A.D, nació un 13 de septiembre de 1941,
cuando la Civilización Occidental estuvo al borde del precipicio. Las fuerzas
políticas y militares del totalitarismo se plantearon la destrucción de los más
hermosos valores de la cultura
occidental: libertad, democracia, igualdad, solidaridad y justicia. Los
fanáticos que se embriagaron con las
ideologías del totalitarismo, intentaron mediante la acción del partido único
y la máquina del Estado construir la vieja imagen del paraíso con el fin de retornar
a la vida feliz de la infancia, en palabras del amigo
Freud.
Los campos de concentración fueron la evidencia histórica de una pesadilla monstruosa que marcó el alma de un planeta
que tuvo fe en la bondad y la
generosidad del hombre. Qué ironía. Mientras tanto, en la Venezuela de Gracia
los ideólogos bolivarianos (1936-1945) se entusiasmaron con la teoría política del cesarismo democrático. Fueron de la idea
de que las muchedumbres no estaban en capacidad
de vivir dignamente en
democracia. Había que esperar pacientemente
mediante la educación ser
educados con los principios democráticos
y de esa manera convertirse en auténtico ciudadanos. Se inventaron una frase
elegante de origen darwinista:
DEMOCRACIA
EVOLUTIVA.
Por lo tanto, los gobernantes y los ilustrados
(1936-1945) disfrutaron a plenitud
la soberanía popular. El voto, un
privilegio para los sabihondos. Fue una
forma inteligente de solapamiento del cesarismo democrático.
Pues bien, AD nació para hacer historia.
Fue un día radiante y hermoso. Un 13 de septiembre de 1941 emergió como fuerza
histórica contra el totalitarismo, el cesarismo y el bolivarianismo. Ese día,
AD y su liderazgo político presentaron al país su propuesta central: restituir
la soberanía popular. Un desafío que, en
perspectiva histórica, significó la consolidación y fortalecimiento de la
cultura democrática y el bienestar material y espiritual de los venezolanos.
Así, se inició el fin de la teoría cesarista y de la doctrina del ideal
nacional. Al mismo tiempo, el auge de las instituciones libres y su crecimiento
significativo en la era democrática 1958-1998.
La culminación de la Segunda Guerra Mundial
(1939-1945) representó la muerte del totalitarismo en todo su esplendor. Europa
recuperó su democracia. Nació el Estado Benefactor para favorecer material y
culturalmente al mundo de los trabajadores. Es importante destacar que el
milagro alemán fue el fruto de una política económica de mercado. Por otro
lado, el comunismo ruso, con la hoz y el martillo, inició sistemáticamente la
conquista del planeta tierra. En ese marco, emergió el mundo bipolar:
capitalismo vs. Comunismo. Dentro de ese horizonte, AD como parte de la cultura
occidental, a lo largo de su praxis política y de su participación en sus
gobiernos democráticos, estuvo siempre al lado del mundo libre. En la era
democrática, combatió las dictaduras, las utopías y propinó un golpe mortal al
comunismo cubano que pretendió en nuestro territorio destruir en los
venezolanos su espíritu republicano, civilista y democrático. Se impuso la
doctrina Betancourt. Esta doctrina no compartió la conducta política de los
gobernantes norteamericanos, quienes favorecieron regímenes dictatoriales para
evitar caer en manos del comunismo. La doctrina Betancourt fue muy clara: sólo
se comparte la democracia con gobiernos escogidos libremente.
La historia le dio la razón a AD, el
partido político de masas más importante del siglo pasado. Hoy, no existe la
utopía y los gobiernos democráticos se
irradian a lo largo y ancho del planeta tierra. El planeta tierra con todos sus
problemas complejos y difíciles (narcotráfico, terrorismo, estado islámico,
recalentamiento global) se encamina, definitivamente, hacia la libertad, hacia
la democracia y el libre mercado.
Por tanto, no cabe la menor duda que el
nacimiento de AD (13 de septiembre de 1941) y su proyección histórica en la
vida nacional e internacional, fue fundamental para conquistar la democracia en
nuestro país y defenderla dignamente en
el mundo internacional. No se puede
comprender la Venezuela moderna del siglo XX, sin la presencia de AD como el
motor de las grandes transformaciones globales que afectaron el origen y el
destino de una nación que jamás será doblegada por la tentación totalitaria.
Hace setenta y cinco años, el más grande estadista de la historia de contemporánea de américa y
Venezuela, Don Rómulo Betancourt soñó con la Venezuela Civilista.
Para lograr
tan hermosa aspiración histórica, arraigada en el corazón de los venezolanos,
forjó una organización como AD que selló su destino histórico aquel 13 de
septiembre de 1941, en el Nuevo Circo. A partir de esa fecha histórica, el liderazgo político de AD y un colectivo se la
jugaron para cimentar las bases de la sociedad civilista. En los nuevos
tiempos, la conciencia histórica que nos pone en contacto con ese esfuerzo
gigantesco por construir la democracia en Venezuela, las nuevas generaciones
tendrán que renovarla, transformarla y profundizarla en correspondencia con las
circunstancias históricas. Se insiste, no hay manera de que ideología
alguna de origen totalitario doblegue el espíritu libertario de una nación
que hace doscientos cinco años echó a la basura la doctrina del derecho divino de los reyes.
De igual modo,
echó a la cesta la célebre teoría del cesarismo democrático, la ideología
bolivariana, el esquema de la democracia evolutiva y la doctrina del ideal nacional. Por tanto, Venezuela recobró
su espíritu republicano, civilista y democrático. A pesar del gigante esfuerzo
de los bolivarianos y revolucionarios (1999-2016) por liquidar las
instituciones libres en nuestro país; la
nación como una comunidad de hombres y mujeres lleva en su corazón los más profundos sentimientos
libertarios y civilistas.
La democracia como modo de vida
está arraigada en el espíritu de los venezolanos. Es un valor absoluto que
ninguna ideología y praxis revolucionaria y bolivariana podrá destruir. De
allí, la grandeza histórica de Acción Democrática y de un liderazgo político
que tuvo la capacidad de anticipar en perspectiva el fin de la historia. Hoy,
La democracia y el capitalismo es una realidad planetaria. Por tanto, AD, ante la nueva dinámica nacional y
universal, debe asumir el bello
reto de presentar a la nación una revelación histórica que le
permita a la nación encauzar su progreso material y cultural desde una perspectiva republicana,
civilista, federalista y de libre mercado. Es decir, AD de transformase en un auténtico partido liberal sin romper
con su hermoso pasado histórico.
(13 de septiembre de 1941)
Ramón Rivas Aguilar
No hay comentarios:
Publicar un comentario