Ayer, 27 de junio fue el Día del Periodista.
Hubo actos en todo el país y en Caracas el Colegio Nacional de Periodistas, el
Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa y la organización Alianza por
la Libertad de Expresión hicieron una marcha, en conjunción con la MUD, hasta
la sede de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones. Por su parte, la
Asamblea Nacional iba a realizar una sesión especial para celebrar al
periodista y su labor. El profesor Marcelino Bisbal sería el Orador de Orden,
pero al ingresar cajas con sello y precinto del Consejo Nacional Electoral de
manera irregular en el Comando de la Guardia Nacional Bolivariana del Palacio
Federal Legislativo y ante la negativa de explicar que contenían dichas cajas,
se produjo un intercambio de agresiones en el que dos periodistas y dos
diputados resultaron lesionados. Al poco rato los colectivos se hicieron
presentes y se suspendió la sesión.
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“Quisiera comenzar citando tres epígrafes que nos
van a ayudar a entender lo que de seguidas voy a desarrollar:
El primero es del profesor e investigador
venezolano Antonio Pasquali:
‘El chavista es el primer gobierno del país que
comprende la importancia capital de las comunicaciones para modelar sociedades,
y es una lástima que haya aplicado esa comprensión a la causa equivocada’
El segundo epígrafe corresponde al escritor y
cronista venezolano Alberto Barrera Tyszka que nos expresa:
‘Este gobierno puede improvisar en todo menos en
las comunicaciones. Llevamos catorce años viendo cómo se reproduce mil veces un
guión’
El tercer y último epígrafe es del investigador en
comunicaciones Germán Rey (colombiano) que nos dice:
‘La comunicación es central para un rediseño de la
vida democrática. Pensar la democracia hoy es hablar de democracias de alta
calidad y de baja calidad, de democracias fortalecidas frente a democracias
frágiles; y su fortaleza o debilidad tiene mucho que ver con las posibilidades
comunicativas de la sociedad, de los ciudadanos, con los procedimientos reales
de expresión de la sociedad’.
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Estos tres epígrafes nos hablan de cómo el Gobierno
conformó, desde el año 2001, un nuevo régimen comunicativo.
La comunicación social –léase mejor información– y los medios por donde ella
circula han ganado en estos ya casi diecinueve años un papel estratégico para
el poder instaurado desde 1999. La idea casi exclusiva de la comunicación
dentro de una economía abierta y competitiva empezó a cambiar desde los inicios
del régimen chavista. Pero en el tiempo también empezarían a cambiar las
comunicaciones libres, abiertas y plurales. En la denominada era bolivariana la
subordinación de los medios y sus comunicaciones con respecto a la política, ha
venido siendo una constante impuesta desde la cúspide del poder. Hoy, el debate
político para el mundo oficialista se juega en y desde los medios, de ahí que el Gobierno haya
querido imponer lo que denominamos un nuevo régimen comunicativo.
Este nuevo modelo de estructura comunicacional ha
intentado, con éxito, la ruptura, reorientación y reorganización del régimen
comunicativo anterior, especialmente de los llamados medios públicos –nunca tan
gubernamentalizados y partidizados como en el presente– con la única función de
asegurar un orden fundado en controles oficiales para inducir en la sociedad la
idea de que el hombre nuevo está naciendo y,
al mismo tiempo, llevándose por el medio la memoria del pasado político, la
historia del país, su cultura, su identidad y las actitudes de tolerancia y
pluralismo.
El tiempo ha transcurrido y en estos años, hasta el
presente, las comunicaciones y las políticas públicas impuestas para ellas han
sido de mayor control y regulación; de creación de mecanismos jurídicos que han
significado intimidación y autocensura; de diseño de una amplísima plataforma
mediática de carácter hegemónico y el establecimiento de una narrativa y
arquitectura simbólica que en algún momento logró convencer a la mitad del
país. En definitiva, la operación que se puso en marcha desde los sucesos de
2002 se conecta con la idea expuesta en el Brasil de 1934, plena dictadura de
Getulio Vargas, cuando un grupo de intelectuales cobijados en el gobierno le
dijeron a este que ‘los medios de comunicación no deben pensarse como simples
medios de diversión, sino como armas políticas sometidas al control de la razón
del Estado’.
Lo que ha venido ocurriendo en el tiempo es la
pérdida de un periodismo crítico, plural e independiente; las restricciones a
la libertad de expresión y de información; el escandaloso secuestro de la
radio-televisión pública; el asalto a Conatel para convertirlo en una entidad
más política que técnica; la creación de leyes que controlan contenidos
incómodos para el Gobierno; la discriminación publicitaria hacia los medios que
son críticos; el caso de RCTV; la concepción
de las telecomunicaciones para la construcción de una sociedad socialista; el
intento sostenido de querer imponer un modelo cultural distinto de corte
personalista, autoritario y militarista…
3
Si esta es la realidad del presente en el campo de
las comunicaciones ya nos podemos imaginar cómo es hoy el ejercicio del
periodismo aquí y ahora. Apuntemos, de manera muy esquemática, algunos
indicadores de ese ejercicio. El campo periodístico en
la Venezuela del presente se ha transformado profundamente. Los cambios que ha
sufrido no son solo del orden estructural, sino también del orden de lo
político y cultural. A estos últimos me quiero referir. El ejercicio
periodístico-hoy se ve envuelto en una serie de contratiempos y amenazas que
han puesto de manifiesto la necesidad de apuntar que es necesario repensar la
información periodística como un bien público dentro
del marco de las miserias, los riesgos y las inquietudes que envuelven a la
sociedad venezolana del presente.
