No soy un experto en ciencia política, pero he vivido
suficientes experiencias como para opinar sobre un tema de capital importancia
en la conducción política, como este de la comunicación, dentro de la cual
encaja el dilema entre el mensaje pesimista y el optimista de quien conduce. Se
que simplifico el asunto, pero creo que es lo suficientemente relevante como
para llamar a una reflexión sobre el tema.
Obviamente, el asunto no es nuevo y siempre ha estado en
el debate político, psicológico y filosófico[1] y, por
supuesto, no existe una conclusión definitiva acerca de cuál de los dos puede
ser más efectivo en la conducta humana y, sobre todo, en la conducción
política. En este sentido, lo que puedo aportar, sin entrar en el debate
conceptual o teórico sobre el tema, son algunos ejemplos que provienen de otras
experiencias y de la nuestra.
Pongo en las esquinas dos mensajes clásicamente de ese
orden. El optimista que desarrolló Obama en su campaña, el del “Yes, You can”
con el cual transmitió al máximo la factibilidad de que un cambio era posible
en los Estados Unidos y el de Churchill “Sangre, sudor y lágrimas”, el cual. Si
bien no encaja en el pesimismo puro, ilustra un camino diferente que llama al
sacrificio y al enfrentamiento con la realidad. Como se sabe, ambos lograron su
objetivo de movilización y compromiso.
En Venezuela estamos llenos de ejemplos, pero
prácticamente todos inclinados del lado del “optimismo”, probablemente por esa
raíz épica que tienen casi todos los mensajes políticos en nuestro país. Nos
podemos ir bien atrás con aquel del “gobiernito” que iba a caer en la época de
Betancourt y, más luego, con el mismo de épocas recientes de “Se va caer, se va
caer”, o de la promesa de una solución inmediata o pronta, que luego no se
cumplió.
Después de los optimistas mensajes de las últimas
campañas políticas de la oposición, que es la que me interesa lo piense, me
quedan en la memoria aquellos momentos cuando estábamos “ganando” el
revocatorio del 2014 y otras elecciones anteriores y posteriores, todas llenas
de optimismo, para terminar en la frustración en la que se cayó e inmovilizó a
una gran masa de gente. Como dice el filósofo: “si el optimismo parte de falsas
realidades termina en una falsa promesa que culmina en frustración”, en cuyo
caso me inclino por un mensaje realista, aunque parezca pesimista, que coloque
a la gente en la exacta dimensión de donde está y que le espera. Quizás sea
este momento de dramática crisis de examinar el lenguaje político.
[1] Ver
Alicia Delibes, sobre “Roger Scruton y los usos del pesimismo” en FAES. Enero-M
arzo,2011. Madrid
Digalo Ahi Digital
21 de Marzo del 2020
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