Los deseos impulsan a la acción. Son útiles si recorren el trecho entre aspiración y realización. Empreñan si hacen lo que hay que hacer. Su punto más alto es la convicción.
Dudo que la historia del ser humano registre tanta insensatez como la que observamos hoy en el planeta. Desde los asuntos más importantes hasta los más frívolos, todo parece contagiado por la ignorancia, la pequeñez y la mediocridad.