Es que el ejercicio periodístico no puede apartarse
del contexto donde se ejerce, y mucho menos puede desligarse del funcionamiento
de la democracia. Ya nos lo decía muy claramente el sociólogo chileno José
Joaquín Brunner: ‘Existe una conexión profunda entre el sistema político
prevaleciente en una sociedad determinada y el régimen comunicativo que aquél
en parte condiciona y al cual necesita para subsistir’. Lo expresa también muy
bien Antonio Pasquali cuando nos dice que hay que entender que la comunicación
es la piedra fundacional de todo lo que estamos pensando y haciendo. ‘No es la
polis la que crea un modelo de comunicación, es la comunicación la que crea
sociedad. Entes incomunicados no pueden formar estructura social’.
Así, Venezuela vive terribles amenazas desde la
racionalidad política, económica, social y cultural-comunicacional que
caracteriza al actual Gobierno dictatorial en funciones de Estado. Entonces, el
periodismo tiene que elevarse desde sus propias dificultades y carencias para
convertirse en vocero crítico de las patologías políticas y sociales que rodean
al ejercicio del poder, que cada vez con más fuerza y decisión se empeña en
poner trabas y hasta en detener cualquier proceso de desarrollo democrático que
implica desde este orilla –la del periodista– hacer que el ejercicio
periodístico y comunicacional ponga de manifiesto al mayor número de personas
los hechos sociales, políticos, económicos, culturales que marcan la vida
social.
Esto implica la existencia y presencia de un
periodismo independiente tanto del Gobierno como de los empresarios de medios,
que sea capaz de contribuir a la elaboración de marcos y pautas de referencia y
que logre que la ciudadanía adquiera las representaciones necesarias para
reconocerse como integrante de un país y, en definitiva, de un conglomerado
social y para reconocer que el poder político o cualquiera otra forma de poder
tiene que estar subordinado a los intereses de vida del ciudadano y no el
ciudadano y su vida subordinados a los intereses del poder.
Difícil tarea esta que se le otorga al campo
periodístico y mucho más difícil cuando estamos en presencia de un poder
político que intenta, por diferentes vías y mecanismos nada juiciosas y mucho
menos éticas y morales, conculcar nuestras expresiones y opiniones, y hasta
nuestro propio ejercicio de ciudadanía, e incluso de ciudadanía mediática.
Bajo esa perspectiva es que afirmamos que los
periodistas tienen una tarea bien importante, pero difícil y compleja a la vez.
Cuando este Gobierno dictatorial se ha venido convirtiendo poco a poco en una
maquinaria coactiva; muy poco preocupado por el desarrollo de las mayorías más
allá de que ellas le otorguen la ‘buena pro’ para perpetuarse en el poder;
interesado en la formulación de planes que lo legitimen en cuanto poder
político por encima del resto de la sociedad; cuando no reconoce a las fuerzas
políticas de la oposición como legítimas y presentes; cuando ve a los
comunicadores-periodistas y los pocos medios que todavía no están bajo su
control como un opositor peligroso… es cuando sigue teniendo validez aquello
que el español Ortega y Gasset afirmara en relación a los periodistas y la
prensa en la España de 1930:
No existe en la vida pública más ‘poder espiritual’
que la prensa. La vida pública, que es verdaderamente histórica, necesita
siempre ser regida, quiérase o no. Ella, por sí misma es anónima y ciega, sin
dirección autónoma. Ahora bien, a estas fechas han desaparecido los antiguos
‘poderes espirituales’ (…) En tal situación, la vida pública se ha entregado a
la única fuerza espiritual que por oficio se ocupa de la actualidad: la prensa.
4
No quisiera desaprovechar este momento para hacer
una solicitud a ustedes, señores diputados, a esta Asamblea Nacional (AN)
conducida desde la mayoría democrática. Desde este lado estamos conscientes que
lo que se formule en materia de políticas públicas en comunicaciones va a ser
desatendido desde el Ejecutivo. Esto a pesar de que el país democrático es hoy
mayoría no solo en este espacio de la AN, sino en todo el país. Somos
conscientes de esto, pero creo que es nuestro deber, es su deber, fijar las
bases, el rumbo, de unas políticas públicas para hacer de las comunicaciones un
verdadero servicio público que es una condición necesaria y connatural de la
democracia.
