Razonar en ambientes cargados de pólvora puede ser muy
aburrido. Un serio intercambio de ideas supone acuerdos y premisas para
desarrollarlos en niveles superiores. Malo es que por causas ajenas a la razón:
vanidad, orgullo, intereses creados, las controversias se mantengan en líneas
paralelas que solo puedan tocarse en el infinito, es decir: nunca. Cae
entonces sobre los debates una sensación de pérdida de tiempo que alienta a
descalificar la idea misma de debatir o negociar. En lo personal prefiero la polémica,
por reiterativa que sea porque en ella muchos adhieren conscientemente a la
democracia. Además, sin ganar la batalla de la opinión es harto difícil ganar
ninguna otra.
Se dice con llamativa audacia que en Venezuela la
disidencia, siendo muy mayoritaria como certificadamente lo es, está dividida
entre partidarios de la vía violenta y los inclinados a la solución
pacífico-electoral. Suena bien pero es un juicio ligero. Si algo repugna
a la Política es la propensión a dar enfáticamente por indiscutible lo
que no es sino un acertijo. Esas certezas supuestamente irrebatibles terminan
descalificando al interlocutor. El amigo de las armas, en lugar de dar el
ejemplo empuñándolas él, embiste contra quienes pensamos distinto. Igualmente
discutible es borrar del mapa la eventualidad de un no deseado desenlace
violento en un país irritado y maltratado como muy pocos.
Desgraciadamente la violencia es parte de la tragedia venezolana. Nadie puede
adivinar si estallarán o no sus detonantes. Lo que sí podemos hacer es no
alentarla; sobreponerle el peso de la unidad nacional.
Michelle Bachelet ha ratificado
en lo esencial su anterior informe añadiendo nuevos casos de homicidios y
torturas. Al reiterarse los hechos punibles se entra al ámbito de los delitos
de lesa humanidad, de cuya sustancia forman parte la reincidencia y el carácter
sistemático. Se subrayan en el informe ampliado los sombríos designios contra
la AN y Juan Guaidó y la muerte de las universidades autónomas. Adicionemos
la movilización militar hacia la frontera con Colombia ordenada por
Maduro y la hambruna inminente. Son focos de tensión que pueden determinar la
suerte de Venezuela.
¿Acaso una luchadora democrática
chilena no iba a descubrir la ponzoña en la sentencia N° 0324-2019 del mal
llamado TSJ? Su objeto es claro y está a la vista: asesinar la autonomía
universitaria, la libertad académica, el cogobierno y la libre elección de
autoridades. Son valores consagrados desde la reforma de Córdoba-Argentina,
1917, que se expandieron con enorme fuerza por todo el hemisferio,
comenzando en 1920 con Chile y Perú. En Santiago y Lima firmaron el Convenio
Argentino-Chileno los presidentes de la FUA, Gabriel del Mazo y de la FECH,
Alfredo Demaría. Y en Perú, otra vez el argentino Gabriel del Mazo y el
presidente de la FEP, Víctor Raúl Haya de la Torre.
La histórica Reforma y el
heroico desempeño de los estudiantes cambiaron viejas creencias asentadas con
fuerza dogmática. Los ilustres Ortega y Gasset, Eugenio D´Ors, Jiménez de Asúa
y los no menos ilustres latinoamericanos Rodó, Vasconcelos, Ingenieros,
trasladaron a los estudiantes la vanguardia para la transformación continental
¿Cómo iba a ignorar la universitaria Bachelet la historia y sustancia
americana de la Autonomía? ¿Cómo no iba a estremecerla la oscura sentencia
0324-2019 del sumiso TSJ?
¿Qué hará el muy probable
presidente de Argentina, Alberto Fernández, quien durante las primarias se
desmarcó de Maduro impactado por el primer informe Bachelet? ¿Se acercará
ahora a la mayoría latinoamericana, cuyo progreso es perceptible o reproducirá
su improductivo aislamiento?
Argentina, como la masa, no está
para bollos. Si quiere modelos exitosos, en nuestro Hemisferio proliferan
Escritor y abogado
Pubto de Corte
15 de Septiembre del 2019
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