¿Cuándo se jodió la oposición venezolana?
La pregunta de impronta vargallocista–si es verdad
que se ha “jodido” la oposición- deberá ser materia de discusión
historiográfica cuando llege el momento de ajustar causas y efectos,
antecedentes y hechos. Pero para ese momento falta todavía.
Algunos dirán, la oposición “se jodió” cuando no
supo capitalizar políticamente su gran triunfo del 6-D. Otros dirán, cuando las
luchas por el R16 no fueron combinadas con el tema de las siguientes
elecciones. Otros agregarán, cuando las grandes movilizaciones del 2017 nacidas
en defensa de la AN y por la exigencia de elecciones regionales fueron
sobrepasadas por grupos de insurrectos desarmados combatiendo con piedras en
contra de un ejército profesional. ¿O fue cuándo la oposición regaló las
elecciones regionales y municipales? Y así sucesivamente.
¿Cuándo se jodió la oposición venezolana? Esa es
también una pregunta sobre “la causa”. Pero quienes hemos entendido la
provocadora tesis de Hannah Arendt “las causas no existen”, sabemos que las
causas no crean a los hechos sino los hechos a sus (supuestas) causas. Es en
ese que sentido la “causa” como tal, no existe. Lo que existe son diversos
momentos que, combinados unos con otros, pueden ser reconstruidos como parte de
un proceso. Visto así, podríamos
decir que la oposición venezolana ha optado por “joderse” a sí misma en
diversos momentos de su historia. Pero en otros no lo ha hecho.
¿Cuándo ha tenido y cuándo no ha tenido éxito la
oposición venezolana? La respuesta parece ser simple: todos los éxitos de la
oposición –desde el plebiscito que derrotó a Chávez el 2007, pasando por la
victoria electoral robada a Capriles el 2013, hasta llegar al grandioso 6-D del
2015, han sido electorales. Y los éxitos de la oposición han sido electorales
porque la oposición es por
naturaleza electoral. No puede, no sabe, y por lo mismo, no debe
hacer otra cosa que, o acudir a las elecciones o luchar por las elecciones
desde dentro de las elecciones, aún en las condiciones más fraudulentas -¿qué
otra cosa cabe esperar de elecciones bajo una dictadura?-.
Sin elecciones no hay
ruta, sin ruta no hay oposición. Pero hoy la oposición ha abandonado la ruta. La única que tiene. Hoy se
encuentra otra vez frente a la misma disyuntiva de siempre: la de optar entre
las elecciones y la nada.
Como ocurrió el nefasto año 2005, la oposición, aún
siendo mayoritaria, ha decidido batirse en retirada. Sin embargo, como
alternativa de segundo orden, como si fuera una “astucia de la historia”, ha
aparecido en la escena pública la candidatura de Henri Falcón. El ex disidente
chavista ha disentido de la MUD y con ello del resto de la oposición.
Así, Falcón surge como la única
alternativa electoral frente a Maduro.
La oposición se encuentra
tri-vidida: a un lado del triángulo, los
inmaculados que jamás votarán mientras exista dictadura, al otro los que
quieren votar pero no lo harán bajo las condiciones impuestas por la dictadura
(y que la dictadura, por supuesto, no cambiará) y en el tercer lado, los que
votarán por el doble disidente Falcón. ¿Cómo llegó la MUD a encerrarse a sí misma en este laberinto? Reconstruyamos:
Para no hundirnos en las causas más profundas de la
historia universal, partamos de los antecedentes más cercanos. Y el más cercano
de todos se encuentra en las negociaciones que tuvieron lugar en la República
Dominicana. Allí, como es sabido, el tema central fue el de las elecciones. En
especial, la fecha y las condiciones electorales. Como también es sabido, los
representantes de la MUD lograron ganar una batalla simbólica pues fue la dictadura
y no la MUD la que dio la patada final a la mesa.
La MUD se encontró así frente a dos alternativas. La primera: no
ir a las elecciones si Maduro no cambiaba las condiciones. La segunda: ir a las
elecciones a luchar por mejores condiciones, con posibilidades de perder pero
también de denunciar públicamente el fraude convirtiendo a la campaña electoral
en un movimiento democrático con fuerte reconocimiento internacional.
¿Por qué la MUD eligió la
primera alternativa? Los
argumentos no pueden ser más incoherentes. Aducir que votar significa legitimar
a la dictadura es un absurdo pues por definición toda dictadura es ilegítima.
¿Acoplarse a las declaraciones de una mítica “comunidad internacional” cuyos
miembros -Grupo de Lima, por ejemplo- no se reúnen más de una vez al mes?