En tal sentido, me permio apuntar muy
esquemáticamente lo que un grupo de investigadores-académicos y periodistas
esbozaron en un momento, no tan lejano, como las tareas que están pendientes en
este campo y que debemos preparar para el ‘Cambio’. Así:
1. Lograr una
verdadera y genuina democratización de las comunicaciones.
2. Definir una
auténtica política pública comunicacional de transparencia informativa y
garantías comunicativas para todos los venezolanos.
3. Edificar un
genuino Sistema Nacional de Medios Públicos, encabezado por la oferta de una
Radiotelevisión de Servicio Público, estructurado sobre la base de una
autonomía de dirección y con la más amplia participación social en su dirección
y acción, lo que implica la total des-gubernamentalización de dichos servicios.
4. Revisar
y corregir los excesos regulatorios de las normas diseñadas para las
comunicaciones dentro del marco de los derechos a la información y a la
comunicación.
5. Promover mediante
normas jurídicas el acceso a la información pública.
6. Llevar a cabo la
revisión de la legislación y la normativa reglamentaria de las
telecomunicaciones para ofrecer garantías de transparencia y apertura, justos
procesos administrativos y reglas claras en lo concerniente a la asignación de
frecuencias y su correspondiente regulación.
7. Retornar a Conatel
las características de organismo autónomo y técnico, lo que significa
despolitizarlo y devolverlo a su misión principal de regulación y ordenamiento
del sector de las telecomunicaciones en el país
… y algunas más que nos deben de garantizar los
principios declaratorios de los artículos 57 y 58 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela y aquello que dijera la Unesco, cuando hizo
explícito el Derecho a la Información, al expresar que: ‘La información es un
componente fundamental de la democracia y constituye un derecho del hombre, de
carácter primordial en la medida en que el derecho a la información valoriza y
permite el ejercicio de todos los demás derechos’.
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Para terminar, unas últimas líneas para mis colegas
y amigos periodistas. Quiero reproducir ‘en extenso’ una homilía de mi buen
amigo Jesús María Aguirre. Decía:
Un día de estos el profesor Marcelino Bisbal,
compañero de fatigas, me regaló un libro con un título bastante procaz, al menos
para ser leído por un cura decente: El pianista en el burdel.
Ante mi cara de extrañeza, me añadió: ‘Léelo te
interesará. Ve la cita de la entrada’.
‘No le digáis a mi madre que soy periodista,
prefiero que siga creyendo que toco el piano en un burdel’ (Del repertorio
popular).
Sabía que pertenecía a un gremio con fama de
bohemios, pero no conocía este dicho popular, que sacudió de nuevo mi
autoestima profesional. A veces uno esconde esa pertenencia y se presenta –más
eufemísticamente– como comunicador, profesor, jesuita, investigador…
Después de un reposo reflexivo me dije: no deja de
tener algo de razón. Recogidas las experiencias de largos años, uno puede decir
que hay especímenes y hasta tribus de colegas que puedan considerarse así de avergonzados.
El mundo de las comunicaciones nos induce
ciertamente a ser bastante ‘escépticos’, pero no ‘cínicos’, como señala
Kapuscinsky. Cierto escepticismo profesional nos induce a desconfiar de
cualquier hecho propalado, valorar la sinceridad, discernir
pseudoacontecimientos o simulacros, pero nuestra condición de profesionales que
buscamos la verdad en el horizonte de nuestro trabajo no nos permite caer en el
cinismo de quien afirma ‘todo da lo mismo’ o ‘todo vale’ con tal de vender o
consolidar el poder. El comunicador responsable no es un Pilatos que se lava
las manos por transacciones con el poder, sacrificando a la ciudadanía
inocente, ni un Judas que vende su alma al mejor postor.
Las perturbaciones de estos últimos años, la
descalificación sistemática de los profesionales, el enconamiento del Gobierno
con los medios, las amenazas abiertas o disimuladas, el cierre de varias voces
significativas, pueden ir minando nuestra asertividad y nuestro compromiso con
la verdad, esa ‘verdad que nos hace libres’, según la Buena Nueva del cristiano
(…).
Pero creo que la presencia de ustedes aquí es un
mentís del dicho popular y una afirmación de que no claudicamos ante los
chantajes actuales:
1. No nos
avergonzamos de llamarnos periodistas y/o comunicadores,
2. Consideramos que
nuestra profesión, aun sin la euforia de Gabriel García Márquez, ‘es el mejor
oficio del mundo’, o al menos, de los que más merecen la pena vivirse,
3. Sabemos lo que
significa nuestra profesión para sostener el tejido social de nuestro país,
particularmente en este tiempo de fracturas,
4. Estamos empeñados
en ser los primeros en defender las libertades públicas, necesarias para el
diálogo social y sin claudicar del principio de buscar la verdad.
Muchas gracias”.
Caracas, 27 de junio de 2017.
Por Marcelino Bisbal | 28 de junio, 2017
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