El 21 de diciembre, Nicolás Ceacescu, en
una concentración de apoyo, anunció aumento de salarios y pensiones, mejoras en
el servicio de calefacción y blablablá. Pero, los rumanos ni le creían ni
soportaban más la crisis.
Tres días después, con una protesta
creciendo desde Timisoara a Bucarest, la seguridad presidencial llamó para
evacuar al presidente. La respuesta del piloto del helicóptero, un Coronel,
fue: “díganle que lo siento, pero él está sólo. Afuera hay un pueblo en
rebeldía”.
Acudo a la anécdota para indicar que el
llamado costo de salida no es idéntico para todos los altos funcionarios. En
esos episodios, el Ministro de la Defensa no se aferró al poder y devolvió los
militares a los cuarteles. Paró una mortandad que segó 162 vidas en una semana.
Supo percibir a tiempo que su costo de salida no era infinito.
Los venezolanos han protagonizado una
admirable gesta de protesta, mucho más numerosa, extendida y sostenida que la
que hizo huir al anterior dictador, Marcos Pérez Jiménez. Las muertes en enero
de 1958 estuvieron muy distantes de la represión genocida que una cúpula escala
día tras día.
La nación está en estado de rebeldía
pacífica contra una camarilla que actúa fuera de la Constitución, viola los
derechos humanos y desconoce a la comunidad internacional. Maduro no puede
invocar una Constitución que apuñala y pretende sustituir por un texto que
proporcione impunidad y perpetuidad a una dictadura militar civil.
La rebeldía ante un poder ilegal e
ilegítimo busca restablecer la Constitución de 1999, rechazar una Constituyente
sin voto universal y convocada no por el soberano sino por un acto de
usurpación de Maduro.
El odio, la división, la discriminación y
la persecución llevada a cabo durante años explica algunos hechos violentos,
aislados y que pueden ser usados para confundir sobre la ventaja moral de
librar una lucha con las banderas de la paz y la democracia. Responder a la
violencia armada, ejecutada por militares y colectivos paramilitares con
radicalismos extremos, carece de sentido y eficacia.
La represión de Maduro y Padrino es propia
de un ejército de ocupación. Levanta el trapo rojo de que el país se encamina a
una guerra civil para intimidar a los que protestan y brindar justificación a
considerar a los ciudadanos como enemigos a exterminar físicamente.
La mayoría de los venezolanos, con la
participación de seguidores actuales del gobierno, va a conquistar la paz. Sólo
hay que restablecer la vigencia de la Constitución de 1999, devolverle sus
atribuciones al poder legislativo, abrir el canal humanitario , liberar a los
presos políticos y establecer un cronograma electoral sobre las elecciones
pendientes y la anticipación de las presidenciales.
La calle obligará a una negociación que
será un final en paz del régimen, sin rendición, venganzas o impunidad. Tiempos
de libertad, justicia y reunificación
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