Imaginemos la siguiente situación. Muchas personas
comienzan a recibir, con cierta periodicidad, ciertos montos de Petros en sus
«monederos virtuales». El efecto de tal hecho será, desde luego, contagioso y
muchas personas más estarán dispuestas a integrarse a este sistema de subsidios
directos. La mayoría de tales personas querrá usar esos ingresos para adquirir
productos diversos. Se encontrará, sin embargo, ante la circunstancia de que
sus Petros solo serían recibidos como medio de pago por algunos comercios,
aquellos que habrían aceptado instalar los dispositivos de autentificación
biométrica del cliente asociados a esa moneda. Ello ocasionará la aparición de
largas colas en algunos negocios y la disminución de consumidores en otros.
En este contexto el incentivo de otros comercios, cuya
clientela se ha visto mermada, sería sumarse también al sistema. Sobre todo
porque los Petros podrían, en principio, ser convertidos en Bolívares y
las transacciones habituales -adquirir insumos, pagar servicios y nómina o,
incluso, comprar divisas- podrían seguir realizándose. Al incorporase al
sistema se evitaría, además, posibles represalias gubernamentales o chantajes
de funcionarios. Todo el asunto se convertiría en un molestoso trámite
adicional para la actividad productiva. El Petro sería solo una unidad de
cuenta.
Por otra parte, a pesar de que el régimen socialista ha
anunciado que la cantidad circulante de Petros obedecería a unas supuestas
reglas es de prever que éstas no se cumplirán. Después de todo el
financiamiento fiscal mediante emisiones monetarias, prohibido
constitucionalmente, ha venido siendo abiertamente utilizado por el Banco
Central. Así pues la cantidad de Petros en circulación crecería de manera
discrecional. El Banco Central crearía la masa virtual de esa moneda que el
gobierno le ordenase y la emisión sin respaldo de Bolívares, causa básica de la
hiperinflación, mutaría en emisión desmesurada de Petros, con similares
consecuencias negativas para la estabilidad económica.
En estas circunstancias, la desconfianza ante el bolívar
sería endosada al Petro, aunque éste, a diferencia de aquél, podría preservar
en parte su valor mientras el Banco Central lo ajustase a la cotización
internacional del barril de petróleo, algo que, por supuesto, no está
garantizado. La crisis de la moneda nacional -llámese Bolívar o Petro-
continuaría y la dolarización de las transacciones seguiría expandiéndose.
¿Qué sentido tendría entonces el empeño gubernamental en
forzar la introducción de este instrumento de pago virtual? ¿Sería solo un
negocio para proveedores del sistema y algunos funcionarios públicos? No sería
nada nuevo en realidad ¿Una forma de evadir las sanciones internacionales? Esto
es lo que muchos han pensado, sin preocuparse demasiado por el asunto o
burlándose de la ignorancia gubernamental en materia económica. Pero ¿son las
cosas realmente así?
2
Imaginemos ahora una variante de la situación
anterior. Los Petros no son convertibles en Bolívares. ¿Qué haría un
comerciante en estas condiciones? El miedo a perder clientela o a recibir la
visita de funcionarios gubernamentales persistiría, pero a ello se agregarían
otros problemas. ¿Cómo compraría a sus proveedores, nacionales e
internacionales?
¿Cómo pagaría su nómina?
Para un comerciante el hecho de que sus ingresos por
venta sean canalizados a través de un «monedero virtual», en un sistema
controlado por el gobierno socialista, sería fuente inagotable de incertidumbre
y temores. Sería, para decirlo en términos gráficos, como si la caja
registradora de su negocio estuviese a cargo de un empleado público. El asunto
es que si un comercio no acepta integrarse al llamado ecosistema Petro puede ir
quedando aislado del proceso económico y correr el riesgo de quebrar. Se vería
obligado entonces, para sobrevivir, a pedir a sus empleados y a sus proveedores
se integrasen también al ecosistema Petro. Los propios comerciantes estarían
así, paradójicamente, promoviendo el desarrollo del sistema que los oprime.
El Petro, sin embargo, sería teóricamente convertible en
divisas o criptomonedas. Pero cabe preguntarse, ¿quién estaría dispuesto, en
los mercados internacionales, a entregar divisas o criptomonedas a cambio de
Petros? Solo algunos de los pocos que quieren hacer negocios en Venezuela.
¿Tendría entonces el Banco Central las reservas necesarias para satisfacer la
demanda de quienes deseasen cambiar sus Petros en divisas? No: dicho organismo
vive, como es sabido, una aguda crisis en materia de reservas
internacionales.
Luego, por la vía de los hechos, los Petros serían no
solo no convertibles en Bolívares sino tampoco en criptomonedas o divisas. O,
para ser más precisos, lo serían solo para la casta de privilegiados o
«enchufados» que el gobierno revolucionario, como todo régimen socialista, ha
creado. Sin mencionar aquéllos que actúan de inextricables formas con el
propósito de legitimar capitales.
Así, aunque es de esperar que la demanda de divisas por
parte de muchos comerciantes y de personas se mantuviese, sus posibilidades
prácticas para acceder a ellas se verían limitadas. El gobierno socialista
aspiraría a disminuir de esta forma la presión sobre el tipo de cambio.