Eso habría significado, además, delegar la
conducción política a terceros. ¿No concurrir porque los únicos líderes de
renombre se encuentran presos o inhabilitados? Puede ser. Pero para nadie es un
misterio que dentro de los partidos de la MUD hay muchas personas -entre ellos
el propio Falcón- en condiciones de ejercer liderazgo. ¿O no saber ponerse de
acuerdo en torno a un nombre porque había muchos nombres? Imposible responder a
esa pregunta. La respuesta solo la conocen esos nombres. Lo cierto es que, al
no aceptar participar en las elecciones –tan fraudulentas como todas las
habidas bajo Maduro- la MUD, no
Falcón, se apartó de su camino. La MUD y no Falcón se apartó de su historia.
No fue Falcón, fue la MUD
la que rompió con su línea política. Más todavía, Falcón va como candidato en representación de la línea
política de la MUD mientras la MUD representa –aunque sea momentáneamente- la
línea del abstencionismo radical, la de los puristas e inmaculados, la de los
que conciben a la política como una simple suma de actos testimoniales, la de
los que sueñan con la invasión marciana. ¿Y el golpe? Mientras no suceda un golpe no hay golpe. Ninguna línea política puede ser
trazada sobre la base de hipótesis.
Falcón no ha traicionado
a la línea política de la MUD porque, aparte de la línea electoral, la MUD no
ha tenido jamás otra línea política. El recién formado Frente Amplio es una gran institución, pero no puede
sustituir a una línea política. Puede sí llegar a ser un poderoso instrumento
electoral en función de una línea política. Sin participación electoral, ese Frente Amplio está destinado a
constituirse en una organización simbólica, o en un lugar donde se
reunen entre sí los dirigentes y activistas de una oposición desconectada del
mundo. Pues sin elecciones la
línea política de la MUD es nada y a la nada no se puede seguir, simplemente
porque es nada.
De modo paradojal, el mejor representante de la línea política de la MUD es en estos
momentos el propio Falcón. Pues Falcón, dicho en breve, hizo lo que debe
hacer un político cuando no acata una decisión errada: disintió. Y si disentir
en un ejército es una falta grave, en una organización política es, en
determinados momentos, una obligación. La
unidad por la unidad no es un sacramento político. Sin disenso no hay
política. Y si la unidad disintió de su línea, Falcón disintió de la unidad.
Por cierto, la apuesta de Falcón es altamente riesgosa. Gracias a ella se
expone al descrédito. La enorme suma de agravios, infundios y calumnias hacia su
persona no solo provienen de la fracción inmaculada del maricorinismo.
La intolerancia y el fanatismo son, evidentemente,
parte de la herencia cultural de América Latina. Pero por otro lado, parece
estar claro que Falcón ha abierto
un nuevo espacio político de acción.
Como pocos dentro de la unidad
opositora, Falcón está en condiciones de interpelar a diversos sectores del
chavismo descontento. El probablemente sabe que su biografía –tan criticada por
muchos- puede llegar a ser un plus para cuando llegue el momento de la
necesaria transición. Más todavía, Falcón parece entender que su campaña
electoral podría ser, aún perdiendo, el inicio de esa transición. Quizás esa es
la razón por la cual los principales dirigentes de los partidos de la MUD se
han abstenido de atacar a Falcón. El mismo Falcón, a su vez, siempre se ha
dirigido de modo afectuoso hacia “sus hermanos” (sic).
Algunos de sus “hermanos”, como hacen los
pielesrojas, ya le están enviando señales de humo. Puede ser incluso que parte
de la estrategia de Falcón tenga contemplada la posibilidad de obtener la
adhesión de por lo menos algunos partidos o miembros de la MUD. Ciertos formadores de opinión –y no
precisamente los menos inteligentes- ya le han dado su abierto apoyo.
Desde el punto de vista
de la lógica de la razón pura, una alianza entre la candidatura de Falcón y la,
o parte de, la MUD, es decir, una alianza hecha sobre la base de acuerdos
mútuamente establecidos (entre ellos la supresión de la Constituyente en el
caso de un triunfo electoral) aparece como la alternativa más racional. Pero para que eso suceda será necesario que
los partidos de la MUD salten por sobre sus propias sombras. La otra
alternativa es la nada.
Escribimos -nótese- la palabra nada en sentido
literal. Pues, téngase por seguro: si nuevamente el abstencionismo logra triunfar, no habrá más elecciones
en Venezuela. Ni legítimas ni fraudulentas.
No sería primera vez en
la historia que políticos incapaces de ceder a su vanidad lleven a sus pueblos
a la inmolación colectiva. Sigmund Freud descubrió que el impulso hacia la muerte (Thanatos) logra,
bajo determinadas condiciones, imponer su hegemonía sobre los seres vivos.
Entre ellos hay algunos casos históricos de los cuales no quiero ni siquiera
acordarme.
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