Inflación, devaluación, recesión –plantas
exóticas hoy en el mundo– se ceban en nuestro pobre país y lanzan a la gente
por un tobogán de pobreza y resentimiento. Mientras todo se desestructura, los
gobernantes maquinan jugarretas para perpetuarse en el poder...
La Constituyente comunal y
militar está prediseñada como un proceso interno del PSUV y la
reacción de la opinión pública en contra es terminante, incluida la fiscal
Luisa Ortega. Concebida para barajar la crisis, es más bien agua para
chocolate, la multiplicará, porque además de ser políticamente gravosa, revela
desprecio por los dramas de la mayoría. Nadie explica hasta ahora cuáles serían
los urgentes cambios a la Constitución de 1999 que la justifican. ¿Se
venció la bicha y es necesario hacerle modificaciones? ¿Cuáles
son los graves baches que argumentan su cambio, que si existieran se
subsanarían con reformas o enmiendas, como contempla su texto.
Pero eso
pretende celar el objetivo real: ponerle la mano a un hacha, la Constituyente
misma, para decapitar los poderes defensivos de la sociedad y devastar de nuevo
el sistema político. Ya lo habían hecho.
Inflación, devaluación, recesión –plantas exóticas hoy
en el mundo– se ceban en nuestro pobre país y lanzan a la gente por un tobogán
de pobreza y resentimiento. Mientras todo se desestructura, los gobernantes
maquinan jugarretas para perpetuarse en el poder y se hacen los locos frente a
sus compromisos: que venían a redimir al pueblo de humillaciones y sufrimientos
causados por la democracia.
Convencieron a la mayoría, con una pequeña ayuda de
sus amigos, de que aquí la vida era un infierno, y los aplaudieron, los amaron,
les dieron todo lo que pedían, y el resultado es la mayor tragedia social
conocida en Venezuela en 90 años. Dieron la espalda, no les importa el rechazo
de 80% y confiesan sin ningún rubor que no hacen elecciones porque las pierden.
Así son las revoluciones.
La esencia del guaguancó
La esencia de las revoluciones es la ilegalidad y el escamoteo de los hechos, editar las fotografías de la historia, por lo que Lucio Colletti las llamó “imperio de la mentira”. Lenin convierte la falacia abierta en poder. Propone una revolución obrera en un país sin obreros (2% de la población) y un partido obrero aunque de su comité central apenas uno lo es, un sindicalista llamado Tomsky. En octubre de 1917 la revolución la decretan “las comunas” reunidas en el soviet de Petrogrado (soviet es precisamente consejo o comuna) aunque de sus 670 delegados, tres cuartas partes (503) eran fraudulentos y sin respaldo popular, como lo declara María Spiridonova, comisaria del pueblo del gobierno comunista. La oposición se retira en un escándalo y su líder Martov, denunció que el soviet era la mascarada de un golpe militar, “un gobierno de obreros, campesinos y soldados donde no había ni un solo obrero, campesino ni soldado”.
Una de las diferencias de fondo es que los partidos
obreros europeos eran de masas, mientras los bolcheviques eran una secta
eslavófila. Eso dotó a los primeros de un elemental sentido de la realidad que
los ayudó a eludir la ruta del despotismo y torcer hacia la socialdemocracia.
En cambio los líderes bolcheviques eran principalmente estudiantes fracasados,
un puñado de vagos incapaces de trabajar, mantenidos por sus familiares o
amigos, a excepción de Trotsky que siempre se ganó la vida como escritor y
periodista. Disociados del entorno social, se asumieron como vanguardia,
una cofradía golpista autoritaria divorciada de los intereses y los
sentimientos de la mayoría. Nadie podía eludir la atmósfera cultural creada por
el terrorismo ruso de Nechayev y Tkachov, que para aquellos años tenía el
promedio criminal de tres muertos diarios en más de diez años.
No solo de pan…
La oposición venezolana decidió salir a la calle y la respuesta hasta ahora (2017) ha sido inclemente, furiosa. Dos inhabilitaciones arbitrarias a gobernadores, Constituyente comunal y militar que elimina elecciones presidenciales y de gobernadores y alcaldes. Lo malo para sus postulantes es que la Constituyente nace en medio de la hostilidad de la enorme mayoría ciudadana, a diferencia del fervor de 1999 del que se preciaba Chávez y para él le confería hasta poderes mágicos.
A los delegados más que elegirlos, el gobierno
les adjudicará los cargos a través de operaciones opacas e ilegales. En vez de
ser el REP la base votante, lo será algún nuevo registro de “organizaciones
sociales” en el que podrán inscribirse las que el gobierno considere
conveniente. En términos simples designarán una asamblea de sus militantes y
partidarios para arrasar las instituciones de facto sin pedir
autorización a nadie.
Chávez podía realizar todo tipo de operaciones porque
ganaba los procesos electorales, generalmente en buena ley. Así velaba su
autoritarismo y el mundo lo vio con simpatía. En este caso no hay nada de eso
sino la consolidación autocrática con un proceso electoral estilo cubano.
Decíamos que se profundizará la crisis porque mientras andan en lo único que
parece preocuparles, diseñar tirabuzones para perjudicar a la sociedad que un
día los bendijo, les interesa muy poco la desintegración social, la gravedad de
las condiciones de vida de la inmensa mayoría. Hace unos años un alcalde
revolucionario que inició la decadencia de Caracas, declaró que si se ocupaba
del alumbrado y de tener “las calles bonitas”, terminarían colgados de los
postes. Esa es la filosofía: no distraerse en que la gente coma y viva. La
revolución tiene tareas más urgentes.
@CarlosRaulHer
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