Imagen: MARCO BELLO/GETTY
El chavismo sin duda ha generado una gran polémica y
muchos debates en el contexto de las ciencias sociales. Predominan las
discrepancias sobre el problema político. Muchos varían en calificar al
gobierno bolivariano como democracia radical, autoritarismo, populismo,
militarismo, dictadura, tiranía.
Muy pocos se atreven a denominar al gobierno actual como
totalitario. Consideramos que esto va más allá de un asunto meramente
teórico y académico, ha sido la constante subestimación del chavismo, y no
haberlo sabido catalogar apropiadamente lo que ha dificultado el proceso de
resistencia y estrategia política.
Los totalitarismos, sobre todo los de carácter comunista
como los casos conocidos de la Unión Soviética, Corea del Norte o Cuba, son
sumamente difíciles de superar y logran mantenerse largo tiempo en el poder.
Son gobiernos resilentes a las crisis económicas y al aislamiento. Se apoyan en
un sistema de control, sometimiento y vigilancia sumamente eficiente para
mantener el orden interno.
El poder siempre intenta ser invisible a los demás, que
el gobierno no sea entendido como un régimen totalitario es una victoria para
ellos, porque las armas para enfrentar a un gobierno autoritario no son las
mismas para confrontar a un régimen de naturaleza totalitaria. Para ello
es necesario discutir ciertos aspectos teóricos de manera sucinta para marcar
diferencias fundamentales.
Son muy conocidos los estudios de Carl Friedrich y
Zbigniew Brzezinski quienes establecieron seis condiciones básicas
comunes a todo régimen totalitario, las cuales son:
a) una elaborada ideología, enfocada al logro de un
estado de perfección final de la humanidad y basada en un rechazo categórico la
sociedad actual; b) un partido único de masas típicamente dirigido por un
solo hombre, que agrupa alrededor de un 10% de la población; c) el uso
sistemático del terror, físico o psicológico, mediante el control
ejercido por una policía secreta, dirigido no sólo contra los “enemigos”
manifiestos del régimen sino también contra grupos de la población más o
menos arbitrariamente seleccionados; d) un cuasimonopolio de los medios
efectivos de comunicación de masas; e) el monopolio del uso efectivo de
las armas de combate, y f) un control centralizado de la totalidad de la
economía a través de la fiscalización burocrática de entidades corporativas
formalmente independientes y otros grupos alternos[1] (Friedrich,
y Brzezinski, 1968: 21-22).
Tal vez esta sea una de las descripciones más completas
de los elementos que definen un régimen totalitario. La revolución bolivariana
posee la mayoría de los rasgos esenciales de un proyecto totalitario:
mantuvo constantemente movilizada a la población, hay un fuerte culto a la
personalidad mesiánica de Chávez, existe un partido oficial de gobierno como el
PSUV, con una policía secreta como el SEBIN y el FAES destinada a reprimir a la
población con mayor poder de fuego que las mismas fuerzas armadas, con una
hegemonía comunicacional ante la censura progresiva de los medios de
comunicación, y el control de la economía por parte del Estado para someter a
la población sobre la base del chantaje de sus necesidades.
Todos esos rasgos se consolidarían con el pasar de los
años, no eran claramente visibles desde sus inicios pero si hubo varias señales
al respecto. Después de todo, el modelo aplicado a Venezuela fue el estalinista-castrista
pero adaptado a un tiempo histórico diferente. Al igual que los otros
totalitarismos conocidos, la importancia dada a la elaboración ideológica
es fundamental. El autoritarismo si bien es intolerante a las críticas, permite
ideas que no vayan directamente en contra del gobierno, no presta mayor
importancia al tema ideológico.
En cambio, el socialismo en el caso del chavismo, busca
ser una ideología omnicomprensiva que busca cambiar tanto la realidad material
como simbólica de los pobladores. No da espacio a otras visiones, por eso busca
la construcción de un hombre nuevo. Todo el que no quiera formar parte del
sistema es excluido de los beneficios otorgados por el Estado.
Muchos piensan que el socialismo es solo un slogan por
parte del chavismo, pero eso solo implica desconocimiento de sus idearios,
pretender acabar con la propiedad privada y el control absoluto de la sociedad
es su objetivo fundamental. Para ello el control de la economía es sumamente
relevante como hemos señalado en otros trabajos. En los regímenes autoritarios
puede haber medianas libertades económicas, como el caso de Pinochet en Chile o
Juan Vicente Gómez en Venezuela, en cambio, en los gobiernos totalitarios, la
economía está completamente centralizada y planificada por el gobierno.
Esto con el fin de controlar a las masas a partir de su
empobrecimiento y la concesión de dádivas a cambio de lealtad política.
Esto ha sido llevado a cabo fielmente por el chavismo, aunque de forma mucho
más progresiva debido a un contexto histórico diferente.
Es el llegar al poder por medio de procesos electorales y
a jugar medianamente bajo reglas democráticas lo que lleva a algunos autores
como John Magdaleno a calificar al chavismo como un autoritarismo
“competitivo”. El término pueda resultar contradictorio, es usado en la ciencia
política para explicar cómo pese al control institucional, existen
posibilidades reales de los grupos adversos al gobierno de ocupar puestos
representativos a través de procesos electorales.
El gobierno jugó con esta figura hasta el 2015, última
elección supuestamente competitiva que termina con la mayor parte de la
Asamblea Nacional en manos de la oposición. Luego de eso en los últimos
procesos electorales se ha hecho con poca o nula participación de los partidos
opositores ante la falta de condiciones: políticos presos o
inhabilitados, un Consejo Nacional Electoral parcializado y recurrente
abuso y chantaje político a través de los recursos del Estado.
Ante esas situaciones se habla ahora simplemente de
autoritarismo. Pero se dejan de lado muchos otros factores para el análisis. La
movilización de las masas por parte del chavismo como instrumentos de choque
fue una característica desde sus inicios. Ya Juan José Linz[2]marcaba
diferencias entre el autoritarismo y el totalitarismo porque este último se
basaba en una alta movilización de las masas.
Hannah Arendt[3] explicaba
como los movimientos totalitarios son organizaciones masivas de individuos
atomizados y aislados, la devoción al líder son formas de intentar huir de ese
sentimiento de soledad. El culto a la personalidad de Chávez y su endiosamiento
posterior como comandante supremo, eterno y líder máximo de la revolución,
es la muestra del intento de construir una devoción que trascienda lo
racional para constituir una nueva relación mítica con quien es considerado de
acuerdo a la propaganda oficial como el segundo libertador de Venezuela.
El chavismo a pesar de la actual situación económica,
todavía cuenta con adeptos, individuos aislados y fanatizados debido a una
ideología y propaganda oficial como fue común en el comunismo. Tal nivel de
alienación no ocurre bajo gobiernos de corte autoritario. Su proyecto siempre
ha sido edificar un totalitarismo, entenderlo de esa manera y explicar sus
mecanismos de funcionamiento hará más fácil encontrar una estrategia adecuada
para lograr la libertad los venezolanos.
Referencias
[1] Friedrich,
Carl, Brzezinski, Z. bigniew. (1968). Totalitarian Dictatorship &
Autocracy. Frederick Praeger Publishers. USA. pp. 21-22.
[2] Linz,
José. 2000). institucionalidad Totalitarian and
Authoritarian Regimen. Lynne Rienner
Publishers, Boulder. Colorado.
[3] Arendt,
Hannah. (2004). Los orígenes del totalitarismo. Taurus. México.
20 de Septiembre del 2019
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