, donde no
había, por fortuna también, ni la mínima señal de la agencia de publicidad
corporativa que “monta” “los eventos” masivos del “chavismo”.
Así ellos no quieran verte, ábrele los espacios
democráticos de la República para que se expresen, coordina con quien tengas
que coordinar para que culminen con éxito el propósito que tienen. No protejas
al funcionario que te denuncien. Arráncale la cabeza al que te señalen, porque
estoy seguro, tal cual como pasa en otros sectores de nuestro Gobierno, ese
alguien señalado ha de ser el responsable de todo el descontento acumulado.
Igual del desánimo que reina en nuestras filas, hermano. ¡Cero cabronería con
los burócratas!
Viendo a esos campesinos caminar, tan empobrecidos
materialmente, pero gigantes en moral, me recordé de Pascualina Curcio Curcio,
mi alter ego en economía política. La agricultura campesina y familiar, ojo, me
estoy fusilando a la profesora, no son palabras mías, nunca ha desabastecido al
mercado nacional de hortalizas, aliños, verduras y frutas, pese no recibir
dólares preferenciales y no acceder al financiamiento público como debería.
En
tanto que, la agroindustria y las transnacionales de la alimentación, que entre
2003 y 2014, recibieron 2,6 veces más dinero del Estado que todo el dinero
recibido entre 1970 y 2002, se sumaron a la guerra económica, y desaparecieron
los productos que fabrican de los anaqueles. Esos campesinos encarnan a esa
agricultura familiar. Óyelos, acompáñalos, y que se abra el debate que tanto se
ha pedido, que tanto hemos pedido…
Esta mañanita llamé a Nelson Escobar por teléfono, para
hablarle de mi impresión acerca de esta marcha campesina. Y le dije
textualmente: “Nelson, se necesita un resurgir del pueblo. Y nosotros que
estamos desfigurados políticamente por haber apoyado a tanta mierda a lo largo
de todos estos años, el mayor apoyo que podemos dar, es hacernos a un lado y
saludar a estas luchas cuando pasan”. El profesor estuvo de acuerdo.
¡Se necesita un resurgir del pueblo! Que todos los
sectores empiecen a presionar a su Gobierno, para que se retome el rumbo
popular, para que Chávez viva, en el pueblo, y no en una consigna hueca de
algún burócrata acomodaticio. Que surja un nuevo liderazgo, también. Para que
volvamos a aquella explosión de pueblo creativa, que vivimos con Chávez entre
julio y agosto de 2004, ¡para que vuelva de nuevo la Batalla de Santa Inés!
Te abraza con afecto, tu amigo,
Juan Ramón Guzmán
Acarigua, 15 de julio de 2018
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