3
Imaginemos, finalmente, una ampliación y profundización
de la situación previa. Todas las transacciones internas -compra y venta de
productos y servicios, pago de nómina, pago de impuestos, compra de gasolina,
tarifas y servicios públicos- pasarían a ser realizadas en Petros. De igual
manera, todos los activos que los ciudadanos posean serían denominados en
Petros, así como los estados financieros y la información bancaria. En otras
palabras, sin anuncio oficial, el Petro sustituiría al Bolívar.
El Petro no tiene presencia física pero debe quedar claro
que no es una criptomoneda. Una criptomoneda, por definición, no posee respaldo
en activos físicos y la confianza en ella deriva de la robustez y la
transparencia de la tecnología que la sustente (tipo blockchain); su
emisión la realizan los propios agentes económicos, de manera distribuida y
descentralizada, mediante plataformas abiertas, auditables e independientes de
bancos centrales y gobiernos; por analogía a una mina, existe una cantidad
determinada de cada criptomoneda y cada unidad de ellas debe ser buscada
mediante un proceso que se ha dado en llamar «minar».
El Petro sería una moneda virtual cuyo uso dentro del
territorio nacional no solo será forzoso sino que estará canalizado por una
plataforma controlada por una dictadura política y económica.
Se trataría de una moneda cuya emisión no tiene costo
alguno y cuyo señoreaje (es decir, las ganancias obtenidas por el monopolio en
la creación de una moneda y el mantenimiento de divisas y otros activos
valiosos) se haría infinito para el Banco Central y, por tanto, para el
gobierno socialista.
En este contexto sucedería que los activos de las
personas y las empresas no perderían, supuestamente, su valor mientras la
relación del Petro con el precio del petróleo se mantuviese. Pero esto solo es
teoría. En la medida en que los Petros no son realmente convertibles en divisas
o criptomonedas los activos, en términos de éstas, pierden todo su valor y el
arbitraje en su canje sería elevado y creciente. Sería, para ilustrar el punto,
como si el mercado local pasase a funcionar con billetes de Monopolio: dentro
del juego, los billetes tienen todo su valor, fuera del mismo, no tienen
ninguno.
Pero el comercio internacional requiere divisas. Estas se
venderían fundamentalmente de manera informal, pues no habría incentivos para
hacerlo a través del ecosistema Petro. Así, el tipo de cambio implícito que se
generaría entre el Petro y las divisas convertibles sería elevadísimo e
inaccesible para la mayoría de la población.
Todo esto, en definitiva, apunta a la transformación
autoritaria de nuestra economía en una economía dual, una economía constituida
por un sector que funcionaría en Petros no convertibles y otra que lo hará
mediante divisas. Cualquier parecido con el sistema establecido en Cuba, a
partir del llamado «Período Especial» que se produjo luego de la desaparición
de la URSS, no es, por supuesto, casualidad.
4
¿Cómo operará esta economía dual? No es fácil prever
todas las dinámicas que se desencadenarían. La economía, como la vida, siempre
se abrirá camino. De todos modos, algunas cosas pueden anticiparse.
Una parte de la población quedará presa de la moneda no
convertible, recibiendo y gastando la totalidad o buena parte de sus ingresos
en Petros, a través de sus «monederos virtuales». Esos Petros serán utilizados
tan pronto fueran recibidos, no solo porque muy probablemente su valor se depreciará
en el tiempo, sino porque sus receptores no querrán mantener saldos en una
denominación no convertible.
El otro segmento de la economía, en el que se incluirían
empresas asociadas al ámbito internacional, tendría acceso a divisas y
naturalmente podrá beneficiarse del diferencial. El funcionamiento en divisas
de una parte de la economía nacional continuará. Seguirán entrando montos poco
significativos, con respecto al tamaño de la economía, de divisas legítimas,
asociadas a remesas, ahorros, ingresos por venta, etc. También lo harán montos
desconocidos de divisas proveniente de actividades ilícitas, provenientes del
narcotráfico y otros negocios turbios. De igual modo la demanda de divisas,
para salvaguardar el patrimonio y para la compra de insumos y productos
terminados, se mantendrá. Lo novedoso podrá ser el traspaso de Petros del
«monedero virtual» de una persona o empresa al de otra, a cambio de divisas
pagadas informalmente. Esos traspasos serán percibidos como riesgosos y, por
tanto, la cotización paralela del Petro en términos del dólar u otras divisas
será elevada.
En este sentido, el mercado paralelo de divisas no
desaparecerá y el impacto permanente de la devaluación de la moneda nacional
-Petro o Bolívar- sobre los costos y precios nacionales continuará. Habrá pues
inflación en Petros. No sería de extrañar que, ante ese hecho, se reactivase el
sistema de controles de precios, con sus nefastas consecuencias.
Así la dualidad monetaria se replicará en toda la
economía, distorsionando aún más su dinámica, entorpeciendo la medición de su
eficiencia y competitividad y dificultando la integración de los sectores
económicos en los mercados internacionales.
De manera progresiva y artera, el socialismo del siglo
XXI, con base en nuevas tecnologías, está dando forma a la dimensión monetaria
del sistema de control social cuya implementación es su máxima aspiración.
Digalo ahi digital
http://www.digaloahidigital.com/articulo/el-%C2%ABpetro%C2%BB-un-experimento-de-control-social
29 de Enero del 2020